La Superintendencia de Industria y Comercio, sancionó a fabricantes de cemento, encabezados por Argos, Cemex y Holcim, por ponerse de acuerdo, debajo de la mesa, para nivelar por lo alto, precios del bulto, siendo líderes en carestía en Latinoamericana, y además repartirse el mercado en diversas regiones del país.
Después de reciente crónica de Gossain denunciando exagerados precios de las medicinas en el país, con relación al Ecuador, Venezuela, Brasil y varios países europeos, se conoció que grandes laboratorios multinacionales habían integrado otra especie de ‘cártel,’ parecido en esencia, al que en sus buenos tiempos, conformaron capos de Cali y Medellín, controlando la producción, tráfico y precios de la cocaína en los mercados nacional e internacional.
A raíz del paro agropecuario, algo parecido han denunciado productores de papa, cebolla, maíz, algodón, etc., sobre los exagerados costos de abonos, herbicidas y demás agroquímicos, comparándolos con países vecinos.
En el sector bancario, amparados en el Banco de la República, que fija la tasa de usura, la mayoría de bancos del país también han conformado algo parecido a un ‘cártel’, fijando los intereses al máximo de la tabla, cuando de prestar se trata, y además enganchándole al usuario la maquina ordeñadora de cobros hasta por pisar una sucursal o un cajero para averiguar saldos, hacer retiros, giros, pagos, uso de tarjetas y otras diligencias de los ‘bancarizados’ por presión o voluntad propia.
Algo parecido sucede con los precios en Colombia del azúcar, que cuando bajan en el mercado internacional no lo hacen en el país, pero se disparan cuando suben, sin contar los exagerados subsidios que paga el gobierno a fabricantes de biocombustibles a partir de la caña y palma africana (Riopaila, Ingenio del Cauca y otros).
En fin, muchos ejemplos nos ilustran la realidad de una economía colombiana que por décadas, ha servido al gran capital nacional y extranjero, tanto en el período de economía autárquica, con el mercado cerrado a las importaciones y libertad de precios; como en la apertura total, después del gobierno de Gaviria, (1990-94), y a mayor velocidad, durante el octaenio uribista, iniciando la negociación de más de 20 Tratados de Libre Comercio, TLC, que garantizan a los capitalistas poderosos ganancias exageradas, además de permitirles imponer condiciones de producción y mercadeo para arruinar a los pequeños productores y obligarlos a usar sus ‘semillas certificadas’ e insumos agrícolas a costos por las nubes.
Mientras en la mayoría de países vecinos donde gobiernan partidos con orientación socialista, controlan ganancias del gran capital en diversas actividades económicas, en Colombia, seguimos atrapados en sus fauces voraces multiplicando ganancias, con mayor razón, donde dan papaya y las ‘superintendencias’ son inoperantes.
El actual gobierno comprendió que a violencia de guerrilla, paras y delincuencia común y profunda desigualdad socioeconómica, imperante en ciudades y campos colombianos, no podía combatirlas a punta de militarización. Medidas como las de reconocimiento a víctimas de violencia, restitución de tierras a desplazados, subsidios de salud, educación, Familias en Acción, Colombia Mayor, etc., son paños de agua tibia que tratan de ‘cerrar la profunda grieta’ que divide a la elite del capital, concentrando tierras y ganancias y mayorías sobrevivientes con insuficientes ingresos fijos, o del rebusque.
En la mayoría de países latinoamericanos ya rechazaron la entrega total a los ‘cárteles legales’ y los duros apretones económicos, a que por décadas los sometió el neoliberalismo que impusieron Mr Reagan y Mrs Tatcher, desde los años 80 del siglo XX. Esto se reflejó en las urnas y en Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Uruguay, gobiernan partidos de orientación socialista, que a pesar de errores, han mejorado condiciones de vida cotidiana de las mayorías, con medidas como el control de precios a las drogas, insumos agrícolas, combustibles, alimentos, etc.
En Colombia, gracias a la imagen negativa que sobre la izquierda democrática irradiaron las Farc y debido a torpezas de algunos líderes de diferentes grupos, prosperó el octaenio del auge neoliberal impulsado por Uribe, favoreciendo las grandes ganancias y concentración de capitales y tierras en pocas manos, e impulsando la guerra a muerte contra guerrillas a las que no pudo exterminar, como prometió.
Para las próximas elecciones, Santos intentará concretar la paz e impulsar reformas tendientes a ‘cerrar la brecha’ en la inequitativa sociedad colombiana. La sanción a los cementeros y el control de precios a las medicinas así lo demuestra. El uribismo resucitará la zanahoria y el garrote para el pueblo, mientras complace y subsidia al gran capital; y la izquierda democrática intentará cuajar un movimiento que nuclee a millones de descontentos, que en sus momentos apoyaron a Carlos Gaviria o al autodestructivo Mockus, que en plaza pública, hizo más daños en contra de su candidatura presidencial, que un mico en un tejado.
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