Según San Juan, son la misma cosa, pero el primero es el origen y el segundo es la consecuencia. No hay amor a Dios, si primero no hay Amor de Dios. El Amor consiste en que es Dios Quien ama.
El amor a Dios por nuestra cuenta y esfuerzo es sencillamente imposible. También es imposible el amor verdadero para con los demás, si no es Dios quien ama a través de nosotros.
El Amor viene de Dios. Es decir: no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos capacita para amar. Es más, es Dios quien ama a través de nosotros. El que ama -el que ama de verdad- no con un amor egoísta, sino con un amor generoso y oblativo por el que se busca el bienestar del ser amado y no el propio, ése que ama así, ama así porque conoce a Dios.
El que ama egoístamente, pensando en sí mismo, en realidad no ama; y no ama porque no conoce a Dios, porque no ama a Dios, porque no complace a Dios, sino que se complace a sí mismo.
Permanezcan en mi Amor. Si cumplen mis mandamientos permanecen en mi Amor, lo mismo que Yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su Amor” (Jn. 15, 9-10).
Amar a Dios y permanecer en su Amor es hacer lo que El nos pide. La palabra “mandamientos” no se refiere sólo a los que conocemos como los 10 Mandamientos, sino a “todo” lo que Dios desea de nosotros.
Es el caso entre Dios Padre y Dios Hijo: éste hace lo que el Padre quiere y es así como permanece amando al Padre. Quiere decir que nosotros permanecemos amando a Dios si actuamos de la misma manera: haciendo lo que Dios desea de nosotros.
Si nos fijamos bien, los amores humanos funcionan de la misma manera: el enamorado hace lo que la enamorada desea y viceversa; uno busca complacer al otro. Amar a Dios es, entonces, también complacer a Dios… en todo.
La verdadera felicidad está en permanecer amando a Dios, cumpliendo los deseos de Dios y no los propios deseos. Así nuestro gozo será “pleno”. Las alegrías humanas son pasajeras, efímeras, incompletas, insuficientes. Pero… ¡nos aferramos tanto a ellas! Si nos convenciéramos realmente de estas palabras del Señor sobre la verdadera alegría, nuestra felicidad comenzaría aquí en la tierra y, además, continuaría para siempre en la eternidad.
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