
Legislar a fondo las relaciones con el pueblo indígena / Por Santiago Zambrano Simmonds / zambrano_santiago@hotmail.com
Creo que la mayor preocupación que tenemos los caucanos sobre nuestro territorio es la que tiene que ver con la relación entre los diferentes grupos humanos que habitan este Departamento, las cuales están cargadas de prejuicios de parte y parte. Llama poderosamente la atención que desde la constitución del 91 no habido ningún congresista, ni gobernador que se haya propuesto sinceramente inducir al Estado colombiano para que legisle a fondo sobre esta materia. Los resultados están allí, un departamento lleno de retazos y contradicciones sin ninguna viabilidad como región.
Legislar a fondo implica que se establezca el conjunto de leyes para que exista un marco legal que de sosiego a sus habitantes y ya con estas leyes cada uno de estos grupos en su auto-determinación se labre su futuro, no podemos permitir que se siga legislando, planeando y haciendo Estado de acuerdo a la excitación propia de un paro.
Pero ¿qué hacer? ¿Qué proponemos? ¿Qué han hecho otros países?
Creo que lo primero que hay que hacer es considerar nuestras propias realidades pero también estudiar lo que han hecho otros.
Revisando un poco se puede concluir que en toda América la política indigenista es generalmente de corte asistencialista con el fin de proteger sus espacios y cultura. Tendrá la humanidad que evaluar si ese es el camino correcto pues aún en Estados Unidos que es donde más se ha avanzado en las relaciones entre una nación mayoritariamente “NO indígena” con sus pueblos nativos, el rezago es evidente pues por ejemplo un “nativo americano” tiene una esperanza de vida 5 años menor a la de un “blanco” y las muertes por alcoholismo, drogas y suicidio son muy superiores al promedio nacional.
Pero comparados con el resto de los pueblos indígenas de Latinoamérica su desarrollo es mayor. Allá los territorios de “nativos americanos” son considerados “naciones domésticas dependientes” bajo el tutelaje del gobierno federal; la relación con ellos es mediante tratados; tienen derecho a autogobernarse, a tener sus propias autoridades; sus leyes son válidas en su territorio y sólo están por debajo de la constitución y las leyes federales; los delitos penales cometidos por no-indígenas dentro de su jurisdicción tienen una primera instancia tribal pero los tribunales federales tienen jurisdicción y aquellos cometidos por los indígenas fuera de sus territorios son de la justicia ordinaria; en sus reservas pueden cobrar impuestos a menos que exista una ley expresa del gobierno que la impida; poseen el derecho sobre el agua, la minería, los recursos forestales y los juegos de azar; el Congreso es el único que puede limitar su autonomía y todo aquello que no queda expresamente estipulado en un tratado se entiende como parte de la soberanía autónoma. Respecto a la posesión de las tierras tienen derecho a ocuparlas pero no a venderlas, ni hipotecarlas pues son del gobierno y sólo pueden ser arrendadas a una persona no-indígena con la aprobación expresa del Secretario del Interior, y si los indígenas compran tierras, estas no están bajo el tutelaje del gobierno.
Al leer esto queda claro que nada de lo que han reclamado los indígenas aquí es algo estrambótico pero también a diferencia de los de aquí, los de allá tienen clara la finitud de las tierras tanto así que solo el 40% de su población vive en las reservas, los demás están metidos en el aparato productor del país, ayudándolo a construir y no se han quedado como simples espectadores, afirman algunos de ellos: “No hemos dejado de ser indígenas porque usemos ropa moderna y celulares, viajemos en autos, tengamos empresas exitosas o incluso hablemos bien el inglés. Somos indígenas porque tenemos una identidad propia, una historia remota y una cultura diferente que nos hace sentir orgullosos y nosotros hemos sobrevivido a cada contexto histórico porque hemos utilizado las herramientas existentes en cada época. Ahora es necesario prepararse, conocer las formas de generar dinero y usar las ganancias para promover nuestra cultura”. En Oklahoma los indígenas son dueños de varias empresas de juegos, manufactura y tecnología.
Atemperando lo de allá con lo de acá se debe reconocer que con la independencia, el hoy Estado colombiano reemplazó a la Corona Española que previamente tenía unos acuerdos con los nativos de aquí los cuales pueden ser revisados, eso sí, aceptando que todos somos una realidad y que los mestizos hoy dueños de esa tierra se les debe proteger pues su indemnidad es por lo menos igual a la de los propios indígenas, y sólo así llegar a un acuerdo para su compra. Una vez acordado lo anterior, por qué no, hacer nuevos tratados con “naciones domésticas dependientes” las cuales deben estar perfectamente delimitadas como son todas las naciones del mundo.
Mientras tanto, los indígenas de aquí deben tener claro que los mestizos en zonas de frontera no son sus enemigos y que ellos, independientemente de su condición económica, no son los culpables de lo sucedido durante la conquista europea; también deberían aprovechar de no cometer los mismos errores que cometieron los de allá fortaleciendo desde ahora sus poblaciones y su estructura enfocada hacía la sostenibilidad de su pueblo para que no les pase a ellos lo que sucedió en Tulsa y Oklahoma City, no pueden seguir creyendo que progresar es comprar casas en Popayán.
Esperemos que los próximos congresistas del Cauca, ojalá nuevos, tengan en su agenda pacificar el Cauca para que alguna vez seamos un pueblo intercultural.
Coletilla sobre la verdad: Podrá la gente estar o no de acuerdo sobre la forma como los senadores Claudia López y Jorge Robledo hacen sus denuncias sobre corrupción, algunos los acusan que sus móviles tienen oscuros intereses, tratan de enlodarlos para dejarlos al mismo nivel de las personas que han descubierto traficando influencias y robándose lo público, pero lo más curioso es que nadie les ha dicho que estén faltando a la verdad.
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