Al respecto de Barack Obama se han escrito muchas cosas, relativas a su raza, a su origen. Pero no se ha mencionado lo más significativo de su íntima inspiración: su joven madre.
Existen hogares, y existen familias… y Ann, hija obediente que es, permanece al lado de sus padres y, después de concluir la segunda enseñanza, ingresa a la Universidad de Hawai. La joven universitaria, reservada y pensativa, valora las amistades, y alimenta un gusto especial por la cultura. Cursa Antropología, y muestra un interés especial por los nacientes movimientos de derechos ciudadanos.
Ann con sus veintitantos años, mantiene el frescor del entusiasmo que le hace ver la vida como un océano de oportunidades positivas. Sabe que el fracaso de un amor no es el fracaso del Amor, y el fracaso de un matrimonio, no es el fracaso del matrimonio. Y ella se enamora nuevamente. En 1967, en el verdor de sus veinticinco años de edad, Ann decide casarse nuevamente. En breve, el destino le sonreirá nuevamente. Y la maternidad pasará suavemente las manos por sobre su cabeza por segunda vez… El 15 de agosto de 1970 nace su hija, que recibe el nombre de Maya.
Barack Obama tiene seis años de edad, cuando la familia resuelve mudarse a Jakarta, capital de Indonesia. Se instalan en un barrio humilde en la periferia de la ciudad. Son los primeros extranjeros en la vecindad. Al inicio, Obama es blanco de bromas, no solo a causa de su color, sino también por ser más “gordito” que los niños de la localidad. Desde el inicio se ve en la necesidad de construir puentes, y en poco tiempo hace amistades en la vecindad, pasando las tardes jugando en las calles o subiendo a los árboles en la parte de atrás.
Por primera vez Ann tiene contacto con la dura realidad de las familias que viven al margen de la sociedad, y la miseria deja de ser para ella un concepto abstracto para volverse en algo palpable. Inicialmente, Ann provee ayuda a todo el que toca a su puerta pidiendo, y no tarda en formarse una “caravana de miseria” al frente de su casa, obligándola a volverse más selectiva en su caridad.
Ella divide su tiempo entre la enseñanza del inglés en la Embajada de los EUA y el apoyo a proyectos sociales y acciones comunitarias destinadas a la mejora de las condiciones socioeconómicas de las familias olvidadas por el destino… Lolo Soetoro consigue empleo en la filial de una empresa petroquímica norteamericana y después es promovido a una jefatura. La familia se muda a un barrio mejor. Pasan a frecuentar el círculo de la alta-sociedad.
En cuanto Ann se integra a la realidad del país, intrigada por la miseria, su marido se vuelve cada vez más occidentalizado, frecuenta campos de golf y sueña con mansiones, y el consumismo lo seduce. Aunque la pareja rara vez discute, cada vez tiene menos cosas en común. El silencio comienza a tomar fuerza. En una relación hay dos tipos de silencio: El primero es el silencio de la comunión, que representa la esencia de la unión, donde los dos se convierten en uno. Un silencio de renuncia y que trasciende a las palabras. Y existe un segundo silencio, que es el silencio de las palabras no dichas. El silencio donde cada parte habita en una isla propia, solitaria. Un silencio donde ni las aspiraciones íntimas, ni los suaves movimientos del alma son compartidos.
Obama relataría años más tarde que su madre no estaba preparada para la soledad, y que la soledad constante para ella era como la falta de aire. Y después de seis años de matrimonio, Ann decide separarse.
Conforme recordaría Maya años más tarde, su madre, a pesar de sus dos matrimonios deshechos, en ningún momento se quejó de la trayectoria de su vida. Ella siempre procuró mantenerlos a salvo de sus desilusiones amorosas o posibles resentimientos afectivos. Lejos de lamentar las relaciones deshechas, agradecía constantemente por los bellos hijos que la vida le concedió.
Sr. Stanley Dunham, Ann, Maya y el joven Obama. Padre e hija, madre e hijos, abuelo y nietos, hermanos… Todas las familias son iguales, lo que cambia son las historias…
Al menos dos veces al año, en las vacaciones de verano, en las festividades de fin de año, la familia se reúne. El tiempo pasa y los niños se transforman en adolescentes y jóvenes adultos. Una família multirracial, multiétnica, multinacional.
Ann, aunque pasa buena parte del tiempo dedicada a proyectos sociales, sigue de cerca la rutina de los hijos, cubriéndolos con todo su amor y cariño. En un mundo donde lo diferente es visto con frialdad y desconfianza, ella busca dotar a sus hijos de una forma de ver acogedora capaz de ver la belleza entre la variedad.
El tiempo pasa, y todos un día habremos de partir… En febrero de 1992, el Sr. Stanley Dunham muere a los 74 anos de edad.
En 1995, Ann interrumpe sus actividades en proyectos socio-económicos en el Asia para cuidar de su salud en los Estados Unidos. Hace cerca de un año que ella comenzó a sentir dolores en el estomago, cuya causa los médicos locales no consiguen descubrir. Los nuevos exámenes diagnostican cáncer. Y ella inicia el penoso tratamiento en Hawai. En tanto, el diagnóstico tardío reduce los chances de vencer la enfermedad, y ella pierde la lucha, a los 52 años de edad.
Su prematura partida deja atónita a la familia, teniendo en cuenta el amor que ella manifestaba por la vida. Quería adoptar a una criatura refugiada. Sueño que no tuvo tiempo de realizar.
Barack Obama afirma que su mayor error en la vida fue no haber estado presente al lado de su madre en la hora de su partida. Tanto la familia como los médicos tenían esperanzas de que ella consiguiese vencer la batalla.
Su hija recuerda que ella tenía un corazón muy delicado y que lloraba con facilidad, bastaba ver algún animal maltratado, o a una criatura víctima de injusticias o crueldades, una noticia o una película triste. Por otro lado, no tenía temor, era muy determinada en sus decisiones. Vivió en más de trece países, y en todos ellos se sentía en casa. Se consideraba una ciudadana del mundo. Durante toda su vida despertó al alba y trabajó incansablemente en acciones sociales, en especial aquellas que beneficiasen a los excluidos y marginados de la sociedad. Atendiendo a su deseo, la familia y unos pocos amigos íntimos lanzan sus cenizas al Océano Pacífico, en una de las playas de Hawai. Vivió lo suficiente para asistir al matrimonio de su hijo. Pero, quiso el destino llevársela antes que su hija se casase, o de que nacieran sus nietos; ella que tanto amaba a los niños…
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