Hoy en día, en nuestro querido Santander de Quilichao, que se precia de ser la segunda ciudad del Cauca, con base en muchos elementos y factores poblacionales, sociales, económicos, culturales y políticos, están acaeciendo muchas situaciones de suma gravedad, que desbordan el curso normal de la situación cotidiana de cualquier municipio y cuyas soluciones, no concuerdan con la grandiosidad que encierra ese famoso renombre o epíteto. Dirán algunos y con razón: “sí, pero es que Santander de Quilichao se nos creció por los cuatro puntos cardinales, ya tenemos 45 barrios, tiene mucho movimiento comercial, ahora hay muchas universidades, es una ciudad-región (¿sí lo será?), muy pronto se va a construir la doble calzada Santander-Popayán y pare de contar”. Y dirán otros: “todo eso está muy bien, pero no nos olvidemos de los eternos problemas quilichagueños: el desorden en el tráfico, la inseguridad, el basurero de Quitapereza, los abusos de la Compañía Energética de Occidente, un alto índice de consumo de drogas ilícitas por nuestros jóvenes, falta de un verdadero apoyo municipal hacia ellos, la contaminación auditiva, la falta del espacio público”.
Tanto los unos como los otros, cada grupo en su contexto, son libres de comentar sobre nuestra realidad actual, pero entre tantos argumentos no hay duda, según mi opinión personal y la de otros importantes personajes quilichagueños, preocupados por lo que ahora está pasando con nuestros jóvenes, la principal situación social que debió estar en la mira de nuestro actual mandatario municipal y demás estamentos administrativos, en los cuatro años desde el 2012, era la concerniente a la preocupación por nuestras juventudes, muchachas y muchachos quilichagueños, pero luego, con el correr del tiempo, sin saber el porqué, se les olvida olímpicamente y pasan al ostracismo, siendo un olvido nefasto y gravísimo, con imprevisibles consecuencias. Una prueba de lo que estoy afirmando, se refiere al anuncio con bombos y platillos dentro del programa de gobierno del actual mandatario del llamado Consejo Municipal de Juventud, encargado de “poner en marcha programas de atención integral para jóvenes”. Les confieso, amigos y amigas, que ante tal anuncio, nuestros muchachos iban a tener al fin, ese apoyo y esa gran oportunidad de estar bien respaldados en todos los sentidos y que al fin, alguien se había acordado de ellos.
Pero me equivoqué de pe a pa. Y lo que está sucediendo en la actualidad con un sector apreciable de nuestra juventud al garete, conmueve el alma, mueve a la tristeza, a la reflexión, a un grito de apoyo instantáneo, a un SOS a los cuatro vientos: muchachos trabajando a sol y agua, colocando cartones encima de las motos, en el parque principal, y en algunas calles céntricas, especialmente los días sábados, en donde algunos de ellos, usan lo conseguido para comprar droga; algunos muchachos emboladores que piden una “monedita” de más, para comprar droga; algunos jóvenes y adultos que se han tomado algunos sectores tradicionales quilichagueños para “fumarla” y drogarse; y lo peor de todo, nos están matando a nuestros muchachos a sangre fría (como le sucedió al joven Juan José Mostacilla, Q.E.P.D.) ante nuestra mirada indiferente, ante la apatía de las autoridades administrativas y de policía, estos últimos sabiendo lo que deben hacer y no lo hacen, ante el embate de las “ollas” de distribución de los alucinógenos.
Está bien que seamos la segunda ciudad del Cauca, con progreso y problemas de toda clase, pero ese progreso no tiene sentido si nos olvidamos de nuestros jóvenes quilichagueños. Ojalá que el próximo alcalde o alcaldesa, se acuerde de ellos en forma.
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