“Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas”.
Sun Tzu
La acción terrorista del 11 de septiembre de 2001 –hace 17 años– fue la primera acción político-militar de la Gran Burguesía Financiera Global GBFG. Independiente de si esa acción fue realizada por militantes árabes (suicidas y fanáticos de Al Qaeda) o por mercenarios internacionales o por fuerzas internas de las agencias de inteligencia de los EE.UU., desde ese día se hicieron visibles los intereses de esa casta plutocrática que acumula riqueza con base en la especulación, la guerra y la manipulación mediática[1].
Esa Gran Burguesía Financiera Global nació a principios del siglo XX a la sombra de colonialismos e imperialismos; luego, pasó su adolescencia bajo la cobertura de las grandes potencias consolidadas después de las dos guerras mundiales, especialmente de los EE.UU. pero también de Rusia (URSS)[2]; y finalmente, aceleró su formación apoyándose en las políticas monetaristas que acabaron con los acuerdos de Bretton Woods, alimentándose de cada crisis económica y financiera desde 1973 a 2008.
Solo si entendemos la naturaleza, el carácter, los intereses y forma de pensar y de actuar de esa ínfima y exclusiva casta social (GBFG), podremos entender los fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales que ocurren hoy en todo el mundo y al interior de cada país y Estado “nacional”, sea del centro imperial o de la periferia capitalista, y re-pensar las estrategias para enfrentar ese monstruo que la humanidad ha creado en su loca e inconsciente carrera tras el llamado “progreso” y “desarrollo”.
Numerosos estudiosos han escrito sobre el tema desde áreas y campos de estudio diversos y especializados[3]. Importantes movimientos sociales y políticos se han enfrentado a esa burguesía global que se manifiesta de disímiles maneras pero nunca se muestra abiertamente. Mucha gente todavía se confunde con su accionar al no lograr ni siquiera identificarla y dispara su dotación contra fantasmas “nacionales” o “estatales”. Por supuesto, no dan en el blanco, desgastan sus fuerzas y siempre la fortalecen.
Es posible que esa GBFG ni siquiera se reconozca a sí misma. Además, si lo hiciera, políticamente sería un grave error. Es mejor conservar distractores “nacionales” y hacer creer que los Estados y los organismos internacionales (ONU, OMC, CPI, OIT, etc.) tienen el poder. De lo contrario, podrían colocarse en la mira de los millones de trabajadores desempleados y de los cientos de pueblos que sufren miserias y tragedias de diferente tipo a causa de su existencia. Su actuar transversal, subterráneo y en cabeza de “otros”, es una de sus principales y más importantes características.
Los pocos pero bien pagados estrategas y “Ceos” que están tras esa casta social planetaria saben que la sola existencia de esa clase social ya es un problema. Que sus capitales y sistemas de acumulación se fueron formando sin que ellos fueran conscientes de tal engendro. Muchos de esos multimillonarios hacen esfuerzos por sentirse y mostrarse como estadounidenses, ingleses, alemanes, franceses, rusos, chinos, etc., pero cuando deben tomar una decisión financiera o económica tienen que olvidar esa condición o identidad. Por ello se refugian en el anonimato de las grandes e impersonales instituciones financieras.
No obstante, amplios sectores de la población han empezado a darse cuenta de esa situación. La llamada “revolución árabe”, el movimiento de los “indignados” en Europa (España, Grecia) y la oleada de “Ocupy Wall Stret” en EE.UU. y en el mundo en 2011, que fueron momentos culminantes posteriores a las grandes movilizaciones anti-globalización de finales del siglo XX y principios del XXI, fueron señales –débiles pero significativas– de la conciencia planetaria de su existencia. “Somos el 99%” fue su lema.
Lastimosamente los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina no estuvieron a la altura de esas grandes movilizaciones populares al seguir identificando como su principal enemigo al llamado “imperialismo norteamericano”. Todavía hoy, después de las numerosas experiencias que desde 2001 han mostrado nítidamente la existencia de esa casta plutocrática mundial, la gran mayoría de pensadores revolucionarios de Latinoamérica siguen en esa línea de pensamiento que no les permite sintonizarse con los hechos que ocurren en el mundo entero y en la región.
Por ello no pueden entender la aparición de un Putín, Xi Jinping o Trump que enfrentan a su manera a la GBFG y su globalización neoliberal. Para hacerlo se apoyan en herencias “trascendentes” como los nacionalismos (rusos, chinos o estadounidenses), la religión (ortodoxa rusa, creencias y herencias tradicionales chinas y el presbiterianismo fundacional norteamericano) y poder militar. Intentan revivir la dinámica de su pasado imperial, aparentan golpear a la “gran oligarquía corrupta”[4] y logran entusiasmar amplios sectores de la población con lemas populistas como “Primero EE.UU.”, “Tu Rusia es mi Rusia” y “El sueño chino”.
Esa GBFG es des-nacionalizada pero, a la vez, transnacional. Le apunta a intereses nacionales cuando le conviene pero en lo fundamental sus intereses son globales. Es eminentemente especulativa y monopólica pero sabe que no puede desprenderse totalmente del aparato productivo “real” (que transforma materias primas y trabajo manual) pero controla en forma sistémica e integral toda la dinámica productiva y acumula capital cediendo espacios de operación y administración a burguesías emergentes de muchas regiones y, aún, a sectores de trabajadores asociados pero subordinados a su poder financiero.
La desconcentración, descentralización, deslocalización y transectorización de los procesos productivos iniciados en la década de los años 70s del siglo XX en Japón (“toyotismo”[5]), súper-acelerados a nivel global con la revolución digital, telemática e informática de los años 90s, transformaron los grandes conglomerados familiares primero en “multinacionales” y después en “transnacionales”, creando un grado de imbricación y superposición de intereses, redes y relaciones que le dieron vida a esa máquina de especulación financiera que es el soporte real y virtual de esa nueva casta imperial.
Esa nueva y compleja “centralización” del capital que genera (y aprovecha) grandes crisis económicas y financieras ha revivido nuevas formas de acumulación por despojo y desposesión[6], desterritorialización[7] y robo descarado de grandes recursos naturales, recurriendo a nuevos tipos de guerras reales y artificiales para crear a su antojo “estados fallidos” y situaciones de tensión y desestabilización que colocan al servicio de sus manejos especulativos. Así han aparecido nuevas formas de esclavismo y manipulación de millones de trabajadores y consumidores, provocando fenómenos de gran impacto en la economía, el medio ambiente, la salud y todas las áreas de la vida de la humanidad[8].
En lo fundamental esa GBFG es formalmente “anti-estatista”, porque no está interesada en regulaciones y controles pero, a la vez, sabe que requiere de unos Estados “nacionales” para controlar a la población, jugar a la democracia en donde sea necesario y provocar guerras y conflictos que garanticen el flujo de sus capitales en áreas estratégicas para su reproducción como la industria militar, las economías criminales e ilegales, el control de los medios de comunicación y de la moneda. Pero, en las últimas décadas ha descubierto que pueden utilizar Estados autocráticos para obtener mejores condiciones para explotar a los trabajadores usando a gobiernos “comunistas”, “nacionalistas” o a viejas dinastías absolutistas recicladas con visiones posmodernas que domestican el llamado “multiculturalismo”[9].
Esa GBFG ha construido una narrativa “trans-humanista” basada en los avances científicos y tecnológicos que promete superar los límites humanos: muerte, vejez, inteligencia y belleza. Busca la perfección racial, la carencia de sufrimiento y la satisfacción de todos los deseos. Detrás de esa narración están los poderosos conglomerados empresariales de las “nuevas ciencias y tecnologías” (bio-neurología, nano-tecnología, bio-psicología, computación cuántica, entretenimiento digital, etc.). No es ciencia ficción es puro negocio, especulación financiera y manipulación política. Sueños para minorías “arribistas”.
La dispersión absoluta y la derrota de los trabajadores a nivel global, y el fracaso de los “socialismos estatistas” del siglo XX (y de los inicios del XXI), acompañada de la crisis de los paradigmas teóricos que sustentaban esas luchas y programas políticos[10], ha impedido que los “nuevos trabajadores” precarios, precarizados e informalizados que han surgido en todas las áreas de la vida humana, identifiquen con absoluta claridad a ese enemigo mortal y criminal de la humanidad. Todavía no “vemos” ese enemigo global y preferimos seguir “luchando” contra enemigos menores y subordinados.
No obstante, nuevos fenómenos económicos, sociales, políticos y culturales están apareciendo paralelamente al surgimiento de esa casta financiera global. Los movimientos anti-globalización neoliberal, contra la discriminación étnico-nacional y cultural, de género y contra el patriarcalismo, las luchas ambientalistas y por la apropiación de los “bienes comunes”, las masivas migraciones y muchos otros fenómenos que ocurren a nivel global pero también en regiones y localidades, han sido el germen de nuevas formas de ver, sentir, interpretar y comprender esta dura y lacerante realidad del capitalismo realmente existente.
Ello es tema de nuevas reflexiones y germen de nuevos paradigmas que están en construcción en el mundo. Se intentará abordar esa temática en nuevos escritos.
E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado
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Otras publicaciones de este autor: https://www.proclamadelcauca.com/tema/noticias-proclama-del-cauca/opinion/fernando-dorado-gomez/
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