En el ámbito del conflicto armado, las niñas y niños son víctimas de múltiples hechos victimizantes: el desplazamiento y reclutamiento forzado, la exposición a minas antipersonales, la violencia sexual, los crímenes individuales contra su integridad, la incorporación a los comercios ilícitos, y acciones delictivas de control social por parte de los grupos armados no estatales. Con ello se pone en riesgo su vida y supervivencia, y se están interrumpiendo sus procesos de educación y desarrollo.
Adicionalmente, las niñas y niños tienen afectaciones psicosociales, sufren hambre, desnutrición y desprotección, no cuentan con opciones de recreación ni participación. A esto se suman situaciones que afectan a sus familias y cuidadores: desintegración, desestructuración, debilitamiento de los lazos familiares, deterioro de sus capacidades y competencias de cuidado, protección y provisión. También, particularmente las niñas están más expuestas a situaciones de abuso y explotación sexual, al trabajo doméstico y al abandono escolar, en la medida en que terminan asumiendo el cuidado de los hermanos.
Por ello, niñas, niños y adolescentes son las víctimas más indefensas y vulnerables del conflicto armado, especialmente en la población desplazada, lo que conlleva a que sufran pérdidas irreparables de etapas fundamentales en el proceso de crecimiento. Por ejemplo, en la construcción de vínculos sociales y afectivos, el desarrollo de sus capacidades, habilidades y potencialidades, el desarrollo de las bases para la comunicación, entre otros.
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