Taza humeante y emoción política en la saga del café

Desde el Cauca, de manera paralela al esfuerzo de aumentar el número de matas de café sembradas, es necesaria una estrategia que permita posicionar al caficultor como el sujeto central importante en la vida social, política, y económica y a su producto como la bebida en la taza, más apetecida por todas sus cualidades sensoriales, en el consumo interno y externo.
No se trata de dejar a un lado los demás cultivos de la agricultura local, sino que su dimensión extraordinaria, por las cantidades, las calidades y su alto porcentaje de aporte al producto interno bruto del departamento, sumado a la influencia social por la cobertura a más de noventa y tres mil familias productoras, en treinta y cuatro municipios, genera todo un movimiento de recursos económicos que permite la dinámica de los mercados regionales, que a su vez incentivan las demás plantaciones.
Es muy sencillo, no se requiere profundada disquisición; si a nivel mundial se reconoce el café de Colombia, catalogado entre los suaves, como de los mejores y por tanto, apetecido por el universo de los consumidores exigentes, por su fragancia, aroma, acidez, adornado con el encanto de las notas dulces y florales, se convierte en el mecanismo adecuado para ser eje en los planes de desarrollo en las regiones cafeteras.
Ahora bien, si en el contexto del país se señala al Cauca como el de mejores características, en donde están contenidas las acciones institucionales, las de las organizaciones solidarias de iniciativa comunitaria, los movimientos sociales y algunos cívicos y políticos, existe una base social muy amplia a partir de la cual se va dando un posicionamiento del “pensamiento cafetero” que incidirá en la decisiones políticas.
El repetido relato histórico de estos territorios, y la Geografía Humanística, esencial en el establecimiento del café y de otros productos básicos en la vida del Cauca, el poblamiento, la aldea, el lugar, el camino, la casa y el cultivo, crea las condiciones para la innovación social que hoy acompaña la caficultura y que debe ser así, para cubrir el sitio que le corresponde en la carpa de la municipalidad.
El paradigma a diseñar no puede ser otro que el producido por el conocimiento acumulado para hacer un mejor futuro social, en términos de ser instrumento de equidad, generador de riqueza, de calidad de vida, de integración con la naturaleza.
Desde luego, solo tendrá sentido si viene acompañado de una visión liberalizadora de la pobreza, la marginalidad, la sumisión, la violencia; esta actitud tiene que ser orgánica a la caficultura; se recuerda como el Japón, después de la bomba atómica, se recuperó a partir de la estrategia de mostrar al mundo la calidad de sus productos.
El relato de la caficultura en la ruralidad campesina local es parte de la saga de la ubicación de la economía agropecuaria, esencial en el desarrollo regional, que incluye sus tragedias en medio de las violencias permanentes, con memorias fantásticas de como se hace la guerra, de igual manera se hace la paz, allí esta Lerma, Toribio, Caldono, Corinto.
La narración adiciona a la taza de café, el recóndito acontecer del mundo precolombino, lo bucólico de la Colonia, la contrariedad en la formación de la República, la modernización del aparato productivo, también la biodiversidad, el agua, la música y la magia literaria de nuestras realidades.
La alegría afro, la cosmovisión india, el pragmatismo campesino, todo girando en torbellino ascendente, acompaña la taza de café, pero es necesario resaltar el proceso de beneficio, para que al sabor lo acompañe la imagen de sus gentes y el paisaje de estas tierras como complemento de ubicación de su procedencia.
Todo para rescatar la insistencia que a las cantidades y calidades del café y de la diversidad agropecuaria, se debe agregar de manera paralela, la formación de un proyecto de pasión y de poder, que partiendo de lo local y soportado además, en el amparo de la naturaleza, convoque las propuestas en torno a este tópico.
Mentalizar en el espíritu, la emoción por el café, despertara el ímpetu avasallador necesario en los propósitos, sacarlo del rincón de los guardados para catapultar el territorio en sus fortalezas y oportunidades, porque sólo al despertar interpretamos los sueños. Es posible que la “caficulturalidad” sea el alentar de la “caucanidad”.
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