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El domingo 27 abril, 2008 a las 1:00 pm

NUEVO PERIODISMO Y MEMORIA

El 18 de enero de 1989, en La Rochela (Santander), un grupo paramilitar conocido como «Los Masetos», masacró, con la complacencia del Ejército, a 12 hombres pertenecientes a una comisión judicial. El 10 de abril de 2004, en cercanías de la vereda Potosí del municipio de Cajamarca (Tolima), un adulto, 2 menores de edad y un bebé, todos campesinos, fueron ejecutados por tropas del Batallón Pijao. El 20 de marzo del mismo año, en Guaitarilla (Nariño), 4 civiles y 9 policías fueron asesinados por miembros del Ejército. El 21 de febrero de 2005, miembros de la Brigada XVII irrumpió en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó (Antioquia) y masacró a 4 adultos, 3 menores de edad y a un bebé de 20 meses de nacido. El 22 de mayo de 2006, en la finca La Cristalina del municipio de Jamundí (Valle del Cauca), 10 hombres pertenecientes al grupo élite de la Dijín y un civil fueron ejecutados por el Ejército.

En 1966, el célebre novelista norteamericano Truman Capote publica su extraordinaria novela A Sangre Fría, que cuenta el atroz asesinato de una familia. Basada en una historia real, Capote colocó su obra en nuevo género al que denominó «Novela testimonio». Torrentes de tinta han corrido sobre esta valoración. Ya en 1957, el escritor argentino Rodolfo Walsh había publicado «Operación Masacre» donde desarrolla la técnica de narrar hechos reales periodísticos, en este caso historias sobre crímenes de Estado. Sin embargo, se considera que la obra de Capote permitió una revolución en el mundo del periodismo al producir la aparición de la corriente conocida como “nuevo periodismo”.

En el primer caso, se confirma una sospecha que se vociferaba a mil voces en todo el territorio nacional ante los oídos sordos de los gobiernos, en particular el de Uribe, que no querían escucharla: la estrecha connivencia entre el Ejército, paramilitares y narcotraficantes. Las autodefensas surgen en la década de los 60, cuando en el gobierno conservador de Guillermo León Valencia se fundaron grupos de civiles armados. Los mismos que en los gobiernos de Barco y Gaviria dieron origen a los paramilitares. Los mismos, que una vez anuladas las normas que los crearon, se mimetizaron en las Convivir. En último lugar, los mismos que, el 14 de julio de 1997, con la Masacre de Mapiripan se autodenominaron como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Estos grupos hallaron en el narcotráfico los motivos inexcusables para desatar todo el baño de sangre que el país conoce. Por un lado, en la lucha contra las guerrillas que colocaban en peligro la institucionalidad colombiana, por otro, para garantizar la seguridad de mafias, empresarios, ganaderos y agricultores que las Fuerzas Militares no podían asegurar. De este modo, se configuró toda una política militarista en contra de campesinos y miembros de organizaciones sociales e, inclusive, miembros de las mismas fuerzas militares.

La familia asesinada en la obra de Capote era el prototipo del sueño americano en la década de los 50. Florecientes hombres relacionados con la agricultura. Tenían los mecanismos para vivir una vida cómoda, eran religiosos y nunca faltaban a misa. Desprendidos, solícitos, sanos, no tenían aparentes enemigos. Aún así, fueron asesinados. Los difuntos en nuestra guerra hombres, mujeres y niños comunes y silvestres. Los adultos trabajadores, los niños y las niñas soñadores, todos seres humanos que no respondían a ningún modelo en una sociedad como la nuestra donde las familias luchan día a día por un mejor vivir. Aún así, fueron asesinados. Y en honor a estos hombres, mujeres, niños y niñas de carne y hueso, nacionales todos. En honor a Capote, la necesidad de re-vivir un nuevo periodismo que mantenga siempre activa la historia de los masacrados en este país.

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