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Martes, 28 de marzo de 2023. Última actualización: Hoy

ENTRE BARROTES, CANDELABROS Y ALCAYATAS

El miércoles 13 abril, 2022 a las 7:38 pm

ENTRE BARROTES, CANDELABROS Y ALCAYATAS

«¡Ay, qué Amargura de piedra
por las calles encharcadas!
Nadie le ayuda un poquito,
todos le empujan.
¡Qué se desangra!
Ya se ha quedado sin hombros;
partido lleva el aliento,
las rodillas desgarradas.
Nadie le ayuda un poquito.
Todos le empujan.
¡Qué se desangra!
Tan sólo las tres Marías
llorando, por las murallas.
Rafael Alberti

La bien llamada Jerusalén de América, nuestra querida Popayán, que a través de los años ha visto y palpado el desfilar de sus procesiones. Descartando instantes de grave dramatismo, como fue la pandemia que por espacio de dos años fue suspendida, el rito no se había interrumpido a pesar de catástrofes y calamidades, taponamientos y conflictos, han impedido frustrar el apego emocional a una tradición orgullosa, sostenida con unción y alentada con artística vanidad. En esta época del año el payanes que vive fuera de esta capital, alista maletas para regresar a su tierra natal, no importando el lugar en donde se encuentre y menos ahora cuando las facilidades del transporte así lo ameritan.

El raizal antes de arribar a este terruño, ya viene participando de una u otra manera, haciendo parte en todos los preparativos y antecedentes de la Semana Mayor, así sea de manera virtual, para lo cual se toma el tiempo necesario para ello, sintiendo el fervor, la alegría y el recuerdo pegado desde la infancia de los tiempos sacros en la vetusta Popayán, en donde pobres y ricos tratan de participar y prestar la colaboración necesaria.

Alistándose para la ayuda, el arreglo y brillo dotando los pasos con mejores y flamantes decorados y arreglar las andas para que no desmerezcan la piedad y admiración, sea del señor, de la Virgen o del Santo del patrocinio y culto de cada familia.

En esta oportunidad entra en acción y como figura principal “el carguero”, constituyéndose en el actor principal de la fiesta religiosa más importante del año; el cual constituye por intima unión un grupo de cofrades y su vida por instantes alrededor del “paso” que les pertenece.

El barrote de las andas es más que un título, una propiedad; el cual por no perderlo existen sacrificios y renunciamientos, y si es del caso la pugna y el choque violento y colérico, reclamando el derecho a cargar ya por tradición, avaricia o herencia, ya que viene de abuelos a nietos o de padres a hijos, sucediendo el legado para mantenerlo limpio de ejecutorias y blasonado de decorosa energía, hasta completar el jubileo.

“El paso” que llevan en sus hombros ocho cargueros, acompañados con sus alcayatas, es un nivelador social, rasante, cuando discretas letras han marcado en la añeja y fuerte madera la devoción de algunos de categorías y narrador de historias y leyendas, cuando se vociferan y se narran relatos de los que han pasado por cada uno de los barrotes, hasta el punto de que se conoce que el general José María Obando, fue “esquinero” y cargo el paso de La Dolorosa de San Agustín.

Bajo las andas y hombro con hombro, todos los cargueros se confunden; allí el del abolengo rancio e inútil, allí el hijo del pueblo que es trasunto de virtudes colectivas; allí el acomodado junto al pobre, que espera de su fe el milagro complaciente de sus punzantes necesidades, acrecentando cada año “el morro” o “callo” sobre sus hombros.

De esta manera podemos comprender el mantenimiento de estas procesiones y el sentimiento afectivo que nos envuelve y nos domina para dar una pausa suspensiva al diario vivir, y podamos disfrutar y vivir con recogimiento durante siete días la Semana Santa, participando de este rito precioso, tan prendido y asiduo a nuestros corazones, aferrándose de manera firme e imperecedero.

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