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Una persona con ínfulas de vaca sagrada en una empresa o institución es siempre un problema. Es difícil motivarlo para capacitarse o realizar cambios para brindar mejores servicios. Y frente a la tozudez bobina de estos animales, por duro que sea, hay que hacerles entender que si bien todos somos importantes, nadie es imprescindible, y para ellos, se tienen armas como la jubilación, la indemnización, los trasladarlos, el despido, el desprecio social, y la dulce venganza.
Nadie puede negar que hay «vaquitas sagradas» buenas gentes, responsables y hasta agradables que ejercen liderazgo positivo, e incluso, que al estar en la rosca (política o social) ayudan a los demás con sus buenas relaciones. Pero son pocas.
La mayoría son vacas sagradas negativas, gente que se cree la mamá de todos los pollitos juntos. Pendejos (o pendejas) que se las dan de importantes con grosería incluida. Mierditas orgullosas que se creen intocables hasta de la mano de Dios, porque tienen un carro, un celular costoso, belleza o golpecitos de suerte…. (cosas que se compran y no duran, pero nada en el cerebro, cero en espíritu, cero en la cultura)
Las vacas sagradas, además de tener ego de insoportables creen que tienen privilegios incuestionables, y se las dan de superimportantes. Creen que nadie les puede cuestionar, asesorar o recomendar algo, y mucho menos despedir por meter sus patas de animal cuando la embarran. Ante su presencia muchos bajan la cerviz. Lo que ellos no saben es que la gente no baja la cabeza por respeto, sino para evitarlos, para no reírseles en la cara, o para no escupirlos por despreciables.
Despedir una vaca sagrada del trabajo no es tan fácil como hacer hamburguesas de carne de vaca lechera. Porque generalmente estas alimañas suelen tener buenas relaciones políticas que los sostienen en el poder; y de allí su seguridad y vanagloria. Los hay que tienen platica heredada, y otras veces algún título nobiliario, cuando no uno académico que los avale como «doptor de la santa madre iglesia del orgullo bruto».
Una vaca sagrada es más dañina que un terremoto: entre sus proyectos de vida están el impedir que otros surjan porque se cree el único inteligente, el único capaz, el único importante; y por ello, todo a su alrededor se estanca, y si por casualidad surge algo notorio debe llevar su firma, porque a las vacas les gusta ganar indulgencias con camándula ajena. Cuando no, robarse los proyectos, plagiar documentos, etc.etc.
Cuando la vaca sagrada es el jefe, la cosa se complica porque usualmente su palabra (creé él) debe ser única y venerable, sus ideas son leyes universales y no se les puede contradecir. Su (odiosa) voz no pide favores sino que grita órdenes, y sus órdenes son incuestionables; y por tanto, la salud mental de todos sus subalternos se pone en riesgo.
Pero encontrarse una vaca sagrada con «fiebre de vaca loca», es el acabose. Ojala a usted, amigo lector, no le toque convivir con «una tragedia» de éstas. De todas maneras pregúntese ¿Hay en su lugar de trabajo alguna vaca sagrada? ¿Es usted una vaca sagrada? Lo invito a recortar este articulo para déselo a su vaca sagrada favorita.
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