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La manía del tema en toda ocasión
Por Jairo Cala Otero
Periodista autónomo – Cultor del español
Por temporadas, y por alguna razón que todavía no se conoce, muchos colombianos imponen la «moda» de trajinar con vocablos o expresiones acuñadas, generalmente, en algunos medios de comunicación. El mal ejemplo de los otrora llamados «chicos de la prensa» se riega como pólvora, hasta convertirse en una verdadera pandemia lingüística malsonante y cansona.
¿Recuerda usted las refritas expresiones «retén ilegal», «pesca milagrosa», «minas quiebra patas» y «paro camionero» -para no citarlas todas-, que tronaron en radiodifusoras, periódicos y canales de televisión en una época? Bien. Ese fenómeno pone de manifiesto hasta la saciedad el descuido de muchos comunicadores, primero, y de otros hablantes, después, frente a su deber de consultar diccionarios y actualizarse en normativa gramatical.
Hoy, la manía cambió de curso. Ahora seleccionaron la palabra tema. La hacen sonar y la escriben desde que el sol despunta tras los cerros tutelares de las ciudades hasta que se oculta en el poniente. Entre el grueso de vivientes que rastrillan ese vocablo en toda ocasión y para toda referencia, no se escapan los llamados ejecutivos, que presumen de tener mucho conocimiento en todas las áreas del saber humano.
Veamos algunos ejemplos, que seguramente le han zumbado a usted en sus oídos, o le han nublado sus ojos:
· «Fiscal Germán Pabón, ¿cómo está enfrentando el tema de la corrupción en el caso del carrusel de la contratación?». De un periodista en una cadena radial.
· «Los alcaldes han sido ‘muy ineptos’ con el tema de El Carrasco». Titular del diario Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, al aludir a la emergencia sanitaria en el sitio de disposición final de los desechos domésticos en la capital santandereana.
· «Investigamos el tema de los controladores aéreos, y ahora averiguamos sobre el tema de los pilotos». Del director de la Aeronáutica Civil de Colombia, al hablar de una protesta que afectó las operaciones aéreas en todo el país. Hizo doblete, por si acaso quedaba duda de cómo hablar «el tema».
· «En la reunión se abordará el tema de los ataques de la guerrilla en el Cauca». Tampoco se escapa el ministro del Interior, Germán Vargas Lleras. Cuando la reunión terminó, el funcionario dio un parte entusiasta al decir que «el tema de la guerrilla fue analizado con sumo cuidado».
Por supuesto, si siguiera señalando citas yo no terminaría la lista. Porque son muchas las situaciones en las que el manido uso y abuso de esa palabrita palpita a cada segundo, en la lengua de cientos de personas, y en las páginas de muchos periódicos y revistas. Esos hábitos de expresión, que se vuelven eco de manera inconsciente merced a la «cadena» que se construye a punta de repetición de palabras, terminan por aburrir a lectores, televidentes y radioescuchas. Si alguien tuviese duda, que les pregunte a ellos. ¡Ya escucharán lo que responden!
Corrijamos los casos aquí citados, para que sepamos que sí hay alternativas gramaticales para no acudir a esos giros inútiles y farragosos:
· «Fiscal Germán Pabón, ¿cómo está enfrentando la corrupción en el caso del carrusel de la contratación?». Lenguaje directo, sin rodeos, sin «adornos» que afean la expresión.
· «Los alcaldes han sido ‘muy ineptos’ frente a la crisis de El Carrasco». También lenguaje directo, porque lo que hay alrededor de aquel problema sanitario es una crisis.
· «Investigamos la protesta de los controladores aéreos, y ahora averiguamos sobre la negligencia de los pilotos». Así ya no se escucha malsonante la expresión. Se acude a la diversificación del vocabulario.
· «En la reunión se hablará acerca de los ataques de la guerrilla en el Cauca». Así, porque tales ataques violentos son analizados en esas reuniones.
La dificultad radica en que una gran franja de hispanohablantes no conoce la estructura de las oraciones gramaticales. Por esa simple razón, viven convencidos de que para hablar o escribir se puede acudir a cualquier ocurrencia. Claro, por supuesto que pueden hacerlo, pero la repercusión será la de ser tachados como malhablados y malos redactores.
Como la palabrita aquí analizada no está proscrita, ni tampoco se la puede enviar al cesto de la basura, porque sigue teniendo utilidad puntual, yo termino aquí este tema. Espero que haya usted recibido suficiente ilustración sobre él.
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Nota del director:
Por considerarlo interesante y de gran utilidad para quienes se empeñan en hacer uso correcto del español, se inserta el siguiente artículo del señor Guillermo Angulo, habitual colaborador de la revsta El malpensante.
Sobre lingüística y otras yerbas
Guillermo Angulo / Revista El Malpensante
Odio lo políticamente correcto —sin que esto quiera decir que yo sea políticamente incorrecto— aunque, pensándolo bien, no sé muy bien qué quiere decir ese impreciso término. Si la cosa es con eufemismos, decididamente los abomino: para mí, un tullido sigue siendo un tullido; un ciego no ve porque está ciego, y una puta es una puta, no una trabajadora sexual.
Sin embargo, aprecio la paciencia de quienes se están tomando el trabajo de alargar todo innecesariamente —volviendo de paso sus textos, además de aburridos, ilegibles—; cerrando tranquilamente los ojos ante la evidencia gramatical de que cuando se dice niños se está incluyendo también a las niñas, y que la historia del hombre es también la historia de la mujer.
Si queremos defender el idioma de esos adefesios, debemos rechazar esas llamadas posturas correctas. Una exprimera dama española, por ejemplo, se estaba ahogando no en un vaso de agua sino en una botella cuando, al calor de una improvisación, se refirió a los jóvenes y las jóvenas. Políticamente correcto pero, sin duda, idiomáticamente desastroso.
El gran oso en esta guerra lo van ganado las españolas, a las que les ha dado por escribir person@s, tod@s o amig@s con la vana esperanza de que el desprevenido lector se trague el infundio de que el signo arroba pueda engañar a alguien haciéndole creer que es un injerto entre la o y la a. El gracioso símbolo únicamente se debe usar en las direcciones electrónicas de los correos, para evitar confusiones.
De paso, el profesor Gildardo Lotero mete baza desde Medellín para hablarnos del signo @, haciéndonos ver que se origina en la cultura anglosajona:
«La historia del signo @ es una historia tan triste de colonialismo como la de la isla de Puerto Rico y la de cualquier colonia española anglófona. Resulta que @ es una deformación simbólica de at, preposición que en inglés significa dirección (University of New York at Buffalo), como [el ampersand] & es deformación de la conjunción and (Gross and Company). Al querer los gringos utilizarla para reemplazar el comienzo de una dirección en los mensajes electrónicos, nuestro símbolo arroba (@) […] se tuvo que vaciar de contenido y cederle el paso a las ocurrencias de la lengua de la dominación».
Sobre el uso del signo @ en reemplazo simultáneo de la ay la o, ya la Academia de la Lengua se ha pronunciado al respecto en respuesta a una consulta hecha desde Bucaramanga por el periodista y cultor del español Jairo Cala Otero:
«Para solventar el problema de la pesadez que supone la repetición de cada uno de los apelativos en ambos géneros, comienza a circular la novedad, al hilo de la popularización de la informática, de utilizar el signo de la arroba (@) como moción de género para referirse a ambos sexos, ya que, curiosamente, este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o. Con ello, en una misma palabra se integran gráficamente tanto el nombre masculino como el femenino. Aunque este recurso no deja de ser ingenioso, hay que recordar que la arroba no es un signo lingüístico, y que este uso no puede considerarse aceptable en español desde el punto de vista normativo. […] Por tanto, su uso es INCORRECTO».
Volviendo a lo políticamente correcto y a la no dominación de los géneros, ya los gringos han logrado dislocar su idioma al cambiar palabras enraizadas como chairman o cameraman, por chairperson y cameraperson, para darle un aspecto neutral al nombre de estos oficios, y crear de paso la tendencia de sacarles el cuerpo a todas las palabras terminadas en man, solo porque en inglés significa hombre, aunque suele designar a ambos sexos.
En esta batalla las mujeres no se han mostrado muy congruentes: hay palabras creadas específicamente para ellas, como poetisa. Pero muchas se ofenden si no las llaman con la usada para referirse a los hombres que escriben poesía: poetas. Como si consideraran que los hombres escriben mejores poemas que las mujeres, lo que no es necesariamente cierto. O adoptan como femenino el masculinísimo nombre italiano Andrea, que significa Andrés (les aseguro que el almirante genovés Andrea Doria era hombre, y que nunca se puso falda), simplemente porque —al igual que poeta, masculino— Andrea termina en a. Moraleja: desde el punto de vista genérico hay que desconfiar de las vocales y apoyarse en los artículos que, en este caso, se vuelven de primera necesidad.
Si yo como mecánico aficionado quisiera embarcarme en la insensatez de las palabras políticamente correctas me tropezaría con un enorme problema aún por resolver. Uso a veces un instrumento llamado comúnmente hombresolo. Soledad aparte, no sé si lo debiera llamar —siguiendo la nueva moda— mujer-hombre-sola-solo.
Para deleite de nuestros lectores —aunque indignos— nos osamos reproducir un trozo de un delicioso artículo que el escritor español Julián Marías publicó hace tiempo en México y que reprodujo parcialmente en Colombia, Conversaciones desde la soledad. Que Dios nos perdone el atrevimiento y nos proteja de la lluvia de piedras que probablemente lloverá sobre nuestra desprotegida testa. Aquí va el texto, con el respectivo agradecimiento a Santiago Mutis, su descubridor:
«Los ciudadanos españoles y las ciudadanas españolas estamos hartos y hartas de pedir a nuestros y a nuestras gobernantes y gobernantas que se ocupen de los niños y las niñas inmigrados e inmigradas, que llegan recién nacidos y nacidas, famélicos y famélicas, desnudos y desnudas, sin dónde caerse muertos y muertas. Nuestros y nuestras políticos y políticas se ven incapacitados e incapacitadas para afrontar el problema, temerosos y temerosas de que los votantes y las votantes los y las castiguen: el que y la que sea partidario y partidaria de que esos niños y esas niñas sean españoles y españolas a todos los efectos, teme la reacción de los y las compatriotas y compatriotos proclives y proclivas a frenar el flujo de extranjeros y extranjeras —sean adultos o adultas, niños o niñas, recién nacidos o nacidas— y amigos y amigas de una población compuesta por individuos e individuas autóctonos y autóctonas, homogéneos y homogéneas racialmente: los ciudadanos y las ciudadanas, en suma, que no creen que todos los hombres y las mujeres son iguales o igualas».
Este boletín es un servicio pedagógico gratuito. Ninguna entidad gubernamental o privada tiene injerencia en su contenido, ni lo patrocina de modo alguno.
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Errores de escritura podrían originarse en alguna disfunción cerebral
Por Jairo Cala Otero
Periodista autónomo / Cultor del español
Algunos de mis innumerables lectores son acuciosos. Se interesan por lo que acontece alrededor del cambiante idioma español. En esa tónica, unos dan sugerencias para artículos; otros, piden que yo absuelva dudas; unos más, hacen comentarios aledaños a algún aspecto idiomático…
Esta vez me ocupo de un mensaje que me hiciera llegar la fonoaudióloga Jenny Celis. Es la primera vez que me escribe, pero su alerta encarna un asunto que debería llamar la atención de la comunidad científica. Advierte que muchos de los errores al escribir podrían originarse ¡en alguna disfunción cerebral! Interesante alerta.
Comparto el mensaje de la fonoaudióloga:
«He leído algunos de sus correos, que, por cierto, son muy interesantes en la reflexión gramatical.
Le tengo una observación: todo lo que argumenta en el tema de la correcta ortografía se lo asigna a la negligencia general del lecto-escritor, como parte de su desinterés por reconocer una regla general cuando se escribe o se lee. Pero también es bueno abordar el tema desde el punto de vista patológico en el sentido del desorden. En el proceso terapéutico del fonoaudiólogo, se están evidenciando casos en los que la alteración obedece a un desorden disortográfico o disgráfico de corte cerebral, que degenera la semántica, la sintaxis y, por consiguiente, la pragmática a la hora de resolver el código escrito.
Sería entonces oportuno sugerir un proyecto encaminado a detectar estas dificultades, con el fin de corregir a temprana edad dicho desorden, para distinguir en la población adulta quién, realmente, está en el grupo de los irreverentes del lenguaje, y quién en el grupo de los lecto-escritores con deficiencia definida».
Es innegable que resulta interesante el punto de vista que expone Jenny. ¿Cuántas personas padecen, en Colombia, de tal patología? ¿Cuántas personas habrá que aun estudiando gramática persistan en la falla de escribir y hablar incorrectamente nuestro idioma debido a aquel problema cerebral? Valdría la pena que los científicos se ocuparan de investigar y analizar las posibles disfunciones que padecen los colombianos en esa materia. Quizás estemos frente a casos que justificasen todos los empeños científicos, no solo nacional sino mundialmente. Y, por supuesto, es probable que se les pudiera proporcionar a esos pacientes una solución para su disfunción, a la luz de la ciencia.
Cabe, no obstante, sospechar que ese no sea el caso de la mayoría. Porque como se habrá notado, la mayor parte de las observaciones idiomáticas que yo hago se basan en errores que se difunden en los medios de comunicación de Colombia.
La alerta de la fonoaudióloga Jenny Celis me llama poderosamente la atención, porque podría ser que entre los periodistas haya cuando menos una porción que padezca la disfunción de la que ella habla. Sin embargo, no me atrevo a afirmar que esos errores cotidianos tengan como única causa la que anota la ilustre profesional, en su mensaje.
Llevo ocho años adelantando esta campaña pedagógica por Internet, y he podido detectar -entre ellos, los periodistas- que la mayoría no conoce la gramática elemental del idioma con que trabajan diariamente; de allí sus fallas al redactar las noticias. Otros -una mínima franja- «padecen» lo que yo he dado en denominar «soberbia egocéntrica», pues aun reconociendo que cometen faltas de sintaxis, discordancias, redundancias, mala aplicación de los signos de puntuación y mala ortografía se niegan a corregir sus descalabros idiomáticos. Les gana la soberbia, y pierden así una oportunidad de salir airosos de esa batalla. «Soy un trasgresor de las normas del español», se atrevió a confesarme uno de ellos, algún día.
Tienen la palabra los expertos en examinar la funcionalidad del cerebro humano: sus misteriosas conexiones, sus maravillosos procesos y manifestaciones, sus intrincadas reservas, rechazos y aceptaciones. En fin, ellos son quienes, al lado de la Fonoaudiología, podrían determinar qué personas tienen problemas graves con la aplicación de las estructuras del español, pese a que tengan vivo interés por conocerlo a fondo, escribirlo y hablarlo bien. Y quiénes son el fruto de su desdén y apatía por la lengua que les tocó hablar y escribir.
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Preguntan los lectores
Así mismo y asimismo
Jairo, buenos días:
Gracias por todos sus mensajes que nos ha enviado, son muy bellos; algunos nos invitan a la reflexión… Dios le dé este año muchísimas bendiciones para usted y toda su familia!
También le quería consultar sobre la forma correcta de escribir la palabra así mismo, ya que lo normal es escribirla separada; pero la semana pasada, un compañero y yo consultamos por Internet la página de la Real Academia Española y aparece escrita como asimismo. ¿Estarían correctas las dos?
Quedo atenta a su respuesta.
Judith
Respuesta
¡Hola, Judith!
Gracias por leerme con interés.
A tu consulta puedo responder así: las grafías del adverbio de modo así mismo y asimismo se emplean indistintamente cuando su significado es el de también o además. Ejemplos: «Tengo ganas de volver a Austria, y espero así mismo/asimismo visitar pronto Suiza»; «Vinieron asimismo/así mismo los parientes de su esposa».
Además, se escribe así mismo, en dos palabras, cuando se trata del adverbio así y del adjetivo mismo con valor enfático para significar ‘de esta misma manera’. Como en este ejemplo: «Hazlo así mismo». (Fuente: elcastellano.org).
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Escritura de las siglas
Buenos días, Jairo. Te ruego el favor de ayudarme a despejar una duda.
Me enseñaron en la universidad que las siglas de 3 letras se escribían en mayúscula sostenida y que las de 4 en adelante con mayúscula inicial. ¿Esto es cierto?
Mil gracias por tu ayuda.
Cordialmente,
Sandra Calvo Pinzón
Respuesta
¡Hola, Sandra!
Gracias por escribirme.
La tesis que te expusieron es parcialmente cierta. Lo que ocurre es que hay siglas sencillas y siglas acrónimas. Estas son aquellas que se forman con fragmentos de los nombres, para abreviarlos. (Caracol: Cadena Radial Colombiana). Solo si son acrónimas, las siglas irán en minúsculas (solamente la inicial en mayúscula) si sus componentes pasan de cuatro letras. Si apenas llegan hasta cuatro, o tienen menos, se escribirán en mayúscula. Es la excepción de la norma. Todas las demás siglas irán en mayúsculas: ONU, OEA, AFP…
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«¿Lecturabilidad?»
Don Jairo, buenos días:
Estoy seguro de que usted me puede resolver esta inquietud:
Ayer leía en la página web de El Tiempo el siguiente artículo: «En lo que corresponde a lecturabilidaddiaria, EL TIEMPO se mantiene como el preferido por los colombianos, y en esta última medición registró 1’109.121 lectores diarios, seguido de El Colombiano, con 229.681. Luego, están, en su orden, El Espectador, con 213.674; El País, con 182.956, y El Heraldo, con 116.548».
Mi pregunta es: ¿La palabra ‘lecturabilidad’ está bien empleada?, pues El Tiempo la utiliza para referirse a personas que leen el periódico, mas estuve consultando y la palabra hace referencia a legible o leible.
A la espera de su gentil comentario.
Cordial saludo.
Sergio A. Rodríguez.
Respuesta
¡Hola, Sergio!
Aunque el vocablo «lecturabilidad» todavía no tiene registro en el Diccionario oficial de la Real Academia Española -RAE-, su uso ha sido confundido. En el caso que usted cita, por ejemplo, se usa con el sentido de índice de lectura o fidelidad de los lectores de El Tiempo; no obstante, pareciera hablarse -erróneamente, claro- de duración de la lectura por parte de cada uno de tales lectores. Y, obviamente, este aspecto es imposible de medir en una estadística; porque todas las personas no duran el mismo tiempo leyendo un texto (un periódico en el caso de El Tiempo).
Lo correcto es, para no incurrir en tales confusiones, hablar de «índices de lectura», expresión que se aviene con más precisión para lo que en El Tiempo quisieron decir.
Saludo atento para usted, y muchas gracias por escribirme.
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Redacción y corrección de textos
La gramática, la ortografía y la puntuación en el lugar exacto, en toda clase de textos.
Usted me da las ideas que quiere expresar, y yo le construyo el documento que requiere. O me confía sus propios escritos, y yo se los reviso a la luz de las normas gramaticales y ortográficas, y le introduzco las correcciones a que haya lugar.
Algunos compatriotas testimonian la buena calidad de este servicio:
«Conocedor de las importantes investigaciones y estudios que sobre el buen uso del idioma ha realizado el periodista y lingüista santandereano Jairo Cala Otero, dejé en sus manos una de mis novelas recién escritas, en demanda de sus buenos oficios, y logré una excelente corrección. Este ejercicio me permitió comprobar que Cala Otero no es solo un abnegado defensor de la buena escritura, sino un ponderado conocedor de la gramática y poseedor de las herramientas necesarias para enderezar, al tenor del mejor idioma -el español-, la novela, el cuento, el ensayo y cualquier trabajo literario que llegue a sus manos. En consecuencia, doy fe de tan ilustre labor».
Marco Fidel Yukumá
Director de noticias de Caracol en el Huila – Colombia
Escritor huilense y profesor universitario
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Jairito:
Sencillamente hermoso tu texto. Definitivamente, Dios se lució contigo.
¡Gracias, mil gracias!
Que Dios te siga bendiciendo junto con tu familia.
Un abrazote.
Nora Isabel Barrera Gómez
Bucaramanga, Colombia
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Permítame usted conjugar en todos los tiempos y modos mi verbo preferido: ¡servir!
Me encanta corregir, porque sus textos merecen resplandecer.
Órdenes de trabajo por mundodepalabras@gmail.com
313 248 2049 – 315 401 0290: Jairo Cala Otero.
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No se dice…
No se dice: Impropelios.
Se dice: Improperios.
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