
Gustavo Álvarez Gardeazábal / @eljodario / eljodario@gmail.com
No hay quien convenza a los políticos y los gobernantes que la vena más rota de los presupuestos de construcción provienen de la pereza, torpeza y absoluta falta de humildad de quienes proyectan, redactan o hacen los diseños desde un escritorio bogotano.

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El ejemplo lo tenemos encima de la mesa, así los medios enmermelados no se asomen a la provincia a constatarlo. Está en el último kilómetro de la una y otra vez cacareada carretera de Pasto a Rumichaca. Allí, por uno de esos caprichos inexplicables de los escritorios bogotanos, resolvieron que el último tramo, de mil metros, antes del Puente de Rumichaca, no entrara dentro de la concesión que se contrataba desde Pasto y le dieron ese último kilómetro a los burócratas aperezados de Invías quienes ,obviamente, no fueron a pensar sobre los efectos de la doble calzada, ni a tener en cuenta que los barrios de Ipiales ya llegaron hasta la misma frontera y con la disculpa, aparentemente, de que les mermaron en un 45 % el presupuesto inicial, no hicieron ni las intersecciones necesarias ni mucho menos rotonda alguna para devolverse antes de entrar al puente fronterizo.
En tales condiciones y gracias a la genialidad de Invías, los habitantes de esos barrios de Ipiales para poder llegar al centro de la ciudad han quedado obligados a ingresar al Ecuador como única opción de devolverse.
No sé si el alcalde de Ipiales es escuchado en los cenáculos centralistas de Bogotá. Pero el gobernador de Nariño, conocido nacionalmente por cantarle la tabla a los poderosos, sí podría hacer la diligencia antes de que esta historia se vuelva un cuento pastuso.
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