
Gustavo Álvarez Gardeazábal / @eljodario / eljodario@gmail.com
Quienes vivimos como estudiantes universitarios en la tormentosa década de la Guerra Fría entre el bloque comunista y los imperialistas yanquis de 1960 a 1970, no podemos olvidar todo lo que significó para la vida cotidiana y la neura de los norteamericanos la guerra de Vietnam. No solo murieron más de un millón de combatientes, sino que por ella pudimos apreciar la magnitud del daño que podían hacer las nuevas armas usadas con el pretexto de que los comunistas del Viet Cong no gobernaran ese país. Y como si fuera poco, para redondear una imagen que no sabíamos si era de satisfacción o de preocupación, los gringos perdieron la guerra y quedaron con cicatrices tan profundas que marcaron a toda una generación.

Imagen de: http://www.milenio.com
A comienzos de semana el presidente Trump afirmó que no se saldría de Afganistán, que emplearía tácticas de guerra que no haría públicas y que así como había sido un error salir precipitadamente de Irak y tratar de retirarse de Afganistán, ahora no irían a dejar que ese país lo gobiernen los talibanes ni que, tampoco, van a soportar la complicidad de Pakistán amparándolos junto a lo yihadistas, como hicieron con Ben Laden.
Asusta oír esas palabras en estas épocas del mundo, y que ellas hayan sido pronunciadas por un presidente que cada vez se parece más a Maduro en sus discursos variopintos, alejados tanto el uno como el otro de la dignidad y responsabilidad de sentirse presidentes. Es abrir las puertas del infierno y de la guerra total que tanto temíamos de Trump y que comienza por el pretexto de atajar a los talibanes y luego terminará siendo como la de Vietnam.
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