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La simbiosis del amor

Por ELKIN QUINTERO / lefranz2020@gmail.com
Hoy me he esforzado en desarrollar el concepto del amor, a pesar del poder incalculable del odio, como buscando el medio de explicar que lo bello no es cómico, a pesar que muchos individuos desde que juran amor en el principio de la relación hasta su culminación y luego, solo manifiestan en su figura lo opuesto.
También he desentrañado el cosmos del amor desde su inicial y mágica nebulosa, desde su amorfía y asimetría hasta las formaciones más intensas en la interminable variedad de organización de lo bello en el amor. La abundancia de forma, la corrección y la formación de valores constituyen los diversos niveles de esta serie consecutiva de metamorfosis a la que hemos sido sometidos por el poder del amor.
Sin ser grandes conocedores del corazón humano hemos profundizado en los horrorosos abismos del mal y hemos descrito las espantosas figuras que han venido a nuestro encuentro en esa noche en la que abandonamos el concepto de amor.
Grandes poetas como Dante, Rimbaud, Hölderlin han hecho más nítidas esas figuras; pintores como Miguel Ángel, Rubens, Cornelius, Martínez las han puesto ante nuestros ojos en forma sensible, y músicos como Mozart y Orozco nos han hecho percibir los atroces sonidos de la perdición con los que el mal grita y aúlla el desgarramiento de su espíritu, al tiempo que Davinci y Negret esclarecen su universo con el brillo del amor.
Si existe un cielo fruto del amor, ese cielo no es sólo ético y religioso, debe ser estético, y el arte en sus múltiples manifestaciones lo enseña, lo ejemplifica, lo delata, lo permea y lo descubre.
Mas no debemos ignorar que, estamos inmersos en el mal y el pecado, pero también en lo bello. El terror de la deformidad, de la vulgaridad y de la atrocidad nos rodea en innumerables figuras desde los orígenes humanos, ya que la deformidad gigantesca con la que la maldad infernal ríe sardónicamente, enseñándonos los dientes, nos hace sobredimensionar el poder del odio y aminorar el efecto del amor.
Pero, el tiempo y el ejemplo de algunos individuos nos has enseñado que ese infierno no ha podido vencer lo bello y puro del amor; y cuando queremos descender a sus dominios, el amor aparece como el único medio de salvación.
Hoy, es casi imposible abandonar el infierno que causa el mal, sus tentáculos son inmensos y han contaminado todas las formas de ser y estar, pero debemos seguir luchando y permitirnos que nuestra realidad sea gobernada por el amor, ese amor que todo transforma; de esta manera, el infierno no será real, pues lo más feo de lo feo no es lo que nos repugna en la naturaleza; lo más feo de lo feo es el egoísmo, que manifiesta su locura en los gestos pérfidos y frívolos, en las cicatrices de la pasión y el odio, en la mirada torva del ojo, en el crimen, en la intriga que se gesta en los tálamos, en la corrupción que va desde los recintos sacros hasta los espacios más vulgares, en la envidia que se genera en los comedores y que destruye sin compasión el fruto del amor. Este infierno en nuestro territorio lo conocemos ya bastante.
Es urgente conocer el poder del Cielo, y que cada uno partícipe de él. Es válido recordar que lo único que puede darle sentido a nuestra existencia es el amor. Vivir en y por el amor es el verdadero y único cielo que debemos conocer los mortales.
Hoy, pese a las diversas formas de odio, discriminación y violencia, trato de recordar aquellos momentos en los que mi alegría desbordo los límites de la razón; descubro tras mis pensamientos el reflejo del amor de mis padres, y la magia del amor de mi esposa. Ustedes, Carlos Julio Quintero Leguizamo, María Teresa Cuéllar Peña y Maritza López Hernández son fieles al AMOR que Dios les entrego para dar al mundo.
Y por eso, lo que hoy soy, es gracias a su ejemplo, amor y bendición.
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