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La apuesta

El martes 7 junio, 2022 a las 4:53 pm
La apuesta - Estado Social de Derecho en Colombia
Imagen tomada de: Confidencial Colombia.

La apuesta.

Guido Germán Hurtado Vera

El autoritarismo no ha sido terreno fértil para el desarrollo de la libertad.

En el curso de Historia, que dicto semestralmente, he podido exponer a mis estudiantes que durante la construcción del Estado-Nación en Colombia ha hecho carrera una práctica errada: se favoreció la discusión de ideas sólo si estas coincidían. Se legitimó la anuencia sobre la diferencia. Así se cerraron las puertas a ideas políticas, religiosas o cotidianas que fueran opuestas.

En la primera mitad del siglo XX, los legítimos reclamos de campesinos, artesanos y obreros fueron arrasados por el bipartidismo. Esa movilización solo pudo escapar del estrecho margen de los partidos tradicionales cuando los sectores sociales, con la ayuda de un pequeño grupo de intelectuales, organizaron la protesta de campesinos en las zonas de colonización y de obreros en los enclaves petrolero y bananero.

Durante el Frente Nacional, en medio de un ambiente autoritario, se expidieron leyes que prohibían la participación en el gobierno a quienes no eran liberales o conservadores. Asimismo, se impidió la movilización ciudadana y asimiló la protesta cívica al movimiento guerrillero. Las consecuencias, múltiples huelgas que fueron reprimidas con elevados saldos de muertos.

Sumado a lo anterior la ceguera de las elites políticas y económicas que permitieron que una pequeña guerrilla liberal, que podía reinsertarse a la vida social, económica y política, se transformara en las Farc. El ambiente político era de prohibición y restricción de las libertades ciudadanas. Así nacieron las otras guerrillas. Si bien su origen es político, éstas fueron sufriendo una creciente hipertrofia militar que se impuso y multiplicó las violencias.

Más tarde, el genocidio de la Unión Patriótica mostraría que el respeto a la oposición no era una opción política. Y para enmarañar aún más el horizonte, el narcotráfico y el paramilitarismo (que permearon parte del Estado, políticos y empresarios) utilizaron el terror y la masacre como una forma de acallar todo lo que oliera a democracia.

A principios del siglo XXI, ante la irracionalidad de todos los actores armados (guerrillas, paramilitares, fuerzas militares) y la violación a los derechos humanos, el Gobierno de turno reaccionó con el “embrujo autoritario”. Hoy lloramos las consecuencias.

Colombia no puede aceptar la polarización que quieren imponerle. Causa alarma que quien ostenta la más alta autoridad del Estado manifieste que quien no piense como él, es cómplice del terrorismo. Pero causa más sospecha que quienes han perpetrado por décadas la corrupción y la arbitrariedad hoy sean sus acérrimos defensores.

Hoy esa vieja clase política disfrazada de impolutos vuelve a darle vida a la frase que ha hecho historia en Colombia y que rechaza las libertades y la diferencia: el que no está conmigo, está contra mí. Y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo.

¿Cuál debe ser la apuesta ante este panorama político que vive Colombia?

La apuesta es evitar que la sociedad se homogenice, en aras de la conservación de un cierto concepto de orden, con olor autoritarismo.

La apuesta es elegir gobernantes que permitan el desarrollo de las libertades, que permitan la diferencia y el disenso. Gobernantes que puedan materializar, con políticas públicas, este Estado Social de Derecho, que el actual gobierno ha dejado en ruinas.

En contra del autoritarismo, disfrazado en Colombia de democracia, la apuesta debe ser histórica.

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