Pasan los años y el agua corre sin pausa y la vida continúa sorprendiéndonos. El aprendizaje jamás termina y la capacidad de asombro del ser humano no rebosará de límite.
Tantos años hace que saco la lengua y la revuelvo entre mi boca, tantas veces que oigo pronunciar la palabra lenguaje y lo amo y no me había dado cuenta cómo definirlo.
Por casualidad ha caído en mis manos un libro sobre la poesía de la dulce Emily Dickinson editado en Barcelona por Bosch en 1980. Es una compilación muy bien pensada, crítica y comentada. No solo se seleccionan cien poemas sino que se ausculta en sus recovecos, se entra en su intimidad. Al pronunciarlos se escuchan los sonidos entre cada palabra y cada serie de palabras.
Por la poeta fundamental de la poesía de Norteamérica no fue una novata en el conocimiento del idioma o los antecedentes y autores que lo cultivaban. Conocía la estructura de otros idiomas, de química, de física y de música. Y, también, de religión ya que fue invitada y casi raptada a entrar a formar parte de una cruzada evangélica a la que siempre huyó.
El autor recoge una idea luminosa dentro de los comentarios que ofrece sobre la poesía de E. Dickinson. Dice que cada verso y casi cada palabra inserta en ellos, se halla ahí y no solo le da sentido y propiedad. También le imprime una musicalidad sagrada, exultante, solemne o marcial.
En sus líneas define el lenguaje no como un conjunto de palabras o expresiones sino como el murmullo que se produce con el movimiento de la lengua y de los labios al pronunciar una palabra o conjunto de palabras. Es como el murmullo del agua del río al paso por entre hoyas, piedras y choque de las ondas entre sí.
Oye uno a un profesor calificar a alguien cuando dice que maneja muy bien el lenguaje. Se refiere a que utiliza correctamente las palabras en el puesto de la oración o el discurso. Pero nunca había oído y leído que el lenguaje era ese murmullo de quien construye un verso o un cuarteto o un poema completo. Se me ocurre que significa lo mismo que cuando Beethoven primero oyó la música, el murmullo que producían las notas en su oído – nada sordo – y luego la traducía y llevaba a la partitura escrita.
Buscaba con afán en la Biblioteca un libro de colección de comienzos del siglo XX de poemas de Emily que había estado en exhibición. Y me prestaron otro. Lo recibí gustoso con la esperanza de encontrar alguna joya. Y esto fue lo que encontré.
La definición exacta de lo que es el lenguaje en cualquier idioma. Música, murmullo, combinación de sonidos articulados con un significado y una intención. Resultan cuando uno mueve la lengua dentro de la boca, expulsa el aire que viene de los pulmones y termina en ese juego que modulan los labios del poeta, el orador o el narrador.
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