La posesión del nuevo alcalde de Cali en la ladera de la ciudad es un símbolo que debe materializarse con menos rimbombancia y más efectividad. Dicha posesión deja entrever varias cosas: en primer lugar, que Armitage será un alcalde con inclinaciones populosas, lo cual si se sabe mesurar no es acerbo; en segunda parte, que su compromiso con los sectores deprimidos de Cali parece que va enserio, en su discurso el nuevo alcalde demostró su disposición por contribuir en la disminución de la pobreza, el aumento del empleo, y la incentivación por proyectos de desarrollo. Hasta aquí bien por Maurice Armitage, y por consiguiente, bien por Cali.
Hay que decirlo: este alcalde se caracteriza por su carisma empresarial y su humanismo, cualidades necesarias para la administración de una ciudad con estructurales problemáticas que el gobierno de Rodrigo Guerrero en algunos casos mitigó, -verbigracia, la reducción en la tasa de homicidios-, y en otros escenarios se quedó en veremos, -ejemplo, la expansión urbanística en desmedro del entorno natural-.
Armitage tendrá varios retos. Por un lado, debe seguir consolidando a Cali como un escenario donde se celebran importantes eventos culturales y deportivos, algo que el anterior alcalde llevó a cabo con suficiencia. Pero además deberá incentivar otro tipo de actividades, como lo son las artísticas, por decir algo, el auge de producciones de cine por parte de caleños egresados de las escuelas dedicadas al séptimo arte deberían estimularse financieramente; ello podría venir de la mano de un plan que busque darle apertura a espacios donde la difusión sea más equitativa.
La alcaldía también debería tener un papel más importante en la Feria del Libro de Cali (FILCA), la reapertura de esta fiesta le abre las puertas a otro tipo de cultura, que va muchos más allá del licor y la gozadera, y de paso desmantela esa hegemonía –salsa y rumba– que algunos ingeniosos han querido hacer de la ciudad.
A mi modo de ver, la administración de Guerrero en estos respectos fue tímida. Pero el nuevo alcalde es empresario y sabe que de esto se puede hacer una plataforma no solo cultural sino económica.
Por otro lado, otro reto al que se enfrentará es el relacionado a la minería ilegal en los Farallones. Como lo ha establecido la Personería Municipal de Santiago de Cali la minería está causando estragos en las fuentes hídricas, y en consecuencia, está afectando ecosistemas cuya fragilidad los hacen más vulnerables. El alcalde debe buscar los mecanismos que permitan que este negocio deje de prosperar, pero además debe intervenir en otros actores que contribuyen en el menoscabo del entorno natural, pues, como lo estableció el estudio de la Personería, la vitalidad de los Farallones está siendo minada por actividades legales como la ganadería y la agricultura extensiva.
Esta problemática es más seria de lo que parece: los Farallones abastece de agua a más de 500 00 personas en Cali y Jamundí. El mercurio y cianuro que los ilegales utilizan para la lixiviación del oro podría terminar en una calamidad pública, máxime si se considera que la minería criminal viene en aumento, entre 2014 y 2015 los socavones aumentaron en un 142,62% (61 a 148).
En mi opinión, a Guerrero le faltó una política en función de desalojar a los perpetradores de este ecocidio. No hubo ni medidas ni acciones sustanciales. La prensa y los medios de comunicación debieron ser más persistentes en este flagelo, en las entrevistas con el alcalde saliente no existió preocupación alguno por esto que aquí se describe.
Y así, otro reto que enfrentará Maurice es el relacionado al desplazamiento intraurbano. Lo que pasó hace unos meses en Potrero Grande no es de poca monta. Es inconcebible que en la ciudad existan administraciones ilegales que hacen con “sus” territorios los que le viene en gana. No hay que ser perspicaz para entender que en Cali hay un apartheid que los dirigentes han sabido ocultar. El alcalde, que dice que gobernará en las calles, debe crear políticas en función de erradicar esto, y tener el necesario discernimiento que le permita hallar las manzanas podridas de la institución que debería evitar eso que sucedió en Potrero Grande; es evidente que sin la condescendencia de las autoridades dichos desalojos no serían ejecutables.
En infraestructura la situación no es mejor. El caos en que se están convirtiendo las calles de Cali hace méritos por llegar a lo que pasa en Bogotá. El MÍO sigue sin colmar las expectativas de los pasajeros, de ahí la proliferación de los transportes informales.
El alcalde debe ingeniarse una fórmula que permita mejorar el servicio que ofrece el transporte masivo, que, la verdad sea dicha, en términos generales es efectivo; y debe buscar soluciones que vayan mucho más allá de las necesidades del sector automotriz.
En mi opinión, el quid del asunto está en pensar en los habitantes de una ciudad que de a poco van entendiendo que el transporte alternativo (bicicleta) puede suplir el tradicional. Por eso se necesitan más ciclorutas y crear una campaña que desnude las inmensas bondades que este transporte le genera al medio ambiente, a la ciudad y al cuerpo humano.
Quedan por fuera varias cosas, de las cuales no obstante han aludido algunos medios como El Pueblo y El País.
Ojalá Armitage tenga la capacidad de administrar esta ciudad de la manera correcta, hasta ahora se ha mostrado como un buen ejecutor, un buen ser humano, y un abanderado por la paz.
En dos años se podría hacer un repaso. Por lo pronto, el beneficio de la duda, acompañada de un buen presentimiento: este alcalde parece no tener intereses mezquinos.
Deja Una Respuesta