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La feria de las vanidades (2) La mujer
En una conversación de café le dije a un amigo que estaba terminando de leer una novela de mil páginas, escrita a mitad del siglo XIX por el escritor inglés William Thackeray, y le comenté que por el estilo y el trato dado a temas y personajes es un libro que se proyecta al siglo XX, como la María (1867) de Isaacs nos lleva a Dafnis y Cloe (sin la hetaira), novela pastoril de Longo (Grecia, s. II d.C.).
Ese contraste tiene su razón. En efecto, mientras los Estados Unidos de Colombia (1863-1886) siguen anclados en el feudalismo, Inglaterra ya vivía la Revolución industrial, con cambios cruciales en la sociedad y la cultura. Esto está reflejado en La feria de las vanidades: «uno tiene que contar las cosas como las ve», advierte el novelista. Y en esa decisión uno de los temas de la obra, que con alcance visionario Thackeray aborda, es la condición de la mujer, además del espléndido estudio de psicología femenina.
Hay dos personajes femeninos que plantean la antítesis del conflicto: Amelia Sedley, hija de un hombre de negocios, representa la condición más tradicional de la mujer: «…amable, fresca, sonriente, ignorante y tierna diosa doméstica, a la que los hombres idolatran…». Rebecca Sharp, más conocida como ‘Becky’, hija de una cantante de ópera y de un pintor bohemio. Becky, simpática y pícara, es la amiga antagonista de Amelia; y sus rasgos naturales son: «…talento para actuar, fingir, representar innumerables papeles, ejecutar parodias, trazar caricaturas y disimular sentimientos». Se empeña en ingresar –ignorando a quienes “me miran por encima del hombro”–al excluyente círculo aristocrático; pero al lograrlo, «no tardó en antojársele tediosa esta existencia de inquebrantable virtud». Y un tercer personaje femenino, no principal pero sí muy significativo, es la rica solterona Miss Crawley. Es la síntesis dialéctica que anuncia a la genuina mujer del epígrafe, que se declara “…republicana de principios, y desprecia todo lo relacionado con el abolengo o los títulos”: «No hay nada que más me guste que un aristócrata se case con la hija de un molinero».
Termino el artículo con aforismos sobre la mujer, contenidos en la novela, que dan fe del conocimiento que el autor tenía de la psicología femenina.
- Quienes conocen el alma de las mujeres de sobra saben que tardan en perdonar y que la humillación de sus enemigos es su mejor triunfo.
- Nos atrevemos a afirmar que las mayores enemigas de las mujeres son las propias mujeres.
- Quienes más las ofenden son quienes más atenciones reciben de las mujeres; han nacido tímidas y tiranas, y maltratan a los que muestran mayor humillación ante ellas.
- Una buena ama de casa es a la fuerza una farsante.
- Las mujeres de afán controlador, atributo de su sexo, las mujeres que les ordenan la vida a los demás, que saben mejor que los propios interesados lo que es bueno para sus vecinos…
La edición leída: William M. Thackeray: La feria de las vanidades. Madrid, Cátedra / Letras universales, 2018. 1097 pp.
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