Definitivamente los parques centrales, situados en la cuadratura del poder municipal, al lado de otros símbolos como la iglesia, la alcaldía o la administración de justicia, no sólo constituyen espacios de encuentro o recreación social, sino que son escenarios donde se reúnen contertulios a hablar de diversos temas: desde el chisme del momento y las anécdotas cotidianas, pasando por la moda, el fútbol o los comentarios políticos que nunca faltan.
En otros tiempos los lugares donde los parroquianos hacían, muy a su manera, lo que ahora, desde la ciencia política, se denomina análisis político, eran las sociedades literarias, los grupos de amigos y los cafés públicos. En estos últimos, ubicados estratégicamente en la esquina de la plaza principal de las ciudades, los paisanos se congregaban a hacer conspiraciones burocráticas, a “arreglar el país”, a expresar las preocupaciones políticas del momento, al calor de un tinto caliente.
No pocas candidaturas o aspiraciones políticas, lo mismo que la suscripción de alianzas o pactos se consolidaron o, por el contrario, se desbarataron, mientras los interesados tomaban un vaporoso café elaborado en grecas metálicas. Estos artefactos, haciendo uso de la memoria, no sólo se parecían a las locomotoras sino que estaban coronados, en su parte superior, con símbolos distintivos como las figuras de águilas, con las alas abiertas.
En estos lugares los contertulios compartían el poder de la palabra y expresaban, como hoy se hace en los parques de municipios como Santander, al calor de un trago, las preocupaciones políticas del momento. Una de estas la escuché recientemente de boca de un grupo de amigos, alguno de los cuales mencionaba insistentemente el fenómeno del poder negro en todo el norte del Cauca y particularmente en la Ciudad de los Samanes.
Inmediatamente en la mente de quien escribe estas líneas empezaron a surgir una serie de interrogantes acerca del real alcance que tiene el poder negro, tal y como lo denominaba uno de los que participaba de la reunión de amigos, a la cual me había sumado ocasionalmente: ¿Por qué ese fenómeno, el del poder negro, resulta preocupante?, ¿Para quién es preocupante?, ¿Es un fenómeno nuevo, que empieza a cuajar ahora, o es de vieja data?, ¿Qué implica hablar de “poder negro”?, ¿Es real ese poder o es un hecho meramente simbólico?, ¿Responde a un proceso social o a una simple coyuntura política?.
Estas dudas, y otras que podrían añadirse, las hice con beneficio de inventario, como quien piensa en “voz baja”. En este sentido es importante advertir que cuando se hacía mención al “poder negro” se estaba aludiendo, cuestión que es innegable, a una importantísima cuota política de poder local que detentan actualmente las comunidades negras en la región norte del Cauca (7 alcaldías en total), junto con una significativa participación burocrática a nivel de la administración departamental.
El primer tipo de poder ha sido el resultado de la participación directa en procesos de competencia electoral por parte de actores políticos que hacen parte de comunidades afrodescendientes. El segundo tipo de poder ha sido la consecuencia de procesos de negociación llevados a cabo, de lo cual surgió el apoyo dado, por ejemplo, hacia el actual gobernador del Cauca, miembro de una de las familias de élite payanesas (valga decir, del viejo establecimiento político), cuyo pasado histórico estuvo ligado, paradójicamente, al comercio de esclavos negros.
PODER NEGRO Y ACUERDOS POLÍTICOS II
Del intercambio de apoyos políticos, suscritos entre sujetos que han ocupado escalas antagónicas en las jerarquías sociales y económicas del poder en el Cauca, surge un primer elemento de análisis. Recordemos que en principio dichas posiciones y diferenciaciones, entendidas como irreconciliables, harían impensable la posibilidad del establecimiento de pactos o entendimientos políticos. Al fin de cuentas los miembros de la clase política (blancos, terratenientes y negreros) se han ubicado a la cabeza de un sistema piramidal de relaciones de explotación y dominación, mientras los negros (sin negar los procesos de resistencia) han estado del lado de la subordinación.
¿Qué fue lo que pasó?. ¿Decidieron las comunidades negras hacer un salto histórico sobre su conciencia para entrar a considerar que las afrentas recibidas, por parte de los miembros de una clase política que los ha sojuzgado, son un asunto del pasado?. ¿Será que se considera más pragmático, para avanzar en el proceso de ganancia y consolidación del poder negro a nivel local y regional, salirse del círculo vicioso de lo que podríamos entender como la persistencia en una actitud de resentimiento político, que anclaría a las comunidades negras más con un pasado que con la realidad política del presente, lo que restaría de paso perspectivas de futuro?.
Tomando en cuenta que el proceso organizativo de las comunidades negras parece irse consolidando, estimulado por los logros que han alcanzado las comunidades indígenas, me parece que la nueva lógica política que se impone por parte de los afrocolombianos no es tanto la del relego, el olvido o la negación de una memoria histórica. Ante todo, se trata de la inserción en el juego político como actores primarios, en disposición y capacidad de negociar (como lo han hecho ya los indígenas) acceso a recursos o a porciones del Estado, actuando vis a vis (de tú a tú) con la clase política dominante.
Si esto es así entonces se podrían entender, al menos, varios aspectos: En primer lugar que las comunidades afrodescendientes (hablo de los sectores más organizados y políticamente más activos) están inscritas dentro de una dinámica de afirmación de una identidad y búsqueda de autonomía (étnica, política, cultural), parte de lo cual es recurrir precisamente al uso de estrategias de negociación con sectores del poder político dominante.
En segundo lugar que el apoyo político dado por los negros al actual gobernador del Cauca si bien hace parte de la lógica de la “utilización política” del “otro”, no debe entenderse solo desde la perspectiva de la manipulación originada exclusivamente desde “arriba”. Hay que considerar también que esto es de doble vía: que opera en sentido contrario, es decir, en la línea de aquello que representa también conveniencia para los negros.
En tercer lugar que a la luz de estas dinámicas del juego y la acción políticas (negociación, regateo político, convenios y alianzas, respaldos político-electorales, etc.) en las que interactúan las comunidades negras, es un error seguirlas mirando como si se tratase de grupos sociales desvalidos, que estarían (hablando en términos kantianos) en situación de minoría de edad, incapaces de valerse por sí mismos, a la espera de la luz guía e iluminadora que proviene de la razón de la cual es portadora la mentalidad del hombre blanco.
En cuarto lugar que el poder negro aunque tiene hondas raíces históricas no puede ser explicado en función de si mismo, es decir, en función sólo del protagonismo adquirido por las comunidades negras. Si bien hoy encontramos líderes, activistas, académicos e intelectuales negros, su poder no deviene del mero voluntarismo político sino que también se encuentra mediado por el intercambio y el aprendizaje social, las apropiaciones, los flujos culturales, el diálogo de saberes (como ha sido ostensible entre las comunidades indígenas) establecido con el mundo del conocimiento, la técnica, la tecnología, la ciencia, la misma institucionalidad estatal.
* Estudios de doctorado en Antropología: Universidad de Sevilla (España), ICANH-Universidad del Cauca
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