Por WALTER ALDANA Q
Quién puede negar la barraquera que caracteriza a los patojos y a los que en busca de “un mejor futuro para nuestros hijos” vinimos algún día a la Ciudad Blanca.
Cómo olvidar la pujanza con la que emergimos de las cenizas después del terremoto del ochenta y tres; cómo negar que somos felices aun con las dificultades económicas generadas por la falta de ingresos; quién duda que poder ir a la casa para almorzar diariamente con nuestra familias es un altísimo ingrediente en nuestra calidad de vida; quién de ustedes no es feliz pudiendo saludar en el centro de nuestra ciudad a tantos conocidos como si fuéramos pequeña comarca; antes de que llegaran a vendernos ilusiones y esperanzas también creímos en la fuerza del amor y la solidaridad para superar las dificultades; en fin, en estos tiempos de crisis es necesario reconocernos en las fortalezas y debilidades.
Los poderosos generaron pánico financiero, grandes medios de comunicación del orden nacional le hicieron eco y los inversionistas algo concientes de estar jugando a la lotería se volcaron al unísono a exigir la devolución de su dinero, ningún negocio aguantaría esta presión, y entonces antes de tiempo colapsaron DFRE Y DMG.
Cuando en años anteriores a estas alturas con la inminente llegada de la navidad estábamos expectantes del alumbrado público del centro y otros sitios; cuando noticias de impacto colectivo como el ganar la corona nacional de la belleza nos hubiese hecho desbocar en celebración y júbilo, hoy una tristeza embarga los corazones de los habitantes de la Villa del Cacique Payan.
Pero usted y yo, los raizales y los venidos, quienes amamos esta tierra porque en ella hemos llorado y reído, nosotros todos debemos recordar por la memoria de quienes se adelantaron esa semana santa del ochenta y tres que juramos ser felices y seguir construyendo una ciudad en medio de dificultades y oportunidades.
Noviembre 25-008
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