LA VIDA ESTÁ LLENA DE DESERCIONES…

Miraban una vitrina; los libros relumbraban con sus carátulas frescas, diseñadas para el mejor mercado. García Márquez, con ese título agresivo, parecía chocarle a R, escritor de provincia. El humo del cigarro del amigo empañaba a veces el vidrio, y se sentía cierta náusea en el rostro de ambos.
—Creo que Gabo la embarró con ese título; no me parece que forme parte de su idiosincrasia pública, y ese atrevimiento le debió doler luego. Algo lo sofoca desde esos días— dijo R.
—Gabo, después de sus —putas— prefirió guardarse en el limbo de su memoria. Fue una herida a la idiosincrasia y a su tradición personal— contestó D.
—Aunque hay cosas peores dentro de uno; la carga moral que llevamos dentro es compleja, devastadora, hiriente. La angustia es su heredera universal. Y la delicia del arte consiste en hacernos olvidar de todo eso; por un rato hemos dejado las incongruencias y fastidios del mundo. Se abisma uno en las montañas fugaces— dijo R.
—El destino y nuestras agendas, sobre las que muy pocas modificaciones caben. Yo diría que nos dejamos ir, hasta complacientes— expresó D.
—Cada quien pertenece a la tierra donde brillan más sus númenes y entelequias. El infinito mar donde nacemos cambia de nombre y melodía en cada playa. No podremos descansar sino ahí donde el hilo de Ariadna deshilvana el misterio— contestó R.
—Oye, tuve otro sueño hace dos noches, pero no quise participártelo para no parecer vanidoso. Soñé que estaba en la Luna, de pie, en la playa de un mar apacible, y a mis espaldas unos riscos. Me veía caminando y lo hacía despacio porque se respiraba un mínimo de oxígeno; el clima era cálido, unos 20 grados. Tenía conciencia de no estar solo, pero nada ni nadie perturbaba un plenilunio de paz — comentó D.
—Le repito: yo nunca sueño, o al menos nunca recuerdo los sueños; me toca inventarlos despierto, crearlos para la contemplación; usted es un privilegiado. Los sueños siempre son inauditos, pero los suyos son una expansión en los lugares desconocidos. La materia de los sueños, indócil, irracional, hiperextensa y surrealista, cuestiona el piso frío de la realidad. Entramos entonces en el terreno de la poesía… o en de las pesadillas que todo lo amonestan— respondió R.
—Siempre me he preguntado si los grandes poetas, Dante, Goethe, Neruda… sueñan sus poemas… —dijo D.
—Entraron y bautizaron en terrenos vírgenes, donde la ilimitación de esos lugares no reconoce mayores frenos razonables. Tratar de definir la poesía me somete a ciertos atrevimientos incongruentes; puede uno dar la sensación de ser desadaptado, aunque ágil para inventar recursos— dijo R.
—Una definición le pondría límites, y la poesía me parece que sólo podría «definirse» por lo que tiene de libre —contestó D.
—Exactamente; sin embargo se dice: este verso no, esta palabra no, esa figura sobra, esta voz es débil, esta pausa no funciona, esta metáfora es cursi, esa frase es lugar común… Libertad casi incompatible consigo misma; la norma se niega a sí misma, se naufraga en el santuario de las exigencias más exóticas. Creo que, en cierto modo, la poesía es convertir la nada en existencia, pero la vida, con sus extremas dificultades y normas, está llena de deserciones; no aguanta uno tanta cosa, tanta inaudita normatividad. El alma, más bien el ego, vulnerable en grado sumo, no admite órdenes obligantes, y dimitir alivia los golpes a la vanidad —respondió R.
—Pero el canto alivia las cadenas y dificultades—, siguió pensando R, escritor de provincia; sabía que sus libros jamás estarían en una vitrina; él mismo se negaba a esas fecundas vanidades; sólo escribía para colmar su soledad, para encontrar un rostro nuevo a las palabras, tal vez para descreer que se consideraba demasiado tonto, un inútil para la vida práctica.
Tras el vidrio apareció una hermosa muchacha; su sonrisa de monalisa borró la inquietud del rostro del escribidor, que sólo sabía mirar hacia adentro… Pero el canto de las campanas de la iglesia más cercana borró ese casi amago de éxtasis fugaz, cuando ella miró hacia otro lado.
**RVQ – DONALDO MENDOZA**
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