Solo aquellos que no hayan perdido la capacidad de ensoñación podrán comprenderme.
J.J Benítez.
A principios del 43, el servicio de inteligencia americano u Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), que después se convertiría en la Agencia Central de Inteligencia CIA, junto con la Oficina Federal de Investigación, el FBI de Hoover, buscaban espías del Eje y de sus aliados en toda América, Colombia incluida, y en el sur, Popayán no podría ser la excepción.
Se les había dado la orden a los agentes aliados, entre ellos un estadounidense, un irlandés y un italiano, de hacer seguimiento a cualquiera que presentara simpatía por la causa del Eje y sus ideas totalitarias, o tuvieran vinculo de descendencia con la patria de los enemigos, entre ellos alemanes, italianos, japoneses, españoles, húngaros y hasta rusos blancos.
Los investigadores, que no eran espías de oficio, habían sido abordados para que con su labor ayudaran con el tan esperado día de la liberación, que con la famosa V de la victoria, que ya se ‘grafiteaba’ en la Europa ocupada, era un inicio. La famosa V que se unía a la guerra mágica en los tiempos modernos dada, según la leyenda, por el británico, poeta e iniciado, el mago negro Aleister Crowley a Churchill.
El americano había llegado por unos negocios de café desde el Huila con una multinacional, la cual quebró y se quedó dictando clases de inglés en la Universidad del Cauca. En el parque Caldas fue contactado, lo hacía más por el dinero que se iba a ganar que por patriotismo.
El irlandés, un busca fortunas, salió de Los Ángeles, California, y un día cuando el dinero se acabó, llegó al puerto de Buenaventura. Allí oyó decir que había oro al sur del Cauca y se radicó en Popayán; con sus ojos azules y porte de gentleman, cautivó a una linda payanesa, hija única, cuyo padre poseía dos haciendas y varias casas de alquiler. Llegó al espionaje no tanto por simpatía con la causa aliada, sino buscando aventura.
El tercer espía era un italiano con título de nobleza, educado en Florencia en cuna de oro, con título de maestría en artes del Renacimiento, arquitecto e ingeniero, políglota, descendiente indirecto del gran maestro da Vinci. Iniciado en logias de oriente y occidente, llevado a los 7 años al Tíbet, donde conoció a los maestros descendientes de las civilizaciones perdidas. Un guerrero enviado al sur en la guerra mágica que determinaría el futuro de la humanidad y de esta realidad. En Popayán se batallaría una octava parte de la gran guerra esotérica. No en vano tiene la única bandera que en América porta un símbolo sacro de Cruzados y la suma de su latitud y longitud geográfica da once en numerología.
Los estadunidenses nunca vieron o no quisieron ver el lado mágico de la gran guerra. Solo era cuestión de geopolítica e ideologías, a diferencia de los ingleses y entre pocos el “buldog británico”, alias que le dieron los soviets a Churchill, decidieron callar y esconder al mundo sobre lo que realmente sucedió en la guerra. Tiempo después el juez norteamericano Jackson que juzgó a los nacionalsocialistas en Núremberg, decidió optar por el mismo camino. El mundo no está y nunca estará preparado para saber qué poderes que desconocemos son los que en realidad dirigen el mundo, fuera de nuestra realidad científica y que existen desde el principio del mundo.
El espía italiano contactado en New York por la inteligencia militar de la marina que hablaba un impecable español sin acento, fue nombrado superior de sus otros dos compañeros. Su grupo se llamaría “Trípode”. Fue el primero que descubrió en su insaciable curiosidad los túneles secretos que yacen bajo la ciudad. La historia de estos pasadizos daría solo para una novela completa.
En esa época vivían en Popayán unas siete familias alemanas, tres de ellas descendientes de los alemanes originarios que habían combatido por la causa de la independencia en la famosa Legión Británica. Bolívar buscó mercenarios que habían luchado en las guerras napoleónicas. Los demás vinieron huyendo de la primera guerra mundial. Amaban a la patria que los recibió, pero añoraban la tierra natal. Consideraban a Hitler y sus SS lo mismo que a Mussolini y sus camisas negras, unos “buenos muchachos”. Eran la moda del momento. Hitler había sido declarado Hombre del Año por la revista Time en 1938.
Su misión consistía en hacerles seguimiento y comunicar a la embajada en Bogotá, todo. Ellos decidirían qué era relevante y qué no. El director de Trípode, amante del arte, iniciado y sibarita, era en realidad un doble agente, que tendría un papel fundamental en el desenlace de la guerra, pero eso ya es otra historia.
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