
El PIB

Ningún interés tiene el PIB para el hombre de la calle. Ninguno. Para los economistas de hoy, para los que se han descargado de la marca diabólica del neoliberalismo tampoco les dice mucho; igual los inversores, quienes lo desglosan en acápites interminables como: con relación a qué; en qué periodo de tiempo, a qué sectores, en cuales nichos sociales, y hasta quién es el autor de los datos o de dónde provienen.
En conclusión, el PIB no dice mucho a la hora de la toma de decisiones políticas, financieras y económicas. En juiciosa perspectiva, los políticos, por lo menos los políticos serios, se cuestionan la utilidad del crecimiento económico en función de las necesidades básicas satisfechas, en función de la equidad social; porque si el PIB aumenta en una economía monopólica, significa profundización de la brecha social, y, entonces, ese crecimiento no solo es estéril, sino perjudicial, ahonda la injusticia, con el antecedente que atrás de toda fortuna se esconde una profunda inequidad. Nuestros países se caracterizan por un crecimiento progresivo de su PIB en números muchas veces desbordados. Chile, desde la dictadura mostró un desarrollo impresionante, un crecimiento en su producto interno desbordado, por mucho tiempo la derecha fascista del continente lo tomó como un milagro económico, con un crecimiento promedio del 5% en el PIB, pero todo ¿a costas de qué?
En su afán por una minería intensiva contaminaron fuentes de agua, suelos productivos, pauperizaron poblaciones enteras porque las migajas que caían de la mesa de los monopolios agrícolas, mineros y pecuarios no alcanzaban para satisfacer las necesidades de la inmensa mayoría de la población. El milagro chileno era una fantasía, una economía inflada. El grado de monopolización económica llegó al colmo de privatizar hasta las fuentes de agua, que se volvió escasa, y la ruralidad sufrió el desabastecimiento. El manto que cubría los lujos de sectores minoritarios se tenía que reventar, el sistema de salud hizo aguas, el precio de los créditos se hicieron impagables… hasta que la población desesperada no aguantó y vino sobre el horizonte la más grande inconformidad que desembocó en protestas incontrolables con saldos de muchos muertos y la polarización política que aún hoy está sin resolver. La población chilena exige un cambio profundo en el modelo económico, una nueva constituyente que profundice la democracia, una total democratización económica, y el freno a los monocultivos y la explotación minera indiscriminada. Chile hoy cuenta con una deuda externa del 84% del PIB, ubicándose como uno de los países más endeudados de la región.
Lo anterior es solo un ejemplo. Pero la crisis es similar en toda la región, producto de las malas políticas de la derecha corrupta, despilfarradora e injusta con el sagrado precepto que el mercado lo regula todo. Es entonces el PIB un índice mentiroso, que utiliza como código de desarrollo el Fondo Monetario Internacional y la banca multilateral para favorecer el negocio del sector financiero, con el ánimo de endeudar a los países con altos intereses y llevarlos a la bancarrota, a la pobreza porque si de algo carece el sector financiero es de ALMA.
Es tan inútil el índice del PIB (Producto Interno Bruto), que Venezuela presenta uno de los más altos a nivel mundial (6.0 %) para 2022, y una proyección muy superior para 2023 (6.8 %), pero su población vive momentos muy complicados en su microeconomía, y todos los países saben las talanqueras para realizar negocios con ellos, por sus dificultades para pagar sus obligaciones.
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