El conocido presentador de televisión J. Mario Valencia incurrió en una indelicadeza, cuando en una emisión de su programa dijo que Jessica Cediel, modelo y presentadora que también trabajó a su lado, tenía «una cola de plástico». Hacía alusión directa al pasaje tortuoso que aquella linda mujer afrontó, con ocasión de una malograda intervención que, para realzar sus nalgas, ella se mandó practicar.
Como la expresión del periodista antioqueño provocó toda suerte de reacciones –hasta originó una campaña para que quienes se molestaron por esa salida en falso no sigan viendo su programa-, él respondió a los pocos días; y se disculpó en público con la modelo ofendida. Pero para hacerlo apeló a una excusa que, además de infantil, no convence ni guarda el sentido pragmático de la semántica.
Dijo que aquello había sido una broma, no una ofensa, y menos una burla. Y que, por lo tanto, Jessica Cediel debió tomarla como tal, como broma. ¡Vaya excusa!
Veamos el asunto -de hartazgo, además- desde la semántica, que es nuestro ámbito en este boletín:
Broma: De las varias acepciones que el término tiene los siguientes se avienen bien para este caso: ‘1. Bulla, algazara, diversión. 2. Chanza, burla. 3. Persona o cosa pesada y molesta’.
Ofensa: ‘Acción y efecto de ofender’.
Ofender: ‘1. Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos. 2. Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable. 3. Sentirse humillado o herido en el amor propio o la dignidad (en sentido pronominal, es decir, ofenderse).
Burla: ‘Acción, ademán o palabras con que se procura poner en ridículo a alguien o algo’.
Así que J. Mario Valencia, a quien no se le pueden desconocer sus dotes de comunicador, no tiene cómo parapetarse para ocultar su «caída», por no refrenar su precipitada lengua. Porque es ligero con la palabra, amén de que se la arrebata toscamente a sus entrevistados, cuando ellos no han terminado de expresar un concepto o una opinión. Yo lo puedo afirmar porque también pasé por ese plató televisivo, como su invitado.
Con los subrayados que inserté en las definiciones de las palabras ofender y burla, apenas pretendo hacer hincapié en que decir de alguien que tiene «cola de plástico» es ofender de palabra a esa persona. Ni el más tontorrón de los humanos podría echarse a reír ante semejante expresión, al asumir que ella es una «broma». Una cosa es que Valencia quiera hacerse el gracioso -que no le cuadra a su carácter-, y otra que califique como chiste, chascarrillo, bulla, algazara o diversión lo que ha mancillado la dignidad de una persona.
¡Cuán bajito ha caído la televisión por cuenta del libertinaje oral! Y qué desvíos se le dan a la semántica, para actuar con lo que un amigo psicólogo llama «sacaculismo».
Autor: Jairo Cala Otero
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Aportes externos
De cómo hablan y escriben las «vacas sagradas» del periodismo
El colega Orlando Cadavid Correa, ex director nacional de Radio sucesos RCN, me hizo llegar la siguiente nota:
«Hay que oír y leer a las ‘vacas sagradas’ del periodismo en Colombia, como Julio Sánchez Cristo y María Isabel Rueda, por nombrar dos, de los diferentes comunicadores con poder en el país. Rueda titula hoy 16 de enero en El Tiempo: ‘¿Cómo logró ganarle a la gata sin salir aruñado?’, en una entrevista a Marcelo Torres actual alcalde de Magangué (Bolívar). El término ‘aruñar’, no existe, muchísimo menos las ‘aruñas’, es arañar: ‘rasgar ligeramente con las uñas, un alfiler, etcétera’.
«Para Sánchez Cristo: ‘son la una’, ‘la primer vez’, ‘cónyugue’ por cónyuge, etcétera. Otro despropósito de Julito: ‘Es un honor haber perdido el Globo de Oro con Jessica Lange’, refiriéndose a la talentosa barranquillera Sofía Vergara, nominada por la comedia Modern Family, por segundo año consecutivo, como mejor actriz de reparto. ¿Por qué es un honor? El honor es la nominación, no la pérdida del premio.
«No pretendemos que sean filólogos como Rufino José Cuervo, eso es demasiado; únicamente, que hagan un repaso a lo básico, elemental y esencial. ¿A estos periodistas quién los ronda? Lo peor es que las nuevas generaciones de periodistas emulan a estos personajes maltratadores del idioma».
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¿Qué hicieron con los sinónimos?
La exprofesora de la Universidad de Manizales, Edith Angélica Bustos Crèmieux, le envió el siguiente escrito a don Efraím Osorio López, consagrado columnista del periódico La Patria, que «zarandea» a los malhablados de la capital caldense:
«Le cuento que nuestros periodistas, locutores, redactores de noticias y similares se olvidaron de que en español tenemos sinónimos. Aquí escucho RCN Noticias (…). Sintonizo en la misma emisora las noticias de Risaralda, cuya directora es Liliana Torres. Pues bien: esta periodista no conoce otro término que «afectado», con su femenino y sus plurales. ‘Están afectados el acueducto, las viviendas, las personas, la comunidad, la población, los habitantes, las familias, las veredas, las vías, los adultos, los vehículos, los niños, las casas…’.
«Todo lo anterior lo recopilé durante un breve noticiero de cinco minutos. ¿Qué se hicieron nuestros sinónimos? ¿Se borraron de sus mentes y del vocabulario palabras como damnificados, perjudicados, dañados, averiados, deteriorados, destruidos, por citar algunos, y todos los giros y combinaciones de palabras que podrían expresar el concepto? ¿Qué va a pasar con nuestro idioma, uno de los más ricos del mundo?
«Usted no se imagina las barbaridades que corrijo en las producciones de especialistas, maestros, doctores con estudios hasta de dos y tres posdoctorados; gente que habla tres y cuatro idiomas, pero que no sabe pensar en cada uno de ellos y, por lo tanto, no saben traducir. ¿Qué tal que en su momento hubiéramos hecho traducciones literales del latín al español?
«En fin, aceptemos que nosotros y otros de más de 45 años aún sabemos escribir con corrección en nuestra lengua materna, pero que tratar de corregir a los «nuevos escritores» es pelea de toche con guayaba madura».
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