
La universidad y la reconstrucción.
Hace 10 años, cuando dirigía el “cadapuedario” El Provincial del Cauca, por falta de plata y patrocinio, no pude publicar la edición que había preparado al cumplirse 30 años del terremoto del 31 de marzo, en Popayán.
Este es uno de los textos que se quedó engavetado cuyo contenido considero vigente, en aspectos esenciales.

La Universidad del Cauca, treinta años después del duro reto de la reconstrucción de gran parte de la planta física derruida por el terremoto, las nuevas edificaciones en Pomona para la facultad de Ciencias Económicas, durante la gestión de Danilo Vivas; la compra de la antigua sede del Banco Cafetero; la reciente acreditación de alta calidad académica otorgada por sus pares nacionales; la potenciación de la apertura de subsedes en Santander de Quilichao, Miranda, El Bordo y otros municipios del departamento abriendo Derecho, Antropología, Etnoeducación, Contaduría Pública, Idiomas e Ingeniería Civil, en la rectoría de Juan Diego Castrillón Orrego, intenta salir del ombligo de su glorioso pasado republicano y sus diversos actores: los cerca de 13.000 estudiantes, 1065 docentes y 579 empleados y trabajadores repiensan el futuro de la institución en un mundo en constante cambio.
-¿Por qué los humanos necesitamos situaciones límites para despertar fuerzas y recursos insospechados que nos permitan afrontarlas y por qué razón, estos no afloran con la misma intensidad en la vida cotidiana? – se preguntaba Patricia Aristizábal, profesora de la facultad Humanidades de Unicauca, tras escuchar numerosas exposiciones y anécdotas de antiguos directivos, profesionales, docentes de la institución, algunos estudiantes y público en general, que en la tarde del 2 de abril de 2013, asistieron al Paraninfo Caldas, para recordar lo que fue la reconstrucción y ampliación de la Universidad del Cauca, 30 años después del terremoto del 31 de marzo de 1983, y para evaluar las implicaciones en la positiva transformación física, institucional, pedagógica y de simbiosis con la ciudad y la región que experimentó la institución desde ese infausto suceso.
La docente de Unicauca, Zamira Díaz, integrante de la Academia de Historia del Cauca que convocó al evento, recuerda los gestos de compañerismo y templanza que predominaron en la mayoría de población a pesar de la crudeza de la catástrofe que dejó a numerosas familias con víctimas y sin vivienda y enseres. –No hubo especulación en los precios y los tenderos de barrio llevaban a las casas sus productos en bicicleta, carretas y otros medios… las familias de damnificados a pesar de estar refugiados en cambuches, con serenidad afrontaron la tragedia y recibieron la solidaridad y amistad de sus amigos que estaban en mejores condiciones… Esto me hizo recordar episodios que había leído de la historia de Popayán, cuando en la guerra de la Independencia fue invadido por tropas de diferentes bandos que se instalaban y vivían de sus recursos… por aquí estuvieron las tropas de los libertadores, las españolas, las de los guerrilleros realistas del Patía y después varios ejércitos en las sucesivas guerras civiles, pero la ciudad, aunque saqueada, conservó su talante y serenidad en medio de las tragedias-
Ante la carencia de aulas después de ser afectadas la mayoría de claustros antiguos ubicados en el centro de la ciudad, Zamira Díaz recuerda como actuaron rápidamente para reanudar clases y evitar que estudiantes y docentes se dispersaran, buscando salones provisionales en colegios como el Melvín Jones, San Agustín, y el antiguo Liceo, disminuyendo el número de materias por semestre, y aprovechando las zonas verdes de Tulcán, como aulas a cielo abierto.
El ingeniero Hugo Cosme, nombrado como gerente de la Oficina de Reconstrucción de la Universidad del Cauca, recordó el genoma sísmico de la ciudad, que en su historia colonial registra el primer terremoto en 1566, seguido por el de 1736 que arrasó con casi todo… -La mayoría de los edificios y casas coloniales que se cayeron el 31 de marzo de 1983 fueron los construidos después de 1736… en 1828, otro sismo provocó el represamiento del río Cauca durante varios días y cuando se destaponó vino la avalancha que no dejo grandes daños ni víctimas porque ese sector de la ciudad no estaba poblado como ahora…en 1906 hubo un gran terremoto de 8.9 en la escala de Richter, uno de los más grandes de la historia y con epicentro en Tumaco, el cual también causó graves daños en Popayán… el del 31 de marzo de 1983 sólo tuvo 5.5 grados y 18 segundos de duración pero fue tan dañino por lo superficial, apenas a 15 kilómetros de profundidad y con aceleración y movimientos verticales que rara vez se dan en estos eventos… también contribuyeron las numerosas fallas geológicas que atraviesan la región (falla del Romeral). Por la cercanía al volcán, la ciudad continuamente ha registrado sismos leves con aceleración horizontal, no tan dañinos, y pequeñas erupciones con emisión de cenizas… En 1983 la mayoría de los muros no tenían confinamiento ni refuerzos y por eso no resistieron el sacudón… la Universidad del Cauca tenía 49.000 metros cuadrados en construcciones, 7.000, en el centro histórico y el resto en Tulcán y Ciencias de la Salud, siendo afectadas el 70%, según la evaluación del Banco Interamericano de Desarrollo, BID que con un préstamo financió la reconstrucción… el rector encargado era Gustavo Sarmiento al que le tocó afrontar la emergencia, después el presidente de la República Belisario Betancur nombró en propiedad al médico Edgar Penagos Casas, quien el 10 de mayo convocó a los profesores de ingeniería civil para discutir sobre la organización del equipo y plan de reconstrucción de la universidad y de la ciudad.
También recuerda que entre los profesores de ingeniería civil decidieron crear dos dependencias: una oficina para coordinar los aspectos técnicos de la reconstrucción general de la ciudad y región; y otra para liderar el proceso al interior de la universidad.
Para orientarla, en agosto del 83 fue nombrado como gerente Hugo Cosme, quien en asocio con varios colegas se propusieron trabajar en los edificios menos dañados de ingeniería civil, educación y ciencias de la salud buscando pronta habilitación de aulas. También se mostraron en desacuerdo al traslado definitivo de todas las instalaciones de la Universidad a Tulcán, como lo proponían algunos funcionarios del gobierno, BID y la ciudad quienes recomendaban demoliciones, concentrándose en rescatar las sedes de Santo Domingo, el Carmen y la facultad de Humanidades, habilitando una oficina administrativa, en un salón que encontraron habitable en medio de las ruinas de la actual Casa Rosada. También armaron un equipo multidisciplinario con ingenieros calculistas, arquitectos de Bogotá y Popayán, conocedores de las construcciones coloniales, delineantes de arquitectura, luminotécnicos, electricistas, expertos en acústica, contadores y personal administrativo que en total sumaban 160 personas dividiéndose el trabajo en diferentes frentes. También se vincularon a prácticas muchos estudiantes de ingeniería, al igual que en sus diferentes especialidades, lo hacían con sus profesores, mediante brigadas en los asentamientos, los de Medicina y Enfermería.
El 11 de noviembre de 1983 al fin pudieron instalarse en la casona de un piso situada frente al Banco de la República, que después de la Casa de Modesto Castillo, fue la primera del centro histórico en ser recuperada, con vigas de amarre y diseño antisísmico, buscando dar ejemplo a los pesimistas que querían abandonarlo definitivamente.
Posteriormente, durante la rectoría del ingeniero Harold Muñoz, continuaron con la recuperación del claustro de Santo Domingo, donde debieron estudiar la composición y materiales de la arquitectura colonial que desconocían para descubrir la manera de aprender a convivir con ellos, utilizándolos en conjunto con recursos modernos como: las uniones y cubiertas metálicas, losas de concreto reforzado, entrepisos combinando madera y concreto ocultos a la vista, entre otras hibridaciones de técnicas de construcción hasta entonces ignoradas y que hoy en parte pueden apreciarse en los testigos físicos dejados en las paredes de varios edificios. Más tarde emprendieron la reconstrucción del claustro de El Carmen, el Archivo Histórico, con aportes del grupo Santodomingo, el Museo Mosquera, el Panteón de los Próceres y la casa Rosada.
Después continuaron con la reconstrucción de los edificios de Tulcán, que en el caso de los bloques de ingenierías había sido derribados y afectados por la caída, en efecto domino.
-La pulcritud y el sentido de economía con que manejamos los recursos, tratando de no contratar la ejecución de las obras con empresas ni personal externo y buscando ser autosuficientes tuvo sus frutos al poder reconstruir con el mismo presupuesto calculado por el BID, los 49.000 metros cuadrados de construcciones afectadas, más 26.000 M2 adicionales de nuevas edificaciones levantadas con los recursos ahorrados de los $4.600 millones de esa época, para sumar un total de 75.000 M2.
Gracias a esta pulcra gestión, pensando en el futuro fueron construidos el centro de información, la emisora, la biblioteca central, los laboratorios modernos, el centro de cómputo y el edificio del centro Integrado de Servicios, CIS. Para dotar las instalaciones reconstruidas y comprar equipos hicieron una licitación pública.
-En 1989 la Universidad del Cauca, quedó reconstruida, ampliada y equipada para futuras generaciones-, terminó su exposición el ingeniero Hugo Cosme.
El abogado, periodista y docente de Unicauca, Eduardo Gómez Cerón, evocó el emotivo acto durante el acto de regreso a clases en el claustro de Santo Domingo, recién reconstruido. El 25 de septiembre de 1985, estudiantes destacados de la Facultad de Derecho, -la más antigua de la ciudad, si se consideran los tiempos previos a la independencia, cuando Félix de Restrepo, orientaba la Escuela de Derecho en el Seminario de Popayán-, como el periodista y poeta Álvaro Burgos Palacios, homenajearon a Ernesto Saa Velasco, Hernando Segura y a otros maestros representativos de la institución, la mayoría fallecidos, –La gran calidad humana y factura literaria que reflejan las cartas de homenaje de los alumnos y de respuesta de los docentes nos reconforta y arraiga con una institución que ha albergado seres de ese talante-, agregó después de leer el texto escrito por Álvaro Burgos y la respuesta del maestro Segura.
El profesor de Filosofía Silvio Avendaño, actuando como “tábano que pique para que la institución no se duerma y se proyecte al futuro”, hizo un rápido recuento histórico de las sucesivas revoluciones industriales, desde la del vapor en el siglo XVI en Inglaterra, la del acero, electricidad y concreto en 1870, la del motor, petróleo y caucho en 1900, la del plástico, chip y nuclear en 1930, la informática en 1970 y los hitos históricos decisivos en la Universidad del Cauca, desde que fue creada en 1827 para formar los dirigentes de la nueva República.
–En 1901 se fundó la facultad de ingeniería civil cuando el país estaba incomunicado y se requerían obras y construcciones. En 1963 fue creada la joya de la corona en ese entonces: la facultad de ingeniería electrónica. Posteriormente otras carreras acordes a las necesidades de la ciudad, la región, pero el principal problema de la universidad es que no se concibió para formar investigadores sino profesionales que llegan a capacitarse para ejercer una determinada actividad y no para estudiar la ciencia… hay que repensar la universidad para que afronte la revolución posterior a la informática y que tiene que ver con el estudio científico de la genética, biotecnología y nanotecnología… Me pregunto ¿Sí la Unicauca, abrió la facultad de ingeniería civil, en 1963 la de ingeniería electrónica, por qué no se compromete en la nueva revolución tecnológica ligada a la informática?… ¿Por qué no se fundan facultades de ingenierías: hidráulica, de motores, para convertir en materias primas para la industria los ricos recursos que abundan en el departamento y la región?… ¿Por qué Unicauca no asume estos retos, no como posgrados, sino como carreras a las que puedan acceder los jóvenes?- , terminó su propuesta Silvio Avendaño.
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