(Foto-Dibujo de RVQ, 1999)
Cada vez que ella aparece, Sombriel tiene la certidumbre de volver al pasado remoto de sus sueños.
De hecho, a esta chica él la miró muchas veces en un retrato de Leonardo da Vinci; con su tocado y velo con perlas, vestido ceñido, adornado con bellos bordados, y de tranquila y aristocrática apariencia.
Y es como si él la viera entre cristales, pero éstos no existen en el recinto donde aparece; sin embargo, esa sensación se impone con sus brillos extraños, como si puertas de otra dimensión no se acostumbraran a la presencia de Sombriel y quisieran ocultarle la nitidez del momento.
Pero entonces, ¿por qué aparece? ¿Qué intenciones hay tras ese fenómeno que en repetidas ocasiones irrumpe en el silencio de su habitación en penumbra?
Y otra cosa: por qué nunca se deja ver de frente, y siempre le pregunta: «¿Estás listo?»
La última vez, en un abrir y cerrar de ojos, su retrato apareció colgado frente a la cama; Sombriel se acercó asombrado a detallarlo, y algo le decía: «¡Voltéalo!»
Así lo hizo. Al respaldo figuraba un retrato de él y ella juntos; ella de frente, y Sombriel mirándola, como contemplando a quien le pertenece entrañablemente. Y abajo, con bella caligrafía propia de la época, decía:
«Volveremos a ser uno en el tiempo de la cosecha, si es que el destino te perdona».
Pero él ni siquiera sabe su nombre…
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