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El Silencio de un Pincel

El lunes 12 enero, 2009 a las 10:51 pm
Por Fabio Holguín (Poeta)

“Alegre y cantando
Cojo el camino
Abierto, sano, libre
El mundo ante mí…” Whitman


Con la resaca de las fiestas de fin de año y la esperanza de un mejor año nuevo, sentado en una banca bajo el centenario samán, leía las críticas al salón de 1846, en París, escritas por Carlos Baudelaire.
Precisamente el capítulo que habla de las diferencias entre un colorista y un dibujante, dando la posibilidad que bajo ciertas condiciones, se puede ser colorista y dibujante al mismo tiempo.
Navegando en estas ideas me encontraba cuando un amigo me sacó de mi meditación pictórica para darme la sombría noticia de la muerte del maestro Caleb Avendaño Mosquera.
Cerré el libro y me quedé en silencio varios minutos, viendo caer el agua cristalina del río Quilichao, imaginando que eran las lágrimas de todo un pueblo que lloraba la partida de uno de sus hijos predilectos.
El arco iris que minutos antes atravesaba mi alma se transformó en blanco y negro; el cielo se pintó de gris, un viento frío recorrió mis entrañas, la incertidumbre floreció en mi piel, las hojas caían tristes sobre el verde césped.
No podía creerlo, ése hombre que transmitía tanta energía en sus saludos, en su manera de ser; ése hombre que iba de frente desde su trinchera de colores, pinceles y lienzos, con sus caricaturas, la mayoría de las veces ácidas y contundentes contra la miseria de los corruptos, los malvados y los delincuentes (tanto baratos como los de cuello blanco).
Y si es verdad la noticia… ¿quién le pondrá la cascabel al gato? ¿quién se atreverá de ahora en adelante a echar sal en las heridas o a mentar espejos en casas de los ciegos? Porque el maestro Avendaño era de la estirpe de los grandes artistas, que no agachan la cabeza ante las injusticias del tirano de turno.

Cumplía los requisitos del verdadero creador: ser ante todo, un amanuense de los ciudadanos de su tiempo; era el fiscal “ad honorem” con sus caricaturas en las que denunciaba todo acto que fuera contrario a la Ley, la Constitución y las buenas costumbres de los quilichagueños.
Criticaba a los artistas o aspirantes a artistas cuando perdían la brújula de su humildad y sencillez y me decía con risa sarcástica: éstos no van a llegar muy lejos.
Debe haberse reunido con su antiguo amigo de tertulias y vinos, “Barrilito” (Guillermo Holguín David), quien lo bautizó “Pincel Bravo”, contándole las últimas noticias de Santander.
Los que se van a ver en apuros con ese dúo de personajes van a ser San Pedro (si es que están en el cielo disfrutando de las diez mil vírgenes y la ambrosía de los dioses) o don Sata (si están en el infierno). Imaginémonos a uno haciendo las más contundentes caricaturas y al otro, los más ácidos artículos contra las malas formas de gobierno y sus atropellos en el uso del poder.
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