
Imagen de referencia, tomada de: http://wp.presidencia.gov.co
Muchas gracias, presidente Santos
A escasas semanas de dejación del poder, después de ocho años de gobierno, podemos afirmar con contundencia, que Juan Manuel Santos entrega un país mejor. Un gobierno de corte liberal, respetuoso de la teoría de la separación de los poderes, consciente del papel de Colombia en las relaciones internacionales, con un fuerte impacto en economía social, nunca antes visto en nuestra historia contemporánea tendiente a la disminución de las desigualdades, con confianza inversionista; inversión económica que viene permitiendo el mejoramiento socioeconómico de miles de familias colombianas, que se traduce en viviendas gratuitas a casi medio millón de familias destechadas, aumento de la cobertura y la calidad de la educación, gratuidad educativa de los grados cero a once, millonaria inversión en infraestructura vial, etc.
Como lo ha señalado el propio presidente, será la historia la encargada de evaluar sus ocho años de administración. Santos ya tiene asegurado un escaño en la historia por sus esfuerzos en la tramitación y consecución de la paz.
No se puede desconocer, que tras el acuerdo de paz con las Farc, el país respira un nuevo aire, el aire de la reconciliación. Después de cuatro años de largas y duras jornadas, de diálogos y discusiones, de inconvenientes por doquier; de no pocas adversidades, de paciencia inalterable, se logró la firma del acuerdo definitivo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc. El mejor acuerdo posible -señaló en su momento- Humberto de la Calle-, líder negociador en La Habana.
Después de casi seis décadas de guerra, caracterizadas por acciones terroristas, secuestros, reclutamiento de niños; de violación de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario, el país tiene la posibilidad de transitar el camino de la paz y la reconciliación nacional.
El acuerdo de paz definitivo, como bien los advirtió el presidente Santos, es inalterable, contrario a lo que piensan los detractores del proceso de paz que han puesto una serie de reparos y obstáculos a las negociaciones y al acuerdo definitivo. “Esto no tiene reversa”, ha enfatizado el presidente Santos.
El país debe entender que llegó la hora de ponerle fin a un conflicto que ha dejado miles de muertos, secuestros, desplazamientos forzados, afectaciones a la población civil, daños a la infraestructura nacional, desconfianza de la inversión extranjera y mucha secuela de pobreza y de miseria.
La posibilidad de un país en paz, haría más fuerte el régimen político democrático: mayor apertura política en un país donde los partidos tradicionales y otros apéndices de los mismos han monopolizado el poder; un nuevo país donde los recursos económicos antes empleados en la guerra, se inviertan en la atención de las demandas sociales que tienen a Colombia en condiciones de extrema pobreza, etc.
Inversión económica en el campo y prosperidad de ciudades y pueblos, deben ser los retos de los nuevos gobiernos, que nos vislumbren un país transitando los terrenos de la modernización con modernidad, es decir, progreso económico con desarrollo social; atención de las profundas desigualdades socioeconómicas tras el logro de un país incluyente, tolerante, con una cultura política que priorice el diálogo para dirimir las diferencias entre los colombianos.
Que estos cambios no podrán darse de la noche a la mañana, es cierto, pero con el compromiso de todos los colombianos, podemos realizar los sueños que exigen la construcción de la cultura de la paz.
La reciente aprobación del Congreso de modificaciones a lo acordado en la Justicia Especial para la Paz, se espera, sea inexequible por dictamen de la Corte Constitucional. Siguen las expectativas al respecto.
La coyuntura histórica por la que atraviesa el país no está para odios ni mezquindades, la paz es una necesidad y una prioridad. Esto lo debe entender muy bien el nuevo gobierno. No se pueden hacer trizas los acuerdos de paz. Colombia no puede involucionar a épocas aciagas de sangre y de terror.
Si reconocemos que Santos ha sido capaz de entregarnos un país en paz, debemos darnos por bien servidos los colombianos. El presidente se la ha jugado toda por la paz; ha arriesgado su capital político, su bienestar personal y la tranquilidad familiar. Si la historia es capaz de demostrarle no sólo a las Farc, sino también al resto de compatriotas cansados de tanta guerra, de tanta sangre derramada y de tanta pérdida material, de que la paz es una empresa rentable que a todos favorece, podemos asegurar con contundencia que el presidente le ha cumplido al país.
Está en nuestras manos la decisión de construir la paz. De ofrecerles a las próximas generaciones la posibilidad de estar tranquilas. De respirar en condiciones de seguridad y de dignidad. Con la paz todo lo bueno será posible. Si continuamos en guerra, será la historia la que nos pasará la cuenta, obviamente onerosa y cruel. Por sus esfuerzos de paz, muchas gracias, presidente Santos.
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