Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano
leoquevedom@hotmail.com
¿Qué nos depara la vida?, qué es de tu vida, gracias a la vida, la vida ha sido cruel con él… son expresiones que uno oye por ahí. Creemos que la vida es un ente con existencia propia y que ronda por encima de personas y objetos como capara protectora. Le asignamos cualidades humanas a la vida y le achacamos nuestras desdichas o le atribuimos también los grandes éxitos que ganamos con esfuerzo.
La vida, en concreto, nace con cada ser que llega al mundo. Entonces, la vida es. La vida existe y bulle en ese ser. La vida comenzó un día y se vivirá día a día. Cada quien la vive, la echa a su espalda y la sobrevive. Alguien se la colgará al cuello y la exhibirá como una cadena de oro. La cuidará y protegerá como algo que temerá perder. Otros duermen con ella y, al levantarse la saludan, la besan y conviven -como con la novia-.
La vida se mete por los poros aunque no queramos y, si no quisiéramos, huirá por ellos el día no que no queramos. Es el hálito –l´élan vital- que nos permite respirar, abrir los ojos y gozar las maravillas y rabiar por la barbaridad sobre el planeta. Nos permite tener ánimo para empezar una empresa y tomar aire cuando tropezamos. Es el manantial de energía en el humano que lo mantiene vigente y no lo deja doblegar.
Con la vida vivimos felices o tristes, bailamos o nos aburrimos. La vida la hacemos, la moldeamos, se va acomodando a nuestra voluntad. La vida que teníamos ayer es la misma de hoy. La vida no nos cambia cierto día, de improviso. No es como un contrato que vence y empieza nuevamente. Pero también podemos encerrarla como en una jeringa y vivirla gota a gota como la viven los enfermos en la clínica, o podemos estrangularla y extinguirla como cuando se abre la llave en un incendio.
No será, entonces, que la vida nos cambia, sino al contrario. La vida no actúa desde afuera hacia el interior de las personas. No es un visitante que hace favores y que cobra por hacerlos. La vida no dirige nuestros pasos. La vida está dentro de nosotros y corre por las mismas venas con nuestra sangre.
Somos nosotros, cada uno de los seres humanos, los que podemos cambiar el curso de la vida y de lo que hacemos. Es nuestro mérito. Parece bonita la frase de la canción de Mercedes Sosa, pero la vida no es un ente ni es un ser autónomo que tenga el poder de hacer de nosotros lo que le plazca.
Tampoco la vida es un ser amorfo y deleznable. No es una pasta de plastilina para jugar y deshacer con ella. Hemos nacido vivos, con salud, completos, con todas las neuronas y la materia gris del homo sapiens. No somos monstruos, ni nos faltan los brazos y las piernas, ni la imaginación y el poder de elaborar una fábula o disfrutar de un concierto de mirlas en la mañana. La enfermedad o el fracaso llegarán, los amigos nos abandonarán, pero la vida seguirá moviendo nuestra mole y como piedra viva seguirá brincando e hiriendo en nuestro zapato.
No será la vida la que nos dé la orientación que nos guíe en este corto mundo. Somos nosotros quienes damos sentido a nuestra vida y la cambiaremos el día que lo queramos.
12-03-09 – 9:02 a.m.
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