Ningún oficio está más desprestigiado y su utilidad más desacreditada en los imaginarios colectivos, que esa difícil y honrosa tarea de representar la voluntad del pueblo bajo la modalidad de legislador y observador público. Muchos políticos y politiqueros, saben de ese desprecio pero no les importa porque entienden que es el precio que deben pagar para intentar enriquecerse en forma rápida o simplemente para equilibrar las perturbaciones psicológicas que subyacen en todo liderazgo o en las formas de comunicación y prestigio que la antropología clasifica como compadrazgo o clientela.
En el Cauca y por qué no decirlo, en el resto del país entero, la alternativa frente a este tipo de ejercicio del poder podría ser la construcción de una “ciudadanía popular” que no es otra cosa que la creación de bloques sociales con una concepción sociopolítica no partidista, pero con ello no se quiere decir que es ajena a los partidos, sino por encima de ellos. Es también el resurgimiento de un nuevo liderazgo, no caudillista, ni mesiánico o populista. Es la articulación de formar nuevos líderes para demasiados problemas y soluciones.
En buena hora tenemos en nuestra gran región caucana nuevos gobernantes y dirigentes que están cambiando el estilo de gobernar y utilizar el poder, como nuestro alcalde Juan José Fernández Mera y el gobernador Guillermo Alberto González Mosquera, estoy seguro que ellos piensan en su nuevo estilo de gobernar que hay que saber utilizar el poder, no como un instrumento para golpear al enemigo sino que interpretan la realidad social y el querer de todo el pueblo local y departamental. Se está viendo poco a poco el cambio a fin de recuperar la credibilidad en la clase política que pese a los desprestigios, afortunadamente no generalizados, tiene vigencia en todo el departamento del Cauca, donde se han encontrado gobernantes y algunos congresistas probos y acuciosos en todas las labores legislativas en defensa de los intereses regionales, por lo que se requiere que los propios dirigentes ayuden a dignificar ciertas costumbres enquistadas en procedimientos no muy claros y que sus actuaciones estén enmarcadas en estilos transparentes de cara a la comunidad. Los partidos tradicionales pueden tonificarse y salir del letargo si remozan sus estructuras y asumen de una vez por todas, esquemas de verdaderas vocaciones de servicio y madurez en su ideología.
Claro que todo esto se irá dando poco a poco, como lo menciono anteriormente, desde luego, con procedimientos muy transparentes y les aseguro que esto se va a dar a corto plazo.
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