

Huidobra
No quiero pañuelos de lágrimas, plañideras ni rosas de tumba; sin embargo, cantad; cantad la Furtiva Lágrima, cantad aunque estéis en la estepa; yo oiré, yo quitaré la cortina que ahoga.
A todos y a nadie dejo mi estrella; sus puntas pulen el monte donde me acuesto para desaparecer.
En tanto, hay una prolongación de entelequias hasta mi cuerpo desvaído, y eso hace que yo sea el íntimo de las montañas eléctricas.
Todo se moja de negro, todo repite la letanía del lejano vigía, todo se pierde tras humo y vinagre.
Es preciso martillar la mesa cuando la aurora desacata las órdenes; vendrán tiempos mejores.
A veces el alba no reconoce el firmamento; se queda dormida antes de salir el sol, y las estrellas no reclaman.
Otras veces nunca hay albas; los corazones no regresan de la oscuridad.
En la cueva hay árboles que se agachan y comen las piedras; los adornos se ahogan en los arabescos.
Oigo el temblar de las voces, el temblor de las aguas; todo desaparece en un instante, después ríe.
*******RVQ*******
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