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OBANDO VERSUS MOSQUERA

El domingo 21 diciembre, 2008 a las 1:00 pm
Miércoles 17 de diciembre, 2008
De: Mario Pachajoa Burbano
Amigos:
Los coroneles José María Obando y José Hilario López, se pronunciaron en la provincia de Popayán el 12 de octubre (1828) contra el Gobierno establecido, manifestando que lo hacían en defensa de la Constitución. Era intendente y comandante general del departamento del Cauca, el coronel Tomás Cipriano de Mosquera.

José Hilario López.Oleo de Franco, Montoya y Rubiano, ca. 1880. Museo Nacional, Bogotá.
El General Joaquín Posada Gutiérrez (1797-1881) en su obra «Memorias histórico políticas», relata la batalla de La Ladera, 1828. Reproducimos fragmentos de su narración:
Mosquera cuenta que cuando «Volví al valle del Cauca, el 13 de octubre, Obando promovió una rebelión a mano armada y se preparaba a dar el golpe asesinándome el 13 en el río del Cofre. Mi muerte debía ser el primer hecho para revolucionar el departamento»… pero «entré a Popayán el 11 de octubre por la tarde…. Mi anticipación me había salvado.»
Llegado el coronel Mosquera a Popayán, dio algunos pasos conciliatorios con el coronel Obando, mandándole comisionados a persuadirle que desistiera de su intento, y entre ellos a Lino de Pombo y O’Donell, entonces teniente coronel de ingenieros y jefe de Estado mayor del departamento militar del Cauca. Pero perdida, pues, toda esperanza de sometimiento voluntario de los jefes pronunciados, hubo el coronel Mosquera de prepararse a someterlos por la fuerza; pidió al Gobierno cien veteranos, que no le llegaron. El coronel Pedro Murgueítio, uno de los servidores más antiguos y más beneméritos que tuvo la República, le llevó un refuerzo de milicias del Valle del Cauca, y con éstas, las de Popayán, unos pocos veteranos de infantería y un escuadrón de caballería, pudo disponer Mosquera de unos 700 hombres.
Los coroneles Obando y López habían reunido a la sazón cerca de 400. En las fuerzas de Mosquera abundaban las milicias; pero había algunos veteranos, todos bien armados y municionados. En las de los jefes disidentes, no había ni un solo veterano, sino indios y negros de los campos a medio armar y con muy pocas municiones, de manera que en número, calidad y medios de destrucción, todas las ventajas, todas las probabilidades estaban de parte del coronel Mosquera.
Sin detenerse por esto, los coroneles Obando y López marcharon hasta el ejido de Popayán amenazándole de cerca. El coronel Mosquera, que había recibido del secretario de guerra orden de atacar, para no dejar tomar cuerpo a un movimiento que podría propagarse, y confiando en la superioridad de sus fuerzas, aceptó el reto más por obedecer aquella orden, que voluntariamente. Empeñose desde luego un corto tiroteo, y Obando y López fingieron retirarse en desorden hacia la colina llamada La Ladera, detrás de la cual habían dejado la mitad de su fuerza.
En aquel momento se incurrió en un error muy común y fue el de creerse vencedores los engañados, y mandar cargar la caballería, que tuvo que pasar en desfilada por un mal puentecillo sobre la honda zanja de un arroyuelo que divide el llano del ejido de La Ladera, y continuando la carga cuesta arriba, al llegar a la cima se vio a su vez cargada, arrollada y acuchillada, en imposibilidad absoluta de repasar la zanja por tan estrecho y débil puente, a ponerse bajo la protección de la infantería que había quedado en el llano del ejido.
Pocos del escuadrón se salvaron. En aquella matanza, los dos jefes de la caballería del coronel Mosquera, el comandante Sira Koski, polaco, y el comandante Cedeño, llanero venezolano, cuya muerte, siendo estos dos jefes de gran prestigio por su valor, haciendo mas grave el revés sufrido, desmoralizó el resto de la columna y Mosquera, se replegó sobre la ciudad. El coronel Murgueítio que mandaba la columna de ataque fuerte de 300 hombres, acuchillada la caballería y habiendo perdido una guerrilla de infantería, tuvo que replegarse sobre la ciudad, perdiendo más de la mitad de su gente. Hasta ese momento no se atrevió el coronel Mosquera a salir del cuartel a proteger, ya en las calles, los restos de la columna Murgueítio. Los vencedores asesinaron unos 60 hombres, acorralados, sin poder defenderse y pidiendo gracia de la vida. Las consecuencias de este revés fueron la desmoralización de la tropa, el desaliento en todos y la deserción de muchos.
«Propuse a Obando, dice Mosquera, canjear los prisioneros y suspender las hostilidades para entendernos. Aceptó y en el lugar designado para el canje, se apoderó traidoramente de los que yo le mandaba y no me devolvió ninguno. Cargó de grillos al comandante Luque, que había caído en su poder con un brazo roto, y a mi cuñado Vicente Arboleda.»
Al siguiente día resolvió el coronel Mosquera abandonar la ciudad, que calculó no podía ya defender. Esta fue la única batalla que el Gran General perdió contra el General Obando.
Cordialmente.
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