

Una caricatura de osuna
Por primera vez tuve que recurrir a Google para entender la línea textual de la caricatura de Osuna, aparecida en El Espectador el lunes festivo (4-10-2019): “La paz de Santos, R. I .P.”, y Google me aclaró que es la abreviatura de «Requiescat in pace (descanse en paz en latín)». Debo reconocer que esta caricatura es la única excepción que le reconozco a Osuna, dado que sus monos son obras de arte donde texto y dibujos forman un equilibrio perfecto.
¿Qué razón tuvo Osuna para ocultar en esas tres letras el complemento de la paz de Santos? Es ocultamiento, en razón de que son pocos los lectores que hoy pueden asociar esa abreviatura con la frase latina. Y su razón tiene este genio de los rasgos y rasguños, dado que el mensaje refleja lo que desde el principio ha pensado Osuna de los Acuerdos de La Habana: una paz hecha a la medida de Juan Manuel Santos. Y para ser más precisos: la paz no tuvo destinatarios distintos a Santos y las FARC. Y en esa creencia sí que le ayudaron Álvaro Uribe y el Centro Democrático.
Pero los dos se equivocaron, y están llevándose en sus cuernos al presidente Iván Duque, quien ya recibió un golpe severo en las pasadas elecciones. Que hubo paz después de los acuerdos, lo dijeron los médicos del Hospital Militar: “Hoy las camas del Hospital permanecen vacías”, aludiendo a la cantidad de soldados y policías heridos que llegaban al hospital durante los años de conflicto. Y donde más se sintió ese insólito ambiente de tranquilidad fue en los agrestes territorios rurales, que tanto conocía Alfredo Molano Bravo (q.e.p.d.).
Sea la oportunidad para decir que fue el Cauca la región de Colombia que mostró las mejores evidencias de esa paz salida de los acuerdos. Y para particularizar el ejemplo está (o estuvo) Popayán. Esta bella ciudad mantuvo por varios años el INRI de los mayores índices de desempleo. Después de los acuerdos se reactivó con fuerza la economía y el turismo ecológico; en poco tiempo Popayán se puso al nivel de las principales ciudades de Colombia, con obras de infraestructura, centros comerciales y construcción. De lo que ocurre hoy, los colombianos están medianamente informados. La construcción viene en caída y los caucanos no ocultan la tristeza y la incertidumbre.
“La paz se nos salió de las manos”, le dice, en la misma caricatura, el ministro de Defensa al presidente, quien le responde: “Diría que nunca llegó a nuestras manos”. Hay que reconocer que si no les llegó fue porque no quisieron recibir lo poco o mucho alcanzado en La Habana. Hubo, en cambio, mucha energía para mostrarles a Jesús Santrich y a Iván Márquez la espada de la extradición, apoyados en montajes y en un testigo (sobrino de Márquez) que parecía sacado del gorro de un mago. Y lo lograron: Márquez y Santrich en el monte, y más de dos mil guerrilleros de base que se fueron tras ellos.
Ya tendrá tiempo el maestro Osuna para mostrarnos en sus geniales caricaturas esta nueva realidad. En el Cauca están aullando los fusiles de los enemigos de la paz, vistos quizá con complacencia desde algunos círculos de Bogotá. Y en los sufridos territorios caucanos lloran los bastones indígenas, el sueño de una paz que no dejaron ser.
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