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Sonría, mañana puede ser peor

El miércoles 3 agosto, 2016 a las 3:26 pm
Fabio Arevalo

Fabio Arévalo Rosero MD. / E-mail: fabio121@gmail.com

Hay personas proclives al consumo habitual de salchichas y embutidos. La explicación es muy simple, no conocen su contenido (abundante en nociva grasa animal y bazofias) y no saben cómo se preparan. Lo mismo ocurre con las leyes, la gente trata de respetarlas porque aún no ha visto como se elaboran y qué hay detrás de ellas (Intereses ocultos, leguleyadas, trampas, etc.). ¿Cómo se “cocinó” la emergencia social hace un tiempo o hasta el mismo plebiscito? ¿Para qué una ley por ejemplo que aumente la velocidad de hasta 120 Km por hora en carretera? Pero cuidado, no se trata de incumplir las normas establecidas de forma sensata.

En regiones como Colombia, la política y las salchichas tienen proceso similar, parecen inofensivas y hasta apetitosas, pero su consumo y apego, pueden acabar por destruirnos lentamente. Los debates electorales nos dejan profundas moralejas. Casi siempre ocurre y es muy evidente que según la “Ley de Walton de la política”, un loco con dinero es elegido fácilmente. Las campañas electoreras demuestran que así nos expliquen lo que nos expliquen, nunca es toda la verdad. Y digan lo que digan, tampoco dicen la verdad. Y hablen lo que hablen siempre están pensando en dinero. Esas son las lecciones que debemos aprender en esta dinámica electoral, donde difícilmente triunfan quienes de verdad tienen méritos para hacerlo.

Pero a pesar de algunas excepciones la tendencia seguirá marcada por la manipulación (engaño), el clientelismo (servilismo) y el dinero (dominación). Esa parece ser la nuez de la política latinoamericana (no solo la colombiana), con un lamentable bajo nivel. Es evidente que cuando un político (tradicional) tiene una idea, generalmente la tiene equivocada. Así estamos con nuestros dirigentes y para muestra la tan cacareada reforma a la salud de este gobierno en cabeza del controvertido ministro Gaviria (que de salud pública a lo mejor no entienda gran cosa, pero sí de economía que favorecería más a los pulpos del negocio de la salud). No hay crisis tan catastrófica, como la de la salud en Colombia. Hoy ninguna vida humana, ninguna propiedad y ninguna libertad están seguras mientras se legisle de esta manera y no votemos libremente.

El control político del país por sectores oscuros aún persiste. Aunque ocasionalmente se presenten hechos aislados de la mano de la ciencia y la academia (Mockus, Fajardo y otros afines). Son pequeños oasis políticos que dan algo de oxígeno con propuestas legítimas de sociedad saludable, sostenible e incluyente tratando de ofrecer una forma distinta y cautivante de hacer la política. En nuestras ciudades para próximas elecciones deberíamos tener la lección aprendida para que en lo posible sean gobernadas o gerenciadas por genuinos líderes inspiradores. Esos personajes admirados con enorme credibilidad y que por tanto obran sin ataduras políticas y gobiernan con el máximo de legitimidad.

Pero según los resultados electorales de los últimos años, continuamos en un esquema donde un reducido número de personas (minoría privilegiada y excluyente) se convierten en los dirigentes oligárquicos y el resto en simples seguidores, vasallos o cargaladrillos. De persistir este panorama y resultados, solo nos quedaría seguir el sabio consejo de Edward Murphy (creador de la inexorable ley de Murphy o del pesimismo creativo): “Sonría, mañana puede ser peor”.

Apostilla: la salvación se daría si acompañamos y promovemos propuestas frescas, distintas, argumentadas y libres de la politiquería, para seducir convenientemente a la opinión.

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