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Nuestro Hombre de Bogotá

El lunes 17 noviembre, 2008 a las 10:05 am

En el semanario del periódico »Politika» de Belgrado, la Revista »Ilustrovana Politika» el l3 de los corrientes se publicó una entrevista a Neftalí Sandoval Veckarich. (Recuerdo a nuestros lectores caucanos que Neftalí es hijo de un historiador quilichagueño del siglo pasado: Neftalí Sandoval Velasco). Alfonso.

Entrevista. Ilustrovana Politika

(Politika Ilustrada, semanario, jueves Noviembre 13 2008)

Nuestro Hombre de Bogotá

SANDOVAL REGRESA A CASA

O, quien es el hombre que se esconde detrás del nombre del poeta colombiano Paul Disnard. (M. Lazic – Fotografia Zeljko Sinobad)

Alguien le dijo que hay cambio de pasaporte, tomó asiento en el avión y sobrevoló el Atlántico para conseguir uno nuevo. Llegó a Belgrado el seis de septiembre y en el Municipio de Vracar obtuvo en menos de 15 minutos el certificado de nacionalidad. Le pidieron disculpas por haber esperado tanto. Le fue simpático a una joven funcionaria en la administración de policía, le tuvo consideración, de tal suerte que el nuevo pasaporte lo obtendría en pocos días. ¿Quizá?, nunca se sabe.

En su libreta de identidad se dice que nació en Popayán, Departamento del Cauca, Colombia. Payán es quizá el nombre de una princesa india, el nombre de la ciudad en el idioma de los nativos sería el Valle de Payán. También entre nosotros ha existido la costumbre de poéticamente bautizar las ciudades según las gentes: Titograd, por ejemplo, o Kardeljevo (que el difunto Jovan Hadzi-Kostic articuló Titovo Kardeljevo), también Zrenjanin en su época y por corto tiempo se llamó Rankovicevo.

Popayán es una ciudad pequeña, pero un importante centro universitario. A fin de darnos una imagen la compara con nuestra Novi Sad.

Mi madre, Adela Vekaric, de origen raguzino (Dubrovnik), era ya conocida en Antofagasta, Chile como poeta. Pero, cuando la mujer se casa por amor, suceden cosas curiosas: cambia su mundo, acepta vivir en otro país y deja de escribir, toda su vida se orienta a la familia, a los hijos. De todas maneras, siempre me sentí orgulloso por ella. Tal vez por eso he añadido a mi apellido su apellido Vekaric, una de las más antiguas familias de Dubrovnik.

En la juventud todos son sinceros izquierdistas, pero cambian con el tiempo, se muestran hombres tolerantes de centro o se van al otro extremo y se convierten en recalcitrantes conservadores… Es la regla en Colombia.

Pero permanecí siendo Poeta – reconoce Sandoval, y aun cuando el tiempo me camina mi espíritu le sigue la marcha al hombre joven.

La ley de la atracción

Los ricos viajan, los pobres emigran. Así un día cambió Popayán por Bogotá. El periódico “El Tiempo’’ publicó su primer poema, toda una página del suplemento literario. Tenía por título ‘’Regresará el soldado’’, poema dedicado a un compañero que perdió la vida en Corea siendo un voluntario del Batallón Colombia. El pequeño libro para ser exactos apareció meses antes editado por una imprenta clandestina. Se firmó Paul Disnard. Poco después apareció una colección de cuentos ‘’Las dos noches de un día muy largo’’. El nombre le quedó para toda la vida.

Dice que en él hay dos curiosos personajes, uno es Sandoval-Vekarich al parecer un hombre común y corriente, el otro es Paul Disnard, escritor a la sombra. Este otro el mismo no lo conoce completamente, es un ser misterioso.

Escribe en español. Se le traduce.

Entonces no le importaba su origen, pero esa necesidad sorprende al hombre con el correr del tiempo. Pero sucedió.

Antón Mitrovich era un ingeniero yugoslavo emigrado de Mostar. En el salón de su casa encontré varios ejemplares de la revista ‘’Yugoslavia’’. Por primera vez a través de sus páginas supe algo más del país de mis ancestros. Una sensación indescriptible. Era un amor a primera vista. Conocí la ley de la atracción. Pero, ¿cómo llegar allá?

Apareció Alfonso. Me invitó a conocer a Irene, según él, una bella e inteligente joven mujer. Imposible, pensé. ¿Cómo es la cosa? ¿Bella o inteligente? Fuimos por ella, realmente una arrogante y hermosa morena. Me había equivocado y me enamoré locamente de ella. Pero ella un día decidió terminar sus estudios de Antropología en la ciudad de México. Ya no podía sin ella y también un día fui a buscarla.

-Me encantó México, era una inmensa y fabulosa aldea que jamás había visto, en sentido positivo, una aldea mágica y Chopo era quizá el barrio más mágico de todos. Allí en Chopo vivía mi amigo el poeta mexicano Horacio Espinosa Altamirano. Le hablé a Horacio de mis dos amores. Por Irene levantó indiferente los hombros, pero por Yugoslavia sonrío feliz y me dio en las espaldas unos golpecitos amistosos de comprensión y orgullo. ¡Yugoslavia!

Del Poema “La Gran Señora de la Luz”

(a raíz del bombardeo de la OTAN a Serbia. 1999)

… arriba, muy arriba los buitres rondando el cielo, abajo a pleno pulmón de la tierra, sobre los arcos y vigas de acero que cubren las aguas un pueblo corajudo aliado con la muerte reclama la vida. Nunca vencidos, predispuestos siempre a la victoria (traducción de Biljana Bukvic al español)

Decidí visitar al general Ljuba Ilic, Embajador de Yugoslavia en México en aquel entonces, y le expliqué mis inquietudes. Un hombre extraordinario. A través de Ivo Frol, director del Instituto para el intercambio de estudiantes, intervino para que me aprobaran una beca, entretanto me dio trabajo en la embajada para que me ganara algunos pesos para mi viaje.

Tenía ahorrado lo suficiente para viajar en barco, en tercera clase, en cubierta. Pero en la Agencia Marítima echaron por tierra mis planes. Me informaron que los cupos estaban vendidos ya con tres años de anticipación pues los jamaiquinos miembros de la Comen Welt viajaban a Inglaterra. Pero entusiasmado por Horacio Espinosa Altamirano escribí a la dirección general de la Navegación Italiana, con sede en Venecia. ¡Oh, agradable sorpresa! Me concedieron un descuento del 50% para que pudiera viajar en Primera Clase.

Un Colombiano rebelde

Roma, Venecia, finalmente la frontera yugoslava, otoño de l956.

Mi pasaporte estaba en regla, pero había dudas a causa de mi maleta llena de libros. Por suerte andaba por allí un soldado que hablaba español y dilucidó todas las dudas. Por último Belgrado. Ciudad de fábula, pero yo no conocía una sola palabra del idioma serbio. Me alojaron en la Casa de Estudiantes “Ivo Lola Ribar’’. La primera tarea, aprender el idioma.

Se inscribió en la Facultad de Filosofía, Departamento de Etnología. Cuando el Profesor Trifunovic decidió por capricho “rajar’’ en los exámenes a todos los estudiantes, fue a presentarle su indignación al Decano. Al Profesor durante un semestre se le prohibió examinar a los estudiantes. En esa ocasión les salvó la beca a varios estudiantes. Renunció a la suya cuando le ofrecieron trabajo en Radio Belgrado, Ondas Cortas, Programa de Emisiones al Extranjero.

Sucedió que un veterano periodista cometió un lapsus, quizá puso en boca de Tito las declaraciones de otro estadista. Lo suspendieron. Eso puede sucederle a cualquiera, declaró defendiéndole de otras falsas acusaciones, lo que va al éter muchas veces no se memoriza, pasa y se olvida. Aquel poco después enfermó y murió. Encontró días después al llegar a la redacción sellados y con candados los cajones de su escritorio: las llaves, le dijo alguien, las tiene el jefe de redacción. “¿Fui acaso sospechoso de algo? Decidí no ver al jefe de redacción, por lo contrario fui a contratar los servicios de un abogado.”

Fue el primer periodista en ganarle el pleito en un juicio a Radio Belgrado, fallo que aprobó también el Alto Tribunal. Pero se marchó porque así lo quiso él y no porque otros lo quisieran.

Asimismo sospechoso en Colombia por alguno de sus poemas dedicado a Yugoslavia, más aun cuando hubo otros sobre Serbia.

Ha seguido con dolor la fragmentación de Yugoslavia y escribió un poema por el cual fue distinguido como uno de los descendientes de aquellos que no se quejan de su destino sino que lo forjan. Recibió la nacionalidad yugoslava y por ende serbia.

También su nuevo pasaporte. Se quedaría en Belgrado un poco más de tiempo, pero los ahorros se esfuman y ya no está en la edad de viajar incluso en la cubierta de un barco.

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