
Valencia Quijano publicó una columna semanal en el diario local El Liberal entre 1989 y 1994, y desde 2003 colabora en la página literaria una vez al mes.
Ha publicado El silabario perdido (2004 y 2008); Los cuadros del pintor (2005). Inéditos: La esfinge y la nostalgia; La muerte no me olvida. En preparación: Las palabras y los cuadros.
Sobre la nueva obra se expresa con gran propiedad Darío Noguera M.: “En estos poemas el amante se despoja de la túnica que las convenciones del lenguaje humano le han tejido para depositarla a los pies de su amada y mostrar su alma desnuda. Y nace, en esa medida y en cada poema, un borbotón de palabras evocadoras de múltiples universos, para concederle al conjunto un caudal amazónico que se adentra fecundo en la espesura de un mundo donde la vida parece dormir su último sueño y donde el amante cuando despierta lo hace dentro de la muerte.
Desde otro ángulo puede concebirse el libro como un poema-red tendido al viento a la espera de una dama que acaso se enrede entre sus hilos. Pero aquí también, como en la vida, el azar juega un papel preponderante; pues no se trata de cualquier red, ni tampoco será cualquier dama, la víctima de sus “ardides”. El juego de su seducción está dado por un lenguaje que pone en acción una sintaxis-río en la que cada poema, a veces cada verso, es ya un recodo, ya un remanso o ya una cascada, cuya fluidez y ritmo se hallan reguladas por la naturaleza de las criaturas y circunstancias que la imaginación desbordante del autor conjura.
Y quizá no sea equívoco agregar que tal caudal semántico sólo sea potestad de alguien que es también un oficiante –de vieja data– de la pintura y de las artes plásticas.”
Pues bien, el autor, Rodrigo Valencia Quijano así presenta su obra EL TIEMPO DEL DESEO ( Poemas ):
“Parafraseando a Dante, más allá de la mitad del camino de la vida me encontré en un bosque semioscuro. La fantasía amorosa aparecía continuamente; de día y de noche, entre la luz y la oscuridad, en amor y desamor, en la entrega y los desaires, en la risa y la nostalgia, en el cielo y los sueños truncados, en las realidades y los imponderables del sueño. Rostro por definir una estación del alma, caleidoscopio para retar lo posible en la imaginación, las probabilidades de tocar lo improbable de la piel. Se es alguien en el conjunto de los entes, y, sobre todo, en la aventura que procura la cercanía sentimental de los seres; en ello se esfuerza la humanidad entera, de allí la gran vida se explaya al infinito. Todos llevamos el sello de eros; el alma es un rostro de mil caras, su búsqueda incesante es su paradigma más íntimo, inquietante y auténtico; y en el darse y recibir al otro se realiza la danza del destino. Allí se arriesga el sentimiento, la sangre y todo ánimo, de allí nace un canto brujo, la mirada embelesada, el éxtasis que embriaga los sentidos, que extravía incluso los dominios de la razón en un juego que busca la felicidad, la fugitiva felicidad del amor. Surgió este libro como un trance capcioso del deseo; quería recobrar un lenguaje viejo, atemporal, y escribirlo para todos sin la escoria de la novedad, sin la precaución de estarle huyendo a la inocencia; un fraseo musical donde puedan crecer las caricias y la fantasía, al mismo tiempo que los años, sin que duelan. Lo comencé en julio de 2008, bajo el capricho de escribir 101 poemas de amor. ¿Por qué? Sin razón alguna; simplemente como reto a un deseo ubicuo en mis fuerzas posibles, y también con la intención de gestarlo en nueve meses, pero el parto se adelantó a ocho. Mi urgencia por verlo terminado me obligaba a intentar la escritura muy asiduamente; la fiebre me empujaba a dar salida rápida a los delirios que obligaban mi cabeza; tenía que obedecer mi propia ley, llenar las cartas circunvecinas de la imaginación, delinear los espacios surreales de conciencia, desplazar miradas entre lo real y lo absurdo, captar los giros intuitivos, las voces que hacen camino al andar. Las palabras fundan un mundo; la historia puede ser interminable; y la culminación de una obra acontece cuando el deseo, urgencia eterna, queda satisfecho en lo íntimo del alma. Sólo en ese momento puede uno decir : he terminado. En mi caso, he dado fin a estos poemas, pero la vida continuará desenmarañando la madeja de los sueños. Lograr esto del todo es imposible; intentarlo, la misión de todo ser humano, el capricho que enajena o da una luz al acertijo. Las palabras desgranan el silencio, y del silencio brotarán nuevamente.”

Aquí, el primer poema de la obra y a continuación el 101:
Dama de la noche:
en mis manos.
Caigo en el fango si no te sueño en la luna.
Deliro si descubro tus huellas borrando mi sombra, deshojando mis alas de hielo.
…Entrando voy a la tolda custodiada por siete
mastines blancos…
copio tus cartas tras el cuadro que muestra
tu imagen desnuda.
Dubitando, pierdo mi redención en este instante,
los santos me cubren el cuerpo
con sus túnicas.
Prefieren no verme lleno de deseos,
de miradas inermes y dedos balbucientes.
…Eros ascendía, el alma se entregaba…
Por tu cuerpo bajo a la montaña donde nacen los besos;
en tu cintura duermo sueños curvos;
en tus senos, la redondez de la belleza;
en tu cuello, esmeraldas esperan mis manos;
en tu boca, un rayo enciende mi piel;
discordia en el cuerpo,
…árbol de las provocaciones…
deleite sinuoso,
si en tus ojos parpadean las estrellas
y delician mi mundo de humo.
Con tus cabellos tejo trenzas infinitas para medir
el tiempo y la distancia.
…En las almohadas se estrella el grito del amor…
del cielo y del infierno juntos.
…Oye: mírame hoy a las 12 en tus manos…
y esconde mis palabras
en tu alma de la noche.
101
Un día anuncié
soñar contigo ciento un historias de
amor.
…Tú eras cien espectros, yo uno…
Mi nombre no es Legión,
no camino en un desierto de cemento y
cal.
Pedí permiso al Cielo,
al arcángel que custodia el sueño,
a la ventana de occidente que soliloquia conmigo
después de un día soleado por la
luna
…y el ronroneo de siete gatos ensimismados…
Consulté el epistolario íntimo,
el alma que se asoma en el aljibe.
Tú dolías o gozabas, ofrecías violetas rubias,
amabas mi mirada
o reunías el desprecio;
todo era posible en un rato de
lirios.
…Yo canté desde el cerebro, desde el corazón…
desde el bajo vientre y la neblina;
desde la piedra y la estrella,
desde el águila y la
laguna.
…Un desierto, un oasis…
unos pies que secretean el
viento;
un cáliz anónimo para los gorriones de mis túnicas,
un loco en mis abrazos que huyen.
Hay cantos en la tristeza, en la alegría, cantos en el hielo,
en lo imposible y la trastienda,
en la montaña que amanece en el arco
de tus piernas;
hay cantos para huir del día y la noche,
para abrir un cielo, una fuente, un geranio,
…una bola de cristal…
el velo, la sangre, las colinas ebrias,
los centauros que no existen
y la nieve en las
pestañas.
…Santo, santo, santo es el Señor de los enigmas…
me hundió en mi noche enjardinada;
allí las uvas del deseo regresan, maduran,
un huerto prohibido
me llama…
repican las campanas de mi muerte…
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