Los que no tenemos ni dinero o poder
valemos menos que un caballo, un perro, o una luna llena…
Así lo entendieron los antiguos.
Así certifica el presente.
Los héroes siempre murieron jóvenes. H.A.T.
Esta semana se suicidó un joven universitario de veinte años, sumándose a las altas estadísticas de los últimos meses. Decidió de pronto cortar con su propia mano el hilo absurdo de su existencia, como cualquier héroe griego antiguo, eligiendo una muerte heroica y en plena juventud a la deshonrosa pobre y larga vejez.
Para el griego, el lastimero estado de deterioro del cuerpo y del alma, que se alcanza inevitable con los años, era un deshonor. Concepto que maneja después de treinta siglos el escritor y cineasta caleño autor de: “¡Qué viva la música!”.
Para los helenos (no los de Santander-Colombia) había que morir a la mayor brevedad, preferiblemente en batalla, antes que fuera demasiado tarde, antes de que los alcanzara desprevenidos el deterioro. Los jonios, (no lo jodidos) que a través del mito explican todo acerca del sentido de la existencia humana crearon el mito de la diosa Aurora y su amante Titón. La deidad solicitó a su padre Zeus, el señor del Olimpo, le albergara en su Tálamo a su querido amante, pero olvidando solicitarle que se lo dejara joven por toda la eternidad. Pero ocurrió que la desmemoria de Aurora, le costó a Titón el tormento del envejecimiento sin retorno.
Hoy el suicidio por influencia del catolicismo, que paradójicamente lo niega, siendo ella misma la doctrina que avala la muerte como potencia suprema, sin considerarlo como una lúcida y libre determinación intelectual en confrontación existencial con el absurdo del mundo, como lo reveló el argelino-francés Albert Camus. Adoptando el joven en mención el método, descubrimiento que se le convirtió en exigencia estética, al existir en un país que no le ofrecía nada.
A Sócrates, el filósofo ateniense, también los dueños de la vida y del poder lo obligaron a eliminarse por mano propia como siempre lo han hecho con el pensamiento a lo largo de la historia. Y él lo hizo con una pócima de cicuta frente a sus pupilos, porque había remplazado la creencia dogmática en los dioses por la razón… Y el maestro Sócrates la bebió sin pestañear. Hoy en el país se aparece todos los días la Virgen, pero todo el tiempo desaparecen la gente como en un circo medieval de magia negra. El Estado capitalista lo hace siempre cuando a la gente margina, mata de hambre, o deja desempleada, mirando las nubes como así hizo años atrás con los empleados de Telecom.
“¡Bien hiciste en matarte!”. Le dijo Julio Flórez en un poema al poeta José Asunción Silva el día de su suicidio, cuando sus enemigos comerciantes y curas arrojaron su cuerpo al basurero de la aldea bogotana. Hoy le digo lo mismo al joven con nombre de escritor muerto esta mañana.
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