
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano
No es usted que sea de malas o que la suerte lo aborrezca. Si no le ha llegado su regalo a que la festividad nos acostumbra, es porque no llegan todavía los reyes magos. Si no es dentro de la novena o dentro de los aguinaldos, será en plena nochebuena o se tendrá que esperar hasta comienzos de enero. No se afane ni bufe que a los toros apenas los están cebando en las afueras del redondel. Ni vaya a tener envidia de que a algunos ya les haya llegado. Es como todo. Al buen papá Noel también le calientan los oídos y le meten embuchados. En esta tierra de vivos nada escapa a la malicia.
Mire no más para arriba. Hasta les llegó su whiskey a los padres de la patria para que votaran el referendo. A las gerencias y pagadores también les llega su botellita con una esquela de cobro entre cintas verdes y rojas. A las ventanas de casas les prendieron los adornos y las fachadas de edificios lucen alegres vestidos. En las calles mal trajeadas y en las avenidas y ríos muchos millones de pesos dormitan de día y abren sus bengalas de noche con los impuestos que sobran. En hoteles cinco estrellas habrá cena por lo alto con orquesta, disfraz y brindis de champaña por la noche en nochebuena y para saludar al primero.
A papá le llegarán los pañuelos o si no la corbata o unas bermudas para el viaje. A la mamá un sastre o vestido de dos piezas, un brasier y dos panties. Al niño una bicicleta y a la niña el anillo con oro engarzado o un reloj de pulso con hellokitty rosado. Claro, que así será en las familias normales. A los guachimanes de cuadra se les dará un plato de consolación en la noche del 25 con natilla, buñuelo y dos trocitos desamargados.
Y mire para más abajo. A los pobres les tocan las sobras de lo que dejó el mercado. Lo más barato de sanandrecito o lo que venden las pulgas. El patico de color amarillo, o el fantoche que hace pipí, o el tradicional carrito de madera. El vino dulce de manzana y las galletitas noel en la caja de cartón. Tal vez unas bananas de más en una bolsita azul.
¿Y al pueblo de Colombia qué le espera esta Navidad? Ah, qué porvenir tan incierto y qué nochemala tan cierta. Sus ríos se han desbordado de tanto hueco negro en la capa de ozono sobre nuestro suelo asolado. Sus cabeceras de algas, guaduales, robles y sauces se han ido con los aserradores vendidos. Los campos otrora tan llenos de surcos con verduras, fríjol, arroz, algodón, café, soya, sorgo, papa, yuca están cada mes más vacíos. Las selvas, tal como las vieron Mutis, Humboldt y Caldas, mullidas de sangre verde, padecen de lepra y su vestido está desgarrado. Hasta los montes y nevados han sentido un estertor en su estómago y vomitan su rabia en llamas o se derrumban sobre las casas. Las carreteras y los caminos llenos de casetas con plata, se han precipitado al vacío o han llamado a las piedras a atajar tanto desgreño.
¿Será que esta navidad nos deja la cabeza con memoria, la libreta con los datos que este año nos puso como lección? Ojalá la mula y el buey cargaran en la espalda el mercado semanal, Baltasar, Gaspar y el negro Melchor trajeran empleo en sus cofres en lugar de amarga mirra, perfumitos y oropel. Ojalá no sea una vana estrella, lejana y con mano de Mavé la que inspire nuestros pasos. Sólo la salud, el trabajo y un beso cada mañana, nos darán felicidad.
18-12-08 – 9:28 a.m.
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