No fue la intervención del presidente Putin de Rusia y otros gobernantes ante el presidente de los EE:UU , Barak Obama, para que desistiera del eminente ataque a Siria por la utilización de armas químicas, sino las oraciones que invocó el papa Francisco por la paz y una salida pacífica al conflicto que tantas muertes inocentes ha dejado esta guerra.
En una carta, San Pablo escribe al joven Obispo Timoteo, pidiéndole que “ante todo se ore en particular por los jefes de Estado y demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido”.
Esto fue precisamente lo que hizo el Papa Francisco al convocar a esa insólita jornada de oración y ayuno la víspera de la Fiesta de la Santísima Virgen María el pasado 7 de septiembre. Francisco sabe bien lo que está en juego para la humanidad, no sólo por la inminente amenaza de guerra en Siria, sino que también mencionó en su convocatoria “todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo”.
Cierto que el llamado del Papa era por tratar de evitar la guerra en y por Siria, pero también contemplaba situaciones de conflictos, agresiones, excesos, atropellos, violación de derechos en otros países. Cada ciudadano agredido sabe que el Papa pidió que se orara también por su país y por sus autoridades.
Pero ¿por qué el Papa agregó el ayuno? Es que Jesús lo dijo: “algunos demonios salen sólo con ayuno y oración” (Mt 17, 21).
El Papa buscó ser eficaz en su llamado a la paz. No sólo invitó a orar, sino también a ayunar. No sólo presentó la postura de la Santa Sede proponiendo la paz, sino que se movió diplomáticamente con la carta que envió a la reunión del G20 que tenía lugar en San Petersburgo, pidiendo diálogo para evitar el enfrentamiento.
Pero también fue valiente e intrépido al convocar a la jornada de oración y ayuno la víspera de la Fiesta de la Santísima Virgen María, fecha en la cual Caloto, en el Cauca, en las festividades de la Niña María también respondió. Respondió la gente de Roma y los peregrinos, los católicos y los no católicos, y muchísimas personas de buena voluntad alrededor del mundo.
Estamos ante un máximo jerarca de la iglesia católica que está convenciendo por su carisma, humildad y valentía. ¿Por qué fue valiente el Papa? Porque se atrevió a convocar a toda persona de buena voluntad, católica o no, a orar frente a Jesús sacramentado y una imagen de su Madre. Porque no se detuvo a pensar que había que “respetar” las creencias de los no-católicos. Porque no se detuvo a pensar que sería muy larga esa jornada, además con hambre, y que tal vez no responderían. Porque no se detuvo a pensar que tanto recogimiento y tanto silencio iba a resultar tedioso.
Y la jornada resultó tremenda demostración de fe y confianza en Dios. Y Dios respondió: están dialogando, al menos por los momentos. Obama, archivó en el congelador sus arrebatos por castigar a Al Sadad, evitando incalculables escenas de horror y muerte.
Pero… ¿qué querrá Dios respecto de otras situaciones de conflicto y abusos? Pueda que nos pida lo que San Pablo a Timoteo: “Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras”.
¿Tenemos las manos puras, nuestras almas puras? Porque Dios lo ha dicho: “Si mi pueblo se humilla, orando y buscando mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, Yo –entonces- los oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2ª Crónicas 7, 14).
El papa Francisco fue exitoso en su llamado a «trabajar por la paz y la reconciliación» y a poner fin a la guerra que constituye «siempre una derrota de la humanidad», durante la jornada de oración y ayuno por Siria celebrada en la plaza San Pedro.
«La guerra es siempre un fracaso de la humanidad», dijo el papa ante cerca de 100.000 personas, provenientes de todo el mundo, y exhortó a «seguir otra vía».
El sumo Pontífice sostuvo que “cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se coloca al centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, arruina todo, abre la puerta a la indiferencia, a la violencia y al conflicto».
Deja Una Respuesta