Por Alfonso J. Luna Geller
Prosperidad, calidad de vida superior, justa convivencia humana y con el entorno, felicidad, son elevados ideales que todos anhelamos alcanzar pero contra los cuales atentamos cotidianamente con actitudes negativas que, de tanto practicarlas, ya nos parecen convencionales.
No entiendo por qué el hombre siempre está en plan de autodestruirse y suplantar aquellos propósitos por el horror, la injusticia, las desigualdades, la miseria y todo lo que se desprende de la guerra, de los odios, de las ansias desmedidas de poder y de riqueza fácil y rápida, de la politiquería, es decir, lo que promueven muchos líderes y gobernantes en este mundo que debiera ser cada vez más fraterno por lo globalizado.
Cuando realmente debiéramos comportarnos de manera progresista, marcando una clara divergencia respecto de opciones belicistas moviéndonos hacia planteamientos realmente avanzados propios de una sociedad del siglo XXI, el mundo vive en plan permanente de guerra: los iraquíes llevan en guerra ni se sabe cuánto tiempo, primero contra Irán, luego contra Estados Unidos, posteriormente contra ellos mismos y nuevamente contra Estados Unidos; esto les ha llevado a entender la guerra, la fuerza armada, como parte de su quehacer diario, prácticamente. Pero antes, durante y después de que las bombas cayeran sobre el Golfo Pérsico, muchos otros frentes de batalla estaban y están aún abiertos en otros rincones del planeta. El conflicto afgano, que se desarrolla desde hace años a miles de kilómetros de nuestros hogares (ante la pasividad y el olvido del resto de las naciones), el de Israel y Palestina, el de Kosovo-Serbia, son noticias también habituales en prensa y televisión pero, ¿son los únicos que existen? Según los especialistas hay más de 30 conflictos con guerras abiertas o que pueden estallar en cualquier momento. Trece de ellos estarían en Asia, otros 13 en África, 5 en Europa y el Cáucaso, 2 (al menos) en Latinoamérica ¿Quién se acuerda ahora de Angola, Sri Lanka, Namibia, Laos, Argelia o el Sahara?. Al igual que Afganistán y Oriente Medio, son regiones castigadas por la pobreza, la injusticia, el odio, y el dolor de miles de personas que sufren las consecuencias de la guerra. Enfrentamientos en los que el territorio, la etnia, los recursos naturales y económicos, o la falta de libertades y derechos han motivado que se pasase de la desconfianza y la tensión a las armas y la violencia.
La UNESCO, en su carta fundacional dice que «las guerras comienzan en las mentes de los hombres». Está en el ánimo -en ocasiones violento, egoísta e intolerante- de las personas y los gobernantes el no resolver los conflictos de forma pacífica; como se podría hacer en la inmensa mayoría de las ocasiones: negociando, respetando a las personas y sus intereses, renunciando a algo, llegando a acuerdos… La guerra, entonces, tiene fronteras.
Un mensaje diferente vivió el mundo el pasado domingo 16 de marzo en la frontera colombo-venezolana donde sin distingos raciales, políticos, fronterizos, económicos, sin presencia de los gobernantes, vivimos el concierto realizado en el Puente Internacional Simón Bolívar, con lo cual se demostró que todos somos uno solo y que juntos podemos vivir en PAZ, con la iniciativa dirigentes que no tienen vicios políticos, ansias de poder o deseos imperialistas velados o evidentes.
Ese domingo, en el concierto Paz Sin Fronteras Juanes se quitó la camisa negra y se vistió de blanco con miles de personas -se habla de 150.000- para hacer un llamado a la paz junto a algunas de las voces más famosas de Latinoamérica y España. Se confirmó que los ciudadanos del Ecuador, Colombia y Venezuela quieren la paz y que a los gobernantes no se les ha concedido en sus mandatos la facultad de imponer la guerra. La idea del concierto era el acercamiento entre los pueblos y evidenciar la famosa cita de Gaitán: el Pueblo es superior a sus gobernantes…
A la marea humana que se hizo presente en la frontera colombo-venezolana se sumaron los millones que, en ambos lados de la frontera, desde nuestros hogares, frente a las pantallas de los televisores, asistimos, a distancia, a ese maravilloso evento que con la música y el espectáculo ha unido todavía más a los pueblos: la pelea entre los gobiernos no afectó a las comunidades, los ecuatorianos, los colombianos y los venezolanos hemos confirmado que el amarillo, azul y rojo común de nuestras tres banderas no está al servicio de ninguna ideología desconocedora de la democracia, de la libertad y de los derechos fundamentales del ciudadano.
No entiendo por qué el hombre siempre está en plan de autodestruirse y suplantar aquellos propósitos por el horror, la injusticia, las desigualdades, la miseria y todo lo que se desprende de la guerra, de los odios, de las ansias desmedidas de poder y de riqueza fácil y rápida, de la politiquería, es decir, lo que promueven muchos líderes y gobernantes en este mundo que debiera ser cada vez más fraterno por lo globalizado.
Cuando realmente debiéramos comportarnos de manera progresista, marcando una clara divergencia respecto de opciones belicistas moviéndonos hacia planteamientos realmente avanzados propios de una sociedad del siglo XXI, el mundo vive en plan permanente de guerra: los iraquíes llevan en guerra ni se sabe cuánto tiempo, primero contra Irán, luego contra Estados Unidos, posteriormente contra ellos mismos y nuevamente contra Estados Unidos; esto les ha llevado a entender la guerra, la fuerza armada, como parte de su quehacer diario, prácticamente. Pero antes, durante y después de que las bombas cayeran sobre el Golfo Pérsico, muchos otros frentes de batalla estaban y están aún abiertos en otros rincones del planeta. El conflicto afgano, que se desarrolla desde hace años a miles de kilómetros de nuestros hogares (ante la pasividad y el olvido del resto de las naciones), el de Israel y Palestina, el de Kosovo-Serbia, son noticias también habituales en prensa y televisión pero, ¿son los únicos que existen? Según los especialistas hay más de 30 conflictos con guerras abiertas o que pueden estallar en cualquier momento. Trece de ellos estarían en Asia, otros 13 en África, 5 en Europa y el Cáucaso, 2 (al menos) en Latinoamérica ¿Quién se acuerda ahora de Angola, Sri Lanka, Namibia, Laos, Argelia o el Sahara?. Al igual que Afganistán y Oriente Medio, son regiones castigadas por la pobreza, la injusticia, el odio, y el dolor de miles de personas que sufren las consecuencias de la guerra. Enfrentamientos en los que el territorio, la etnia, los recursos naturales y económicos, o la falta de libertades y derechos han motivado que se pasase de la desconfianza y la tensión a las armas y la violencia.
La UNESCO, en su carta fundacional dice que «las guerras comienzan en las mentes de los hombres». Está en el ánimo -en ocasiones violento, egoísta e intolerante- de las personas y los gobernantes el no resolver los conflictos de forma pacífica; como se podría hacer en la inmensa mayoría de las ocasiones: negociando, respetando a las personas y sus intereses, renunciando a algo, llegando a acuerdos… La guerra, entonces, tiene fronteras.
Un mensaje diferente vivió el mundo el pasado domingo 16 de marzo en la frontera colombo-venezolana donde sin distingos raciales, políticos, fronterizos, económicos, sin presencia de los gobernantes, vivimos el concierto realizado en el Puente Internacional Simón Bolívar, con lo cual se demostró que todos somos uno solo y que juntos podemos vivir en PAZ, con la iniciativa dirigentes que no tienen vicios políticos, ansias de poder o deseos imperialistas velados o evidentes.
Ese domingo, en el concierto Paz Sin Fronteras Juanes se quitó la camisa negra y se vistió de blanco con miles de personas -se habla de 150.000- para hacer un llamado a la paz junto a algunas de las voces más famosas de Latinoamérica y España. Se confirmó que los ciudadanos del Ecuador, Colombia y Venezuela quieren la paz y que a los gobernantes no se les ha concedido en sus mandatos la facultad de imponer la guerra. La idea del concierto era el acercamiento entre los pueblos y evidenciar la famosa cita de Gaitán: el Pueblo es superior a sus gobernantes…
A la marea humana que se hizo presente en la frontera colombo-venezolana se sumaron los millones que, en ambos lados de la frontera, desde nuestros hogares, frente a las pantallas de los televisores, asistimos, a distancia, a ese maravilloso evento que con la música y el espectáculo ha unido todavía más a los pueblos: la pelea entre los gobiernos no afectó a las comunidades, los ecuatorianos, los colombianos y los venezolanos hemos confirmado que el amarillo, azul y rojo común de nuestras tres banderas no está al servicio de ninguna ideología desconocedora de la democracia, de la libertad y de los derechos fundamentales del ciudadano.
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