
Créditos: Enciclopedia Humanidades
Rafael Maya: En la pluma de Yolanda Latorre de Villa

A Luz Helena Cajiao de Cohen y Margarita Escobar de Vergara.
A veces me aburre que Google tenga respuestas para todo, y en ‘tiempo real’. Es como si la capacidad de asombro hubiese desaparecido. Entonces me da por hurgar en viejos sobres y carpetas donde atesoré por años recortes de prensa y de revistas. Nunca salgo defraudado, y nunca me falta la exclamación ¡eureka! Esta vez lo hallado no pudo ser mejor: una página de El Liberal (domingo, 24 de agosto de 1980), y en ella una publicación de Yolanda Latorre de Villa (q.e.p.d.), mi compañera en el programa de Literatura. En esa página Yolanda hizo una lectura comentada de los poemas de su tío, el poeta Rafael Maya, recientemente fallecido.
Rafael Maya, nacido en Popayán en 1897, y fallecido en Bogotá en 1980. Llevó una vida apartada y discreta, entre “surcos de libros”, como solía decir. En su oficina o en el estudio de su casa se le veía, consagrado a la poesía y a la investigación literaria. Seguramente por eso, Yolanda aporta poca información sobre su biografía, y la que revela sale de los ensayos críticos o la obra poética.
Precisamente, «La vida en la sombra» (1925), su ópera prima, es una temprana definición de su propia existencia; un cofre de emociones, de vida interior y creatividad; señas de identidad que Yolanda refrenda con estos versos: «Y humilde y en silencio, mi destino/ es ser buena y cordial; ser agua pura/ a través de la hierba del camino». Que a Yolanda llegaban como “belleza sensitiva, que golpean en profundidad las fibras humanas”. “Emoción, acentos y visión prístina”, dice en otra línea de su texto.
Es poco el esfuerzo que hace el lector para advertir el acento panteísta –a pesar de ser Maya conservador y católico– que atraviesa el tejido de su poesía. De allí viene su concepción del mundo y su doctrina, según la cual Universo, Naturaleza y Dios son equivalentes. Y como rasgo de ese estilo, el poeta declara: «El origen de mi lírica está en el amor, a los campos, a los árboles, a las colinas, a las estrellas. … un lirismo en el que hay sensibilidad y no sentimiento».
Yolanda ve también el símil entre agua y lenguaje, constante en la poesía del maestro: “A fuerza de pureza el agua es azul, y asimismo su lenguaje”. Un lenguaje que indica lo sencillo, lo claro y lo puro como características esenciales de la poesía: «Yo soy el agua azul de la montaña, …». «Solo copio los tonos del paisaje/ y solo huertos mi corriente baña».
Como lector infatigable de Marcel Proust que fue Rafael Maya, no le negó gratitud a su maestro francés; en efecto, su extensa labor poética se cierra con un volumen que hace honor a Proust: «Tiempo recobrado». Y como en ‘la busca’ de Proust, “regresa ahora en los libros de su niñez”, dice Yolanda. Para solaz del lector, y desde su celestial morada, pido a Yolanda licencia para cerrar con este breve poema de Rafael Maya.
SUEÑOS
Ay! ni yo mismo he creído
en mis sueños,
pero los sueños han sido
la ocupación de mi vida.
Sólo que los he tenido
durante el día, despierto,
no cuando estaba dormido.
Y ahora advierto
que el sueño fue ¡quién creyera!
mi realidad. Mundo cierto.
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