Gustavo Álvarez Gardeazábal.
La segunda alcaldía de Enrique Peñalosa ya no va en bicicleta, va en triciclo. Probablemente porque no entendió, en su evidentísima prepotencia con que mira a sus gobernados, que los bogotanos querían salir del desorden generado por los 4 años de Petro. O quizás más bien porque, después de tantas batallas electorales perdidas, la imagen que quiere mostrar al país ahora no es la del alcalde de los bolardos y el Trans Milenio sino la de un hombre inteligente que reafirma su sapiencia actuando frío, displicente y pretencioso. Por cualquier razón que sea, anda muy equivocado.
La vaciada que desde Italia le pegó el sábado pasado el fresco y alegre Esteban Chávez, luego de triunfar en la etapa reina, lo cogió desprevenido pero, sobre todo, produjo un aplauso no solo entre bogotanos sino en todo el país, que comparó el imperioso y desdeñoso modo de juzgar a los conciudadanos que tiene el alcalde Peñalosa, con la sencillez apabullante de quien protestó con alegre picardía porque la alcaldía no solo no dejó pasar la Vuelta a Colombia por Bogotá, sino que se ha negado a patrocinar el ciclismo, en donde se forjó Esteban Chávez triunfador.
La reacción inmarcesible del alcalde alegando que no se pudo poner de acuerdo por unos pesos con la Federación de Ciclismo vale huevo como defensa. Cháves le dio sopa y seco, y muerto de la risa. Le desnudó ante los bogotanos y ante los colombianos como un pantallero que vive mostrándose en bicicleta pero no patrocina el deporte de moda y esperanza en Colombia.
En otras palabras Peñalosa entró por la puerta grande al grupo de Santos y los gobernantes engañifas que han estado haciendo carrera por estos días en Colombia convencidos que no los pillamos en sus grandes mentiras porque los asesores de imagen los convencen que todos somos un bobotes que nos la tragamos entera.
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