Historiador y Politólogo
Profesor Universidad Autónoma de Occidente
gghurtado@uao.edu.co
En 1992 Francis Fukuyama publicó el controversial libro El fin de la historia y el último hombre. En éste esboza que ante la caída del Muro de Berlín y otros acontecimientos que dieron al traste con el comunismo se había dado inicio a un mundo basado en la política y economía neoliberal. La lucha entre ideologías había concluido, ya no eran necesarias y habían sido sustituidas por la economía. Así, los EE.UU. sería el modelo de una verdadera sociedad sin clases.
En el 2008 el capitalismo mundial vive su peor crisis en muchos años y los EE.UU. se encuentran en el ojo del huracán. Numerosos especialistas como Mário Soares, ex presidente y ex primer ministro de Portugal, afirmó que la crisis mundial no sólo es económica y financiera, sino también una crisis energética, alimentaria y ambiental.
¿Por qué, particularmente, los EE.UU. se encuentran en el núcleo de la crisis? Algunas evidencias. En lo interno, un desempleo que cabalga en un 7.4%, una de las cifras más altas de los últimos tiempos; la falta de confianza en los agentes económicos, altamente responsables de la crisis; el problema con los emigrantes que se constituyen en una fuerza importante que mueve la economía y sobre los cuales pesa una nube de incertidumbres y, por encima de todo, la crisis de los grandes valores que componen lo fundamental del sueño americano.
En lo externo, la guerra de Irak; los recientes ataques armados de Israel contra el sur de Palestina en defensa de los ataques armados de Hamás; Irán y Corea del Norte como una amenaza nuclear; la guerra intestina que se libra en Afganistán; el bloqueo económico sobre Cuba y la violación de los derechos humanos en la cárcel de Guantánamo; la arquitectura de una política de confianza y apertura con la Unión Europea dada la crisis que allí, igualmente, se vive; las no muy ponderables relaciones con Venezuela y sus aliados en América Latina; el tema del tráfico de narcóticos desde México y la guerra interna que se libra en Colombia, entre otros.
El pasado 20 de enero juró Barack Obama como Presidente de la nación más poderosa del mundo. Día histórico no solo para los gringos sino también para los negros de Puerto Tejada, que montaron toda una parafernalia tras el asunto. Nombre y apellido que hoy significa Esperanza y del cual algunos esperan hasta milagros.
Desde el anuncio de su candidatura y en todo el camino recorrido para llegar al solio presidencial, Obama mostró determinación y solidez tanto en las ideas expuestas como en su personalidad al mismo tiempo de un gran sentido humanista. En uno de los apartes de su discurso de posesión volvió otra vez la mirada sobre la esperanza que mueve no solo a los gringos, sino al mundo entero. “Hoy nos reunimos porque hemos elegido la esperanza sobre el miedo, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia. Hoy hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado a nuestra política… Lo que no entienden los cínicos es que el terreno que pisan ha cambiado y que los argumentos políticos estériles que nos han consumido durante demasiado tiempo ya no sirven… A aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia, tenéis que saber que estáis en el lado equivocado de la Historia ; pero os tenderemos la mano si estáis dispuestos a abrir el puño”.
Las esperanzas fundadas a su alrededor son monumentales. Se espera de él -y de su gabinete- nada más y nada menos que un cambio de modelo. ¿Qué significa eso? El fin del capitalismo financiero-especulativo y un nuevo modelo económico y social que admita el retorno a ciertos valores éticos y a la custodia del servicio público y del Estado de derecho, dentro del más escrupuloso respeto por los derechos humanos.
La tesis central de Fukuyama viene agrietándose cada vez más. Ante el fracaso de los grandes metarelatos, la salida no ha sido la de un modelo económico neoliberal. Si bien es cierto el comunismo fracasó, el capitalismo no se ha quedado atrás. No solo ha perpetrado la pobreza e inequidad en numerosos sectores poblacionales sino que es responsable de toda la dimensión de la crisis del planeta entero.
Si bien es cierto Obama es la más cercana esperanza -para muchos- de fundar un nuevo modelo económico y social que garantice una vida más digna. Es aún más cierto que ante esta nueva perspectiva de esperanza es muy apresurado afirmar que va a pasar a futuro. La voluntad del gobernante, la de su equipo y las distintas políticas públicas que se agencien podrán en el tiempo consolidar la esperanza o simplemente, una vez más, volverla a sepultar.
Santiago de Cali, 21 de enero de 2009
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