El amor sería el remedio que el mundo necesita; al menos en teoría y en palabras elegantes… Pero es difícil amar a los enemigos; es difícil amar a contracorriente; es difícil recoger a un menesteroso de la calle y llevarlo a la casa, limpiarle las heridas y decirle: «Tú eres mi propio hermano»; es difícil perdonar las ofensas; es difícil decir: «Ven, yo te doy la mitad de mis bienes; yo te abro la puerta de mi casa y estoy dispuesto a renunciar a mi parte para que sea tuya…» En fin, es difícil amar sin discriminaciones, sin señalamientos ni envidias, sin miradas sesgadas por la rabia, sin el diablo en cada palabra, sin el deseo de ser el único, el primero y el más importante…
Amar es difícil cuando es necesario dejar de ser Yo Mismo… cuando en el espacio que tenemos asoma la urgencia por lo propio y el desprecio por lo ajeno, cuando no tenemos tiempo para mirar a los demás, cuando la guerra se ha metido en nuestras venas, cuando el monedero ocupa el lugar del alma, cuando el frío de la carne nos vuelve indiferentes, cuando los ojos suplicantes no tienen eco en nuestra compasión, cuando la vida se ha llenado de lo innecesario…
Es difícil amar cuando no se tiene el verdadero gozo en el corazón; es decir, cuando Dios no nos ha dado su mirada y nosotros no la vamos buscando porque no es rentable para el día ni la hora ni el momento…
Quizás, Amar es decir en soledad: «Yo no soy nadie… mi prójimo es más importante que mis sueños de grandeza.»

RVQ, Popayán, abril 25 de 2008 (un día cualquiera para amar)

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