LOS CANTOS DE VAQUERÍA
He sido afortunado a lo largo de mi vida en tener amistades con mujeres. Jóvenes, maduras y de edades más sabias. Me han hecho mirar la existencia con un encanto diferente al que muestran los relojes, los horóscopos o los manuales de superación. Claro las amistades han ido cambiando de cara y de voz y de mirada. Unas son más agudas, otras románticas y tiernas y otras algo melancólicas. Todas con el aroma del paujil, el corozo, la sabana y el morichal.
Escribí hace unos días sobre los «menesteres» en que se ocupa el trovador o poeta o soñador. Y yo soy soñador desde niño. Nunca fui serio ni solemne. Aunque estudié para ello. Y por eso me retiré. Soy un soñador. Tengo por menester meditar, echar a volar la imaginación, irme por la escalera que algún pintor me metió por los ojos en mi memoria. Era larga, con flores a lado y lado, con espinas, alas, olores y resinas de cielo y dolor.
La linda poeta llanera Lizneira Roncancio leyó mi texto sobre el reconocimiento que ha hecho la Unesco al vetusto Mester de Vaquería que tuvo otros menesteres como antecedentes en la Edad Media baja.
Me ilustra Liz y me dice llana y sincera que habrá que aclarar que este «género» de la Vaquería tiene cuatro vertientes en el «menester». Se duele ella que hay costumbres en la región llanera sin explorar. Aún más, ella se queja del resquebrajamiento de este menester tan arraigado en su tierra, desvertebrado de la nacionalidad, en general.
Me ilustra sobre cuatro cantos en la Vaquería. El de «ordeño» que se ocupa de entonarle a la vaca una tonada mientras brinda sus pezones para extraer el blanco elíxir para nuestro alimento. El de «arreo», cuando el gañán o cuidador de la manada se preocupa de llevar por buen camino hacia el lugar de buenos pastos o devolverlas a su corral de cuido. Una tercera práctica o costumbre es el «menester de amansar». Porque es un arte el saberlas tratar para que no se hieran o se estén quietas en el momento del ordeño.
Un cuarto menester, es el de «vela». Consiste, explica Liza, en el arte de cantarle a estas semovientes cuando están intranquilas y no se pueden dormir. Bellísima ocupación de una trovadora o trovador. Ha de inventar una tonada, para calmar la ansiedad de las señoras vacas en las etapas de su vida. ¿Quién dijo que no se puede arrullar a las vacas aunque ya estén grandes y teman perder su sueño o su leche? Ellas también se preocupan y la noche es mala consejera para quienes tienen quehaceres. Dan vueltas y vueltas en el pastal y no pueden descansar.
Y he encontrado que existe el canto del cabestreo, cuando se las está llevando al sitio de buenos pastos, dice María Alejandra Calderón.* Podría ser el mismo arreo.
Para quien no ha estado al pie de la vacada y los toros en el Llano, estos «menesteres» poéticos y musicales son puro secreto y novedad gustarlos.
04-01-18 10:35 a.m.
* https://www.radionacional.co/noticia/los-cantos-de-vaqueria-la-voz-del-llano
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