
Néstor Raúl Charrupí Jiménez
Hoy 24 de noviembre de 2016 en una fría ceremonia en el teatro Colon de Bogotá se firmó acuerdo de paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc, para terminar una guerra de guerrillas de más de cincuenta años.
Mi generación nació en la guerra y al llegar al año de 2050, todos los que pertenecemos a esta cronología genética, seguramente estaremos muertos, esperamos que por muerte natural, no como dicen en el Cauca: porque alguien nos haya ayudado a fenecer; sin embargo, en esa época se recordará al presidente colombiano Juan Manuel Santos Calderón, por un hecho que para algunos ahora les parece insignificante: la Paz. Las guerras fratricidas o entre hermanos son de ingrata recordación, para cualquier formación social, por ello, incluso denominamos peyorativamente las guerras civiles como enfrentamientos entre nosotros mismos; en el siglo XIX definimos tales luchas como “la patria boba”. Dicho lo anterior, por altruistas motivos que haya podido tener el expresidente Uribe, ahora senador, para oponerse al acuerdo y por ende continuar la guerra, se repite entre hermanos colombianos, no será de grata recordación en un futuro próximo.
La paz en Colombia había que hacerla o mejor tenía que hacerse, lo intentamos a través de innumerables guerras para vencer al “enemigo” y las perdimos todas; como las del coronel Aureliano Buendía. Lo mismo se puede predicar de las Farc, se creía que podría la lucha armada revolucionaria, después de un tiempo de lid tomarse el poder y no pudo. Sugiriendo la inteligencia negociar, es decir desprendernos nosotros de ciertos principios o zonas rojas y la insurgencia de algunas de sus propias zonas inmutables también, para llegar en síntesis a un acuerdo en el cual se proscriban las armas y lo que antes se pedía con estas, poder hacerlo, por contera, en el foro democrático de las urnas.
Los odios y los resentimientos son vicios del alma que enceguecen la inteligencia y un atinado proceder dialéctico. En este momento es cuando tienen que aparecer nuestros líderes para conducir la nave, a pesar de estas malas aquerencias, tomar el timón y navegar corrigiendo obviamente estas “malas leches” superestructurales que nos sumergen en ese hoyo sin salidero de las prevenciones, vindictas y maldiciones.
Después de ojo afuera… El centro democrático y los guerreristas, que los hay los hay, tienen que pensar en otra forma más civilizada de oposición, pues esto de la paz no tiene atajadero, seguramente ya no podrán oponerse a ese hecho sentido, pero si lo podrán hacer boicoteando las urgentes medidas que necesita Colombia para que esto de la paz no se torne ilusorio y ahí es donde debemos estar pendientes, todas las fuerzas progresistas de este país, para que la implementación de la paz procure la igualdad y progreso para todos los colombianos.
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