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La autoridad moral de los Pastrana

El miércoles 1 noviembre, 2017 a las 7:00 pm

Poca autoridad moral tienen los Pastrana, me refiero a Pastrana Borrero y Pastrana Arango, para trazar línea en el devenir político del país. Sus gobiernos fueron de lo más nefasto, un retroceso impresionante en el desarrollo que se hubiese podido lograr en sus periodos; la desigualdad creció de manera galopante, favorecieron al gran capital extranjero mientras la producción nacional, enferma de por sí, disminuyó a ritmos preocupantes.

Pero la perla que quita cualquier asomo de capital ético en sus actuaciones, es que  los dos llegaron al primer cargo de la nación a través de mecanismos no tan expeditos y honrados: Misael fue elegido en un controvertido resultado gracias al favorecimiento de uno de sus padrinos, Carlos Lleras, abuelo del hoy candidato Germán Vargas, quien en una medida dictatorial prohibió publicar información electoral mientras se cocinaba el fraude electoral donde el virtual ganador era el general Gustavo Rojas Pinilla. Por su parte, Andrés Pastrana, logró la presidencia a través de una alianza, por todos conocida, con el comandante de las FARC Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo. A cambio, concedió a la guerrilla el 40% del territorio nacional para sus operaciones, y para sellar aquel cruce oscuro de la historia nacional hizo que la comandancia octogenaria del movimiento guerrillero más viejo del mundo se radicara en la denominada “Zona de distensión” por un largo periodo, desde donde desarrollaron toda clase de actos contra la democracia.

Para corroborar lo anterior no es necesario auscultar mucho ni llenarse de prejuicios. Basta retomar algún periódico de la época. Recuerdo, durante una travesía por el páramo de Puracé, que Alfonso Cano, asentado en Moscopán, dijo a quienes les escuchamos en aquella oportunidad, que la guerrilla estaba en El Caguán para fortalecerse, que no iban a negociar con la burguesía más corrupta del mundo y que contaban con “cinco mil hombres para tomar Cali y liberar el sur del país”. Su estrategia era pasar a una guerra regular, algo que el ‘Mono Jojoi’ corroboraría al decir que la intención de la guerrilla era “llevar la guerra a las ciudades”.

En cierta medida, antes del gobierno nefasto de Andrés pastrana, el problema de la guerrilla en Colombia era manejable, estaban muy aislados de la población civil, sus acciones no pasaban de tomas esporádicas a poblaciones sin importancia. Posesionado el presidente del Caguán, la guerrilla estaba en todas partes, sus cuadros urbanos actuaban a sus anchas, no era sino salir de las goteras de las ciudades para encontrar a sus nutridos comandos, y amplios territorios del país estaban en sus manos, ejercían autoridad y gobierno, cobraban tributación, mientras en la televisión aparecía, al lado de la comandancia guerrillera, la socarrona sonrisa de un presidente ingenuo, sin capacidad de negociación, que concedía privilegios a diestra y siniestra, como para que ahora nos venga aconsejar una alianza con la más recalcitrante derecha y poner rostro de salvador de la nación. Pero lo peor es que mucha gente cree en su papel, olvidan la historia, no recuerdan que por culpa de estos dos personajes Pastrana el país no sale aún de la catalepsia de la muerte y la miseria.

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