“La desgracia del hombre, está en no poder anonadar su conciencia, y tener la conciencia de ser anonadado por ella”.
“Yo, lo he visto pasar ante mí; es el tipo del perjurio, recompensado y vulgar; tipo de político colombiano, común hasta la monotonía”. J.M. Vargas Vila.
En el escrito hace algunos días de Horacio Serpa contra el vicepresidente G. Vargas Lleras, se advierte un vago tufillo de indisimulada envidia y gratuita animosidad, que no se comprenden, ni siquiera a la luz de los más bajos intereses de la politiquería, a la cual está acostumbrado el veterano encantador de serpientes santandereano. Los colombianos le hicieron creer que era la más nítida reencarnación del gran Gaitán, por sus destemplados vocablos, que terminaron extraviados en la jungla variopinta del zoológico colombiano, y le hicieron pensar que por eso mismo, podía alzarse por encima de los cánones, regañar y despotricar de todo el mundo, en forma impune. Sin mencionar por supuesto, su mañosa intervención en el Proceso 8.000, que terminó con la absolución política de su jefe Samper, pero que hoy se reabre en su contra, como su escudero, por las recientes declaraciones del hijo de Rodríguez Orejuela, que lo comprometen penalmente, y de qué manera, en ese oscuro episodio de nuestra historia reciente, y su sospechoso apoyo a la candidatura a la Gobernación de su departamento, de un oscuro personaje, que hizo que una figura respetable del liberalismo santandereano, de los Galvis de Vanguardia, renunciara a esa colectividad, es indicativo de que sigue con sus viejas manías nada éticas ni ajustadas a derecho. Por lo que acorralado resuelve, como cualquier Benedetti o como cualquier Maduro, atacar, impulsivamente, la gestión del vicepresidente Vargas Lleras, a quien acusa de no ser lo suficientemente grandilocuente en su apoyo al proceso de paz, como si, en su maratónica gestión por todo el país, no estuviera precisamente tendiendo los puentes de un mejor desarrollo para la Colombia del post-conflicto, tejiendo una red de más de 10.000 Kms., en obras ambiciosas de infraestructura que habían sido postergadas, y dando un vuelto significativo a un sistema de contratación que se mantuvo por décadas, convertido en últimas, en la más escandalosa escuela de corrupción y despilfarro de los dineros públicos. Serpa le pide a Vargas que sea tanto o más elocuente que Pacho Santos o Angelino Garzón, quienes durante 12 años, fueron los floreros de decoración de la Casa de Nariño. Vargas le ha apostado a la eficiencia, a la competitividad, que le representará al país muy pronto, elevar la inversión extranjera, la mano de obra, la reducción de desempleo, la conectividad, como dicen ahora, en la búsqueda de un país moderno con un nivel de vida más alto para todos los colombianos. El estilo ramplón de las frases deshilvanadas, hoy a medio pulmón, ya pasó a la historia. Ahora el país quiere ver realidades concretas. Por lo que no hay campo ya para los odios y envidias enquistadas, que por lo general, disfrazan la impotencia.
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