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San Fernando es un infierno

El miércoles 12 noviembre, 2014 a las 8:10 am
Luis Enrique Delgado

Por Luis Enrique Delgado / Periodista Acord – Valle

El titular no es de novela. Es la pura realidad.

San Fernando, uno de los barrios más acogedores de Cali, tradicional y de gran renombre, se ha convertido en un infierno.

Allí, nadie quiere (ni puede) vivir. De allí todos se quieren ir. Por allí no se puede transitar, ni a pie ni en vehículo. Los negocios (los pocos que quedan) están “quebrados”, o van rumbo a la ruina. Las casas, hermosas por cierto, cada día pierden más precio.

San Fernando - Estadio OLímpico Pascual Guerrero

¿Culpa de quién?

Muchos se la endilgan al fútbol, pero no creo que así sea.

El fútbol está en la cancha del Pascual Guerrero. La absurda y demencial violencia está afuera.

Cali, según dicen, “es la tercera ciudad más violenta del mundo”.

Y esa degradante “distinción” no se la ha dado el fútbol, sino la falta de autoridad.

La complacencia de una autoridad que, valga la redundancia, no ha sido capaz de aplicar su propia autoridad.

Es cierto, alrededor del fútbol se ha generado una violencia que ya raya en lo demencial, que llega a la delincuencia, y que no ha tenido el castigo con la severidad que merece.

Seres despreciables

Estos que dicen llamarse “barras bravas” no son gente del fútbol. Son irracionales que se han convertido en seres despreciables y temibles, que sólo pretenden arropar tan hermoso deporte con su crueldad y manto de sangre.

Algunos se definen como “locos por el fútbol” y se dejan llevar por sus pasiones más bajas y sus instintos más crueles.

“Somos el efecto de la inmensa pasión que rodea a este evento llamado fútbol que, siendo mucho más que un deporte, es fidelidad, entrega total a unos colores, un escudo, una bandera y un himno”, dicen.

Estos grupos, claramente identificados, pero no castigados, forman batallas increíbles, sangrientas, interminables. Cualquier calle aledaña al estadio, como pasa con el Pascual Guerrero de Cali y su tradicional barrio San Fernando, puede ser convertida por ellos en campo de guerra.

Hay sonidos, pesadillas, pánico, miedo, llanto, gritos. Mejor dicho, el infierno.

¿Y la autoridad?

El fútbol tiene que ser celebrado, festejado y no arruinado por la violencia de unos cuantos atorrantes que utilizan gran variedad de armas para realzar su vandalismo: cuchillos, navajas, hebillas de sus correas, piedras, palos y hasta armas de fuego, o lo primero que se encuentran en el camino.

Lo grave es que esto ocurre muchas veces por encima y, a la vista de las autoridades policivas que se escudan en la falta de una disposición que les permita obrar con rigor pero que, a veces, también hay que decirlo, son complacientes o negligentes.

Cali no tiene autoridad para este flagelo y los brotes alrededor de su estadio lo han venido confirmando hace rato.

El alcalde siempre anuncia drasticidad, pero nunca la pone en ejercicio y, claro, como consecuencia de ello, la capital del Valle del Cauca “es la tercera ciudad más violenta del mundo”, y San Fernando, uno de los barrios más acogedores en otros tiempos, es hoy un verdadero infierno, donde nadie quiere vivir, de donde todos se quieren ir y por donde no se puede transitar (cuando hay fútbol) ni a pie ni en vehículo alguno. ¡Qué lástima! 

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